Si les mientes a tus niños, tendrían mayor tendencia a mentir de adultos

Foto: fizkes/istock
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"Si no detienes los berrinches, me voy". "Si te sigues comportando mal voy a llamar a la policía"… Sincerémonos: les decimos una y mil veces mentiras de este tipo a los más pequeños de la casa.

Y, por más que no las digamos con una mala intención, sino como un recurso para sortear algún berrinche o lograr que nos obedezcan, este tipo de mentiras sí tendrían consecuencias en la vida adulta de los pequeños.

De acuerdo con un reciente estudio dirigido por la Universidad Tecnológica de Nanyang en Singapur y publicado en el Journal of Experimental Child Psychology, las mentiras en la niñez tendrían efectos negativos en la adultez. De hecho, podrían hacer que los pequeños sean mentirosos de grandes.

El equipo de investigación analizó a 379 adultos jóvenes de Singapur y les consultó si sus padres les mintieron cuando eran niños, cuánto les mienten a sus padres ahora y qué tan bien se adaptan a los desafíos de la edad adulta.

Los adultos que informaron que de niños les mentían, tenían más probabilidades de mentirles a sus padres en la edad adulta. También dijeron que enfrentaban mayores dificultades para enfrentar desafíos psicológicos y sociales (tenían problemas de conducta, sentimientos de culpa y vergüenza, así como un carácter egoísta y manipulador).

El autor principal del estudio, Setoh Peipei, dijo: "Criar con mentiras puede ahorrar tiempo, especialmente cuando las razones reales por las que los padres quieren que los niños hagan algo son difíciles de explicar. Cuando los adultos les dicen a los niños que 'la honestidad es la mejor política’, pero muestran deshonestidad al mentir, les envían mensajes contradictorios a sus hijos. La deshonestidad de los padres puede eventualmente erosionar la confianza y promover la deshonestidad en los niños".

"Criar a los hijos con mentiras es una práctica que tiene consecuencias negativas para los infantes cuando crecen. Los padres deben ser conscientes de estas posibles implicaciones y considerar alternativas a la mentira", aclara el experto.

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¿Pueden los niños saber cuándo los adultos les dicen la verdad, pero no toda la verdad?

Esta pregunta fue la que se hizo Laura Schulz, profesora asociada de desarrollo cognitivo del Instituto de Tecnología de Massachusetss (MIT, por sus siglas en inglés) y su equipo de investigadores.

¿Qué hallaron? Encontraron que los niños no solo pueden hacer esta distinción, sino que también pueden compensar la información incompleta explorando más por su cuenta.

“Cuando alguien nos brinda información, no solo aprendemos sobre lo que nos está enseñado, también aprendemos sobre esa persona. Si la información es precisa y completa, entonces implica que puedes confiar en esa persona en el futuro”, explica Hyowon Gweon, psicólogo y egresado del MIT.

"Pero si esa persona te ha enseñado algo mal, ha cometido un error o ha omitido algo que es importante que sepas, entonces es posible que desees suspender tu confianza, ser escéptico de la información que proporcione en el futuro e incluso buscar otras fuentes de información", aclara.

Para llegar a estos resultados les dieron a niños de 6 y 7 años un juguete para explorar por su cuenta, hasta que descubrieran todas sus funciones.

· Un grupo de niños recibió un juguete que tenía cuatro botones, cada uno de los cuales activaba una función diferente.

· Al otro grupo se le dio un juguete que parecía casi idéntico pero tenía solo un botón que controlaba el mecanismo de cuerda.

Luego, los niños vieron cómo un títere "maestro" le enseñaba el juguete a un títere "estudiante". Para ambos juguetes, la instrucción del maestro fue la misma: demostrar solo el mecanismo de cuerda.

Después de la demostración, se les pidió a los niños que calificaran qué tan útil fue el maestro, usando una escala del 1 al 20. Aunque el maestro siempre demostró solo el mecanismo de cuerda, los niños que sabían que el juguete tenía tres funciones más no demostradas dieron calificaciones mucho más bajas que aquellos pequeños que sabían que era la única función del juguete.

El segundo experimento comenzó de la misma manera, con los niños explorando el juguete y luego viendo una demostración completa o incompleta de sus funciones. Sin embargo, en este estudio, el maestro sacó un segundo juguete. Aunque este juguete tenía cuatro funciones, el maestro demostró solo una.

Los niños que habían visto previamente una demostración y sabían que estaba incompleta, exploraron el juguete mucho más a fondo que los niños que habían visto una demostración completa, lo que sugiere que no confiaban en que el maestro fuera completamente informativo.

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"Esto muestra que los niños no solo son sensibles a quién tiene razón o no. También pueden evaluar a otros en función de quién proporciona información que sea suficiente o no, para una inferencia precisa. Asimismo, pueden ajustar la forma en que aprenden de un maestro en el futuro, dependiendo de si éste ha cometido previamente un pecado de omisión o no", concluye Hyowon Gweon.