Tom Hanks, en modo sinceridad brutal: “Los actores somos insufribles, egoístas y paranoicos”

Tom Hanks, en una escena de la película Un vecino gruñón, que llegará a nuestro país a mediados de enero
Tom Hanks, en una escena de la película Un vecino gruñón, que llegará a nuestro país a mediados de enero

En el Hollywood del siglo XXI, el epítome del norteamericano es Tom Hanks (Concord, California, 66 años). Alto y delgado desde que se contagiara de Covid en Australia en el rodaje de Elvis, el actor habla hasta por los codos; cuando charla sobre sus recuerdos de infancia y adolescencia, o sobre si conoce a sus vecinos, suena a portavoz del americano medio, al James Stewart del cine moderno. Irradia buena onda, cierto, y en sus respuestas a veces no queda claro si está haciendo una broma o tras el chiste esconde la verdad.

Puede que incluso represente a un tipo de cine en extinción y que, por ello, Hanks -que no suele publicitar mucho sus trabajos- está promocionando en España el film Un vecino gruñón, adaptación norteamericana de la sueca Un hombre llamado Ove, que en 2016 fue candidata a dos premios Oscar y que se estrenará en la Argentina en enero. Una comedia amable, menos incisiva que la original, en la que el actor da vida a Otto, un vecino gruñón recién jubilado al que una familia latina recién mudada a su pequeño barrio despertará de su letargo vital. Llegó a Madrid el sábado con su esposa, la actriz y directora Rita Wilson, y su hijo, Truman (que da vida al personaje de Otto de veinteañero). De campera oscura y camisa blanca, con anteojos de pasta transparentes, bromea sobre quién de los dos se va a sentar en una silla con aires de trono dispuesta para la conversación y quién en un sofá marrón más prosaico. Así, entre risas, arranca la charla.

— ¿Ha ido a ver a su novio español, Antonio Banderas [encarnaron a una pareja en el film Filadelfia]?

Me acabo de enterar de que está en Madrid con el musical Company. Me habría gustado saberlo antes, pero vine con una agenda cerrada. De verdad, habría aterrizado un día antes... Bueno, ya tengo una excusa para volver.

Los actores protagonizaron "Filadelfia" en 1993 y se reencontraron en los Governors Awards
Antonio Banderas y Tom Hanks en Filadelfia, en la que el actor norteamericano interpretaba a un abogado gay con HIV - Créditos: @Captura de Video

— Obviamente, usted se definirá como buen vecino, pero ¿qué me puede decir de los suyos?

Aaggg... Estados Unidos es interesante en ese aspecto, no solemos hablar mucho con nuestros vecinos. Europa es muy distinta en eso. Y centrándome en Los Ángeles, donde resido, pocos de sus habitantes han nacido allí. Es la típica ciudad a la que te mudas, por lo que casi no hay angelinos de pura cepa. Y, por tanto, no existen comunidades al uso. Te saludas cuando paseas el perro, te preocupas si ves bomberos en la casa de al lado... poco más. Además, en mi caso, nunca he vivido en un vecindario donde la gente se conociera.

— Hablando de esa falta de comunicación, Un vecino gruñón incluso afronta la polarización actual.

Es terrible. Ha ido aumentando con los años. Es cierto que en mi país viven comunidades con diferentes creencias religiosas, distintas fiestas vacacionales... Estamos llenos de divisiones que se acentúan según cuál sea tu fuente de información, el canal de noticias que ves en la tele... Curiosamente, solemos disfrutar de esas diferencias culturales, e invitar a los amigos a las celebraciones festivas propias y características porque la diferencia en sí no es mala. Otra cosa son las diferencias políticas.

— ¿Son los políticos los culpables de la polarización y radicalización en los EE. UU., por encima de la gente de la calle?

Bueno, dentro del ser humano anida el impulso de defender tu statu quo. Muchas veces sentimos que otros vienen a destruirlo. Con todo, cuando en mi país algo destroza las vidas de una comunidad, por ejemplo, un tornado, todo el mundo acude a ayudar y nadie pregunta por sus creencias o etnias. Es de lo poco que nos une. En la película, el tornado es Marisol, la madre de familia latina, porque actúa de manera inesperada, como una fuerza de la naturaleza.

En Elvis, un irreconocible Tom Hanks, personifica al manager del astro, Tom Parker
En Elvis, un irreconocible Tom Hanks, personifica al manager del astro, Tom Parker

— Hace unos días bromeó sobre cómo había conseguido este trabajo [”Durante 365 días, dormí con la productora para que me diera el papel”]. ¿Cómo ha sido su relación laboral con Rita Wilson, su esposa y productora del film?

Cierto... [se ríe]. Tengo que decir que llevábamos tiempo hablando de ello y, mientras, hemos fundado una familia. En este caso en concreto, confieso mi culpa: soy competitivo y egoísta. Cuando veo un protagonista masculino interesante encarnado por otro, me duele y pienso en si puedo hacer algo parecido . Vi Un hombre llamado Ove, me entusiasmó Rolf Lassgård, y me atrajo la parte más cínica del personaje. ¿Podíamos llevarlo a los EE.UU.? Rita me dijo: “Cuidado, no trasladarlo, porque son sociedades distintas, sino reformularlo, y vos deberías encarnarlo”. Y ahí salté y le dije que tenía razón. Así empezó la producción. Buscamos un director aliado y fuimos por Marc Forster porque me fascina su visión. Ahondamos en la crisis de fe en el futuro que vivimos en mi país. El otro día cenamos con Fredrik Backman, el autor de la novela original, y me resaltó lo distinta que le parecía nuestra película del libro sin abandonar su espíritu. Ahí está la clave. La enseñanza es que no puedes hacer una película por segunda vez, sino que debes lanzarte a una nueva visión como artista. Mi esposa, la productora... perdón, Rita Wilson, la productora, lo vio claro y avanzamos.

— ¿Cree de verdad que existe una crisis de fe en el futuro como explica la película?

— Por supuesto, se da en todo el mundo. Y es una batalla individual que hay que encarar. Como seres humanos, debemos entender que la tragedia de la soledad es siniestra. Otto ya no tiene familia, ni trabajo, ni contacto cercano con otras personas. Y eso es mortal. Puedes datar esta historia en cualquier sociedad y sigue funcionando. ¿Te acuerdas lo que te dije del tornado y del objetivo común de reconstrucción? Bueno, es que lo mismo no es necesario un huracán para que pensemos en unirnos. Y hoy en día apartamos a nuestros congéneres por demasiadas razones injustas, como la edad.

— Otto usa el trabajo para esconderse de la vida. ¿Usted lo ha hecho alguna vez?

Claro. ¡Soy un actor! ¡Lo hago todo el tiempo! En cuanto se acerca una responsabilidad, la regateo soltando un ‘Lo siento, estoy trabajando, tengo que estar concentrado en mi papel’. Por eso trabajo en esto. En serio, te sientes frágil actuando, y a la vez es muy fácil desconectarse de quienes te rodean. El truco, si es que lo puedes llamar truco, es que no olvides que es un trabajo para vivir, no una vida en sí misma. Haber tenido una familia es una experiencia magnífica en la vida, te resitúa. También es maravilloso estar por ahí dos o tres meses en un sitio completamente distinto, y volver a casa. Bueno, los actores somos insufribles, egoístas, paranoicos... [carcajada] ¡Somos así! No sabemos hacer nada, necesitamos ayuda para todo, y las conversaciones deben girar alrededor del “mí, mí, mí”.

— ¿Alguna vez pensó en no ser actor?

Nunca jamás. En la universidad aprendí que actuar es un arte colaborativo, y si ya me gustaba, ahí disfruté el flechazo. Es una labor que crece en conversaciones con otros actores, el director, guionistas, los escenógrafos, la gente de vestuario, de fotografía, de sonido... Tengo suerte porque poseo algunas cualidades que van bien para la interpretación: soy ruidoso porque hablo alto, poseo algo de encanto y una falta absoluta de autocontrol, decididamente soy divertido. Mi primer trabajo profesional lo obtuve hacia mis 20 años y no me ha ido mal ni me he tenido que plantear otros caminos. He sido afortunado.

— Antes, este tipo de películas para adultos como las que usted interpreta eran las habituales en Hollywood. Me refiero a La hoguera de las vanidades, Filadelfia, Forrest Gump, Apolo 13, Náufrago, Sintonía de amor, Milagros inesperados o sus colaboraciones con Steven Spielberg. Hoy, Un vecino gruñón suena a excepción en la industria.

—No solo en Hollywood, pasa en todo el mundo. La tendencia se acentuó por el confinamiento del Covid, y hay una clase de películas que están desapareciendo de las salas porque el público no va allí. En cada país hay un autor venerado que seguirá llegando a la gran pantalla. En España, Pedro Almodóvar, aunque siga haciendo sus películas con el mismo reparto todo el rato. Ahora bien, han cambiado los géneros que triunfan en los cines. La narración ha evolucionado y la gente disfruta de historias para adultos de hasta 10 horas, pero en su casa, en un medio ambiente distinto. Esas películas lo tienen más complicado. Sin embargo, el argumento de que al público adulto ya no le interesa un cine para ellos es falso. Enciende la televisión o busca en una plataforma de streaming y verás talento todos los días.

La hoguera de las vanidades: el gran fracaso de Hollywood del que no quieren hablar ni Tom Hanks ni Brian de Palma.
Tom Hanks y Melanie Griffith en La hoguera de las vanidades, un tipo de películas que el actor considera que está desapareciendo de las salas por falta de público - Créditos: @IMDB

— ¿Qué recuerda de su rodaje el año pasado en Chinchón [municipio cerca de Madrid], con Wes Anderson?

¡Qué maravilla! Ahora bien, sufrimos y a la vez disfrutamos de las restricciones obligadas por el Covid. Legalmente, no podíamos abandonar el rodaje. Así que ni siquiera me acerqué a Madrid. Anderson encara sus rodajes de una manera curiosa (bueno, así salen de increíbles, al estilo Wes Anderson) con todo el equipo haciendo vida en común. En Asteroid City no salíamos ni del rodaje ni del parador en el que nos alojamos. Desayunábamos ya vestidos como los personajes, y si el rodaje acababa a las ocho de la tarde, a las ocho y diez estábamos cenando juntos. Ha sido la atmósfera más placentera que he disfrutado en una filmación. Me recordó a mi época universitaria cuando convivía con los compañeros en la residencia de estudiantes. Chinchón me pareció un lugar precioso.