Trás-os-Montes: el paraíso portugués más allá de las montañas

Portugal, Tras-os-Montes, vistas desde el castillo medieval de Braganca
(Alamy Stock Photo,Cro Magnon / Alamy Stock Photo)

Frente a la provincia de Zamora, al otro lado de la Raya –esa frontera histórica e invisible que entrelaza los destinos de España y Portugal–, se extiende un territorio rebosante de maravillas: Trás-os-Montes. Este fascinante rincón del noreste portugués, cuyo nombre evoca su ubicación «más allá de las montañas» (las sierras de Marão, Alvão y Gerês), constituye un universo único donde la naturaleza se funde con una cultura ancestral y apasionante. A tan solo tres horas y media de Madrid, y apenas una hora y cuarto desde Zamora, esta región portuguesa aguarda repleta de tesoros para el viajero.

El Duero, que en territorio rayano dibuja meandros caprichosos entre ambos países, se convierte en protagonista indiscutible al adentrarse en tierras transmontanas. En su entrada a la región, el río ha modelado impresionantes cañones que se alzan hasta 200 metros de altura, esculpiendo los paisajes más sobrecogedores del Parque Natural del Duero Internacional. Desde Miranda do Douro, centinela fronterizo y portal de acceso a este santuario natural, los visitantes pueden embarcarse en un crucero que brinda el privilegio de contemplar el majestuoso vuelo de buitres leonados, alimoches y otras rapaces que danzan sobre las aguas. El paisaje se completa con imponentes formaciones graníticas que, a modo de gigantes pétreos, han dado vida a numerosas leyendas y configuran miradores naturales de excepcional belleza.

Mirador sobre la presa de Miranda do Douro en un día de Navidad, Tras-os-Montes, Portugal
Mirador sobre la presa de Miranda do Douro en un día de Navidad. (Mauricio Abreu / Alamy Stock Photo)

Uno de estos balcones sobre el río, el de São João das Arribas, regala una panorámica sobrecogedora, especialmente al ocaso, cuando el cielo se tiñe con una paleta de colores que las aguas del Duero reflejan como un espejo, creando una postal inolvidable. Este enclave, además de su valor paisajístico, atesora también los vestigios de un castro prerromano, hoy testimonio silencioso de los antiguos pobladores que escogieron este lugar privilegiado –y estratégico– para establecer su hogar.

La villa de Miranda do Douro también invita a recorrer su casco histórico, presidido por su majestuosa concatedral de estilo manierista, una obra arquitectónica que habla de la época dorada de esta población. Sus callejuelas empedradas llevan hacia pequeñas plazuelas en las que el tiempo parece suspendido, y donde el portugués se entrelaza con el mirandés, segunda lengua oficial del país. Este idioma singular, con su melodía característica y profundo arraigo local, encarna la extraordinaria riqueza cultural de la región. La experiencia mirandesa se completa en sus restaurantes (como O Mirandês, ubicado en la rua Dom Dinis), donde se puede saborear la exquisita posta mirandesa: un suculento corte de ternera que se sirve con el tradicional acompañamiento de patatas cocidas y arroz.

Plaza Joao III y Museu da Terra de Miranda do Douro.
Plaza Joao III y Museu da Terra de Miranda do Douro. (M Ramirez / Alamy Stock Photo)

VIMIOSO Y EL BURRO MIRANDÉS

Adentrándose hacia poniente, el paisaje transmontano revela el municipio de Vimioso, auténtico refugio de viejas tradiciones y naturaleza virgen. En su corazón se encuentra el Parque Ibérico de Naturaleza y Aventura (PINTA), un santuario dedicado a la preservación de la biodiversidad que alberga uno de los tesoros vivos más entrañables de Portugal: el burro mirandés. Este noble animal, distinguido por su complexión robusta y característico pelaje algodonoso, lucha contra la amenaza de la extinción bajo la protección incansable del PINTA. Los visitantes no solo pueden establecer un vínculo directo con estos carismáticos animales, sino también sumergirse en su fascinante historia y comprender la vital importancia de su conservación, incluso participando activamente mediante el programa de apadrinamiento.

Burro mirandés, Tràs-os-Montes, Portugal
Burro mirandés.

Pero el burro mirandés no es el único protagonista de este lugar. El parque también alberga otras especies autóctonas y, de hecho, entre las actividades más populares están las visitas guiadas en las que se explica la relevancia de los ecosistemas locales. Estas rutas, que atraviesan los valles moldeados por los ríos Angueira, Sabor y Maçãs, se convierten en escenarios idílicos para actividades como el senderismo y la observación de aves. Durante los paseos, es común encontrar miradores que permiten contemplar panorámicas de prados infinitos, bosques autóctonos y la rica flora que adorna el paisaje.

Lançar a manta, una tradición en la aldea portuguesa de Vimioso
Lançar a manta, una tradición en la aldea de Vimioso. (Javier García Blanco)

Entre las singulares experiencias que atesora la comarca de Vimioso sobresale una antigua costumbre denominada lançar a manta (lanzar la manta), tradición que hunde sus raíces en aquellos tiempos en que los labriegos dedicaban extensas jornadas a trabajar la tierra. La distancia a sus hogares y la brevedad del descanso los llevaba a improvisar un comedor al aire libre, extendiendo una manta sobre la hierba para compartir sus viandas. Esta práctica centenaria ha evolucionado hasta convertirse en una original propuesta turística que celebra tanto la gastronomía local como la belleza del paisaje. Los visitantes tienen ahora la posibilidad de obtener mantas en establecimientos hosteleros de la zona y elegir entre diversos enclaves privilegiados para degustar un pícnic envuelto en la serenidad del entorno natural. Una experiencia que permite saborear no solo los manjares de la tierra, sino también la esencia misma de las tradiciones rurales.

Castillo de Algoso, Portugal
El castillo de Algoso está fechado en el siglo XII. (Javier García Blanco)

ENTRE CASTILLOS Y PALOMARES

La historia transmontana, rica y a menudo turbulenta por el carácter fronterizo del territorio, está escrita en piedra. A escasa distancia de Vimioso, coronando un agreste promontorio en la población de Algoso, se levanta un castillo del siglo XII. Esta atalaya medieval, guardián de piedra, regala al visitante unas soberbias panorámicas que revelan la magnificencia del paisaje circundante. Sus viejos sillares, testigos mudos de innumerables contiendas, invitan a rememorar a una época en que el fragor de las batallas resonaba entre sus muros. Sin embargo, la visita a esta fortaleza trasciende su dimensión histórica para convertirse en una experiencia contemplativa, donde el murmullo del viento y la melodía lejana de las aves componen una sinfonía que envuelve en un manto de serenidad.

Panorámica desde el castillo de Algoso, Portugal
Panorámica desde el castillo de Algoso (Javier García Blanco)

No lejos de allí, en el pintoresco pueblo de Uva, otro tipo de construcción, más mundana y pacífica, salpica el paisaje con su blanca sencillez: los tradicionales palomares, auténticos iconos rurales de esta zona de la región. Estas estructuras, muchas de ellas restauradas por la Asociación Palombar, representan un legado arquitectónico y cultural que habla de la simbiosis entre el ser humano y la naturaleza. Construidos siguiendo técnicas tradicionales en formas circulares o de herradura, estos palomares cumplieron antaño una doble función vital: proporcionar pichones como sustento en tiempos de escasez y generar un preciado fertilizante natural a través de sus excrementos. En la actualidad, aunque las palomas siguen anidando en estos refugios restaurados, su papel ha cambiado: ya no alimentan a la población local, sino que sostienen a rapaces emblemáticas como el águila perdicera, el azor o el halcón peregrino, convirtiéndose así en pilares fundamentales para la preservación del ecosistema.

Palomares tradicionales de Uva, Portugal.
Palomares tradicionales de Uva. (Javier García Blanco)

La Asociación Palombar (palombar.pt) organiza visitas guiadas donde se explican las técnicas constructivas y el valor histórico de estas estructuras, así como su papel en el sistema ecológico local. Para quienes quieran explorar más a fondo, el pueblo de Uva ofrece una ruta que permite descubrir más de 40 palomares en sus alrededores. Durante el recorrido, se puede disfrutar del paisaje transmontano, de suaves colinas onduladas. Además de los palomares, Uva es también hogar de otros ejemplos de arquitectura rural, como molinos y hornos comunitarios, que complementan la experiencia y transportan al visitante a un pasado donde la vida giraba en torno a la comunidad y la autosuficiencia.

LA MAGIA DEL ENTRUDO

En el corazón del municipio de Macedo de Cavaleiros, la naturaleza vuelve a reclamar su protagonismo con la Albufeira do Azibo, un espacio natural protegido donde las aguas cristalinas del embalse acarician dos playas fluviales galardonadas con bandera azul. Este oasis acuático no solo invita al baño refrescante con buen tiempo, sino que despliega un abanico de posibilidades recreativas: desde surcar sus aguas en piragua, hasta paseos en barquitos eléctricos, en los que los visitantes pueden degustar un pequeño pícnic mientras navegan bajo el cielo transmontano.

Por otra parte, a pocos kilómetros, la aldea de Podence custodia un tesoro cultural de valor incalculable: el Entrudo Chocalheiro, una celebración ancestral que alcanzó en 2019 el reconocimiento como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Esta festividad, que tiñe de color y sonido los días de carnaval a principios de febrero, entrelaza en su esencia rituales celtas y prerromanos, preservando un legado pagano que ha desafiado el paso de los siglos.

Caretos de Podence, Portugal
Caretos de Podence pasando ante uno de los murales repartidos por el pueblo. (Corbis via Getty Images)

Los caretos, protagonistas indiscutibles de esta danza ritual, emergen como espíritus del pasado ataviados con trajes vistosos, donde flecos multicolores danzan al ritmo de los cencerros. Sus máscaras, talladas en madera o forjadas en metal y decoradas con colores vibrantes, ocultan rostros que perpetúan antiguos ritos de fertilidad y renovación. Durante la celebración, las enigmáticas figuras toman las calles de Podence en una frenética persecución, chocalhando a los presentes y, en especial, a las jóvenes solteras, en un ritual que fusiona juego y tradición.

La inclusión del entrudo en la lista de la Unesco propició un renacimiento cultural en Podence, convirtiendo esta celebración en motor de desarrollo local. La aldea, decorada con vistosos murales que homenajean a los caretos, es ahora destino de peregrinos culturales de los cinco continentes, pues ha sabido preservar la autenticidad del ritual mientras lo comparte con el mundo. Podence cuenta hoy con talleres artesanales que invitan a elaborar tus propias máscaras y espacios museísticos que desentrañan la rica historia del entrudo, permitiendo a los turistas sumergirse en los entresijos de esta celebración milenaria que conecta el presente con los ecos ancestrales de la tierra transmontana.

Bragança, Portugal
Bragança combina su legado histórico con una vibrante vida cultural. (Javier García Blanco)

BRAGANÇA, ENCANTO MEDIEVAL 

Rumbo al norte, en lo alto de una colina, Bragança se alza como una de las ciudades más emblemáticas de la subregión de Tierras de Trás-os-Montes. Con una historia que se remonta a tiempos de celtas y romanos, esta ciudad de 35.000 habitantes combina su legado medieval con una vibrante vida cultural. Además de su célebre castillo, destaca el Museu do Abade de Baçal (museuabadebacal.gov.pt), ubicado en un antiguo palacio episcopal, que custodia una colección de arte, arqueología y objetos cotidianos que narran la historia de la región.

Castillo de Bragança, Tras-os-Montes, Portugal
Castillo de Bragança. (Michael Charles / Alamy Stock Photo)

Recorrer las calles de la Cidadela, corazón de la antigua ciudad medieval, supone, aunque suene a tópico, realizar un viaje en el tiempo. Dentro de sus murallas se encuentra su famoso e imponente castillo, en cuya torre de Menagem (del homenaje), puede visitarse un interesante museo militar. Muy cerca de allí se encuentra la Domus Municipalis, un edificio románico único en la península ibérica. Este espacio, con planta en forma de pentágono irregular, se utilizó posiblemente como sala de reuniones, y hoy se mantiene como un testimonio de la vida comunal de tiempos pasados. También es imprescindible visitar la igreja de Santa Maria, el templo más antiguo de la ciudad, decorado con columnas mudéjares y un vistoso retablo de estilo barroco. Pero el patrimonio de Bragança no se limita a épocas remotas. Otros recintos culturales, como el Centro de Arte Contemporânea Graça Morais (centroartegracamorais.cm-braganca.pt) ofrecen la cara más moderna de su escena cultural. Además, la ciudad es también la puerta de entrada al Parque Natural de Montesinho, donde la biodiversidad y el patrimonio rural se fusionan en armonía.

EL PARAÍSO NATURAL DE TRÁS-OS-MONTES

El Parque Natural de Montesinho, una de las joyas naturales más extensas de Portugal con sus más de 750 kilómetros cuadrados, despliega ante el visitante un mosaico de paisajes montañosos, donde bosques centenarios de robles y castaños abrazan a pueblos que, desafiando al siglo XXI, preservan intacta su esencia ancestral. Este santuario natural alberga una extraordinaria biodiversidad: el esquivo lobo ibérico recorre sus senderos, mientras la cigüeña negra y la majestuosa águila real sobrevuelan un territorio tapizado de valles y montañas.

Casas tradicionales de piedra del pueblo de Montesinho, Trás-os-montes, Portugal
Casas tradicionales de piedra del pueblo de Montesinho. (Cro Magnon / Alamy Stock Photo)

La zona del parque también es conocida por sus aldeas tradicionales, como Montesinho y Guadramil, en cuyas calles el tiempo parece haberse detenido. Sus calles empedradas, casas de robusta cantería y techos de pizarra componen un lienzo vivo donde los ritmos ancestrales de la vida rural perduran inalterados. Entre estas poblaciones destaca Rio de Onor, un fascinante microcosmos que encarna la fusión perfecta entre tradición y convivencia transfronteriza. Esta singular localidad, que el destino partió entre Portugal y España (donde responde al nombre de Riohonor de Castilla), mantiene vivo un sistema de vida comunitario que hunde sus raíces en el Medievo. Sus habitantes no solo comparten tierras y recursos, sino también un lenguaje propio, el rionorés, testimonio vivo de los lazos inquebrantables entre ambos países.

La belleza arquitectónica de Rio de Onor cautiva por sus robustas casas de piedra lucen elegantes balcones de madera y tejados de pizarra, mientras pequeños huertos enmarcan cada rincón de la aldea. El paseo por sus calles, divididas por el río que da nombre a la población, ofrece la singular experiencia de transitar entre dos países en un breve recorrido, siempre bajo el abrazo protector del Montesinho. La aldea, además, sirve como portal hacia una red de senderos que invitan a descubrir los tesoros naturales del parque.

Río Onor, Trás-os-Montes, Portugal
El río Onor divide la aldea fronteriza a la que da nombre. (Javier García Blanco)

La verdadera magia de Rio de Onor reside en su inquebrantable compromiso con la tradición. La vida comunitaria late con fuerza en cada celebración y evento local, mientras el paso de las estaciones marca el ritmo de las labores rurales. Este enclave no es solo un refugio para quienes buscan escapar del estresante mundo moderno, sino un testimonio vivo de cómo la colaboración y la armonía entre pueblos pueden difuminar las fronteras hasta hacerlas invisibles.