TV Retro: El inspector Gadget sobrevivió a juicios perdidos por un bigote y a la fobia a volar de Don Adams; puede volver al cine en 2026
Dicen que la fórmula del éxito no existe, y puede que sea cierto. Pero cuando se reúnen una serie de elementos que apuntan a la memoria emotiva del público a un nivel subconsciente, y se los mezcla convenientemente hasta que se pierda el rastro referencial, el resultado va a funcionar en más de un aspecto. Y esto fue lo que pasó con El inspector Gadget, una serie animada que se inspiró en muchas, pero no se pareció a ninguna.
Esta mezcla de detective, policía y robot fue idea de Andy Heyward, Jean Chalopin y Bruno Bianchi, tres ignotos y talentosos guionistas y animadores en busca de pegarla con un proyecto. Mientras los dos primeros se concentraron en encontrar el tono de la serie, el tercero diseñó el universo del inspector.
Desde el comienzo, el terceto se puso de acuerdo en algunos puntos: tenía que ser un producto infantil pero que conectara directamente con el mundo adulto, el humor debía ser absurdo pero provenir de las situaciones y no del protagonista; en otras palabras, la torpeza de Gadget tenía que ser advertida por todos menos por él. También era necesario que el personaje y su entorno incorporaran su condición de cyborg con total naturalidad, sin hacer ostentación de ello.
En este punto de partida comienzan a vislumbrarse las múltiples fuentes en las que abrevó el inspector Gadget a la hora de su creación. Hay más, muchas más, que configuraron un producto nuevo, pero inequívocamente anclado en la nostalgia.
El nombre es Gadget… inspector Gadget
Vamos por partes. En su inicio, allá por 1983, se presentaba al inspector Gadget como el primer policía biónico de la historia. Un hombre común que a raíz de un accidente debió ser intervenido quirúrgicamente y equipado con todo tipo de artilugios mecánicos. Despejado el trazo grueso, no se trata de otra cosa que una reinterpretación de El hombre nuclear. El accidente del piloto Steve Austin mutó en un tropiezo con una cáscara de banana. Si bien esta idea nunca llegó a la pantalla, parte de ella se explicó en la primera película de acción real que se hizo del personaje en 1989.
La torpeza que le había dado sus recursos se convirtió también en su marca registrada. Una vez creado el protagonista, se comenzó a trabajar en su antagonista. Tenía que ser creíble y a la vez emblemático, como para sostener toda una organización en contra de su némesis ¿Cuál fue la mejor saga con villanos arquetípicos en eso de dominar el mundo? Sí, la de James Bond.
Así, el Dr. Claw (o doctor Garra) se convirtió en primo lejano de los verdugos de 007. Heredó el título universitario del Dr. No, y el misterio y el gato de Ernst Stavro Blofeld. También la organización criminal resumida en la sigla MAD se inspira en otra: Spectre.
Al listado de referencias se sumó un gag siempre efectivo, el de la misión entregada por el jefe, que explotaba inmediatamente después. En este caso, el homenaje fue a Misión: imposible.
El inspector tuvo de todo, y también varias polémicas en torno a su creación. De todas, tal vez la menos conocida sea la relacionada a la autoría de su tema musical. Compuesta por Shuki Levy y Haim Saban, la canción de apertura (aquella de “Go, Gadget Go!”) se transformó en un éxito inmediato, y parte del ADN de la serie. Incluso aquellos que no eran seguidores no podían sacarse la melodía de la cabeza. Sin embargo, con el tiempo, muchos melómanos señalaron que la composición se parece mucho a En la gruta del rey de la montaña, del noruego Edvard Hagerup Grieg. No hay registro de plagio, tampoco de mea culpa; pero que son parecidas, son parecidas.
La que sí llegó a la Justicia fue la demanda interpuesta por MGM por considerar que Gadget era una copia del inspector Clouseau, más específicamente de la composición de Peter Sellers en la saga cinematográfica de La Pantera Rosa. Podría ser por el piloto, tal vez por el sombrero, pero a decir verdad estos elementos eran comunes a los detectives ficticios. Pero no, lo que molestó a los ejecutivos de los estudios fue el bigote. Sí, en el episodio piloto, el inspector biónico usaba bigote y el parecido con el policía francés era innegable.
Como el tribunal falló a favor de MGM, de un segundo para el otro desapareció el vello facial del protagonista, aduciendo que se trataba de un disfraz para hacerlo pasar inadvertido en una misión.
Inspiración, homenajes más o menos directos, o robo liso y llano. Cada uno sabrá de qué lado colocarse. Pero todavía falta hablar de la referencia más evidente, plenamente intencional, y celebrada por el público hasta hoy. El inspector Gadget no habría sido el mismo sin ella.
¿Me creería si le digo?
“Lo siento, jefe”. La voz del doblaje no es la misma, pero la frase es inolvidable: la decía el Superagente 86. Quien mejor encajaba en la idea que compartían Andy Heyward, Jean Chalopin y Bruno Bianchi cuando empezaron a pensar el proyecto fue Maxwell Smart. Y es que la serie de los 60 no había hecho más que transitar el mismo camino pero décadas atrás. A medida que se sucedían las reuniones, el dibujo animado se cargaba de conceptos vistos previamente en el programa: en la presentación Gadget debía pasar varias puertas disimuladas, el jefe siempre aparecía escondido en lugares pequeños, como hacía el agente 13. Y entre tantas ideas un sueño: que al protagonista le pusiera voz Don Adams.
Luego de terminada la serie en 1970, el actor de a poco comenzó a entender que solo le quedaba vivir de su leyenda. Había sido tan grande el proyecto y su personaje que se encontraba completamente encasillado, reducida su continuidad laboral a trabajar de “actor invitado” o remedar a Smart en propuestas de poco lustre, como por ejemplo la olvidable La bomba que desnuda (1980).
En el pasado, Don Adams ya había coqueteado con el doblaje de personajes animados. Y es que su timbre de voz era perfecto para las caricaturas. No costó demasiado convencerlo para que le diera alma y vida a Gadget. De alguna manera fue una revancha, sin la exigencia de una tira semanal, muy bien pagada, y con carta blanca para jugar con guiños y expresiones de su criatura más famosa.
Pero había un problema. Era conocido el terror de Adams a volar en avión, y la producción del inspector Gadget se realizaría en Canadá. La solución llegó mediante una cláusula en su contrato: el actor haría su trabajo solo en un estudio de Los Ángeles. El mito dice que toda la primera temporada la resolvió en una sesión maratónica que duró una semana, a tiempo para llegar a cenar en su casa. Nada mal.
Fueron 86 (¿casualidad?) los episodios que conformaron las únicas dos temporadas de El inspector Gadget. Pero cuando el personaje se despidió el 13 de noviembre de 1985, todavía le quedaba una vuelta de tuerca más.
Como Marley, pero cibernético
El éxito de El inspector Gadget no solo fue televisivo. En dos años la serie se había convertido en un ícono de la cultura popular, que a su vez estaba acompañada por una excelente venta de merchandising. Desde juguetes a mochilas, la imagen del inspector podía verse en todas partes.
Por eso, antes de que el entusiasmo se disipara comenzaron a aparecer proyectos que lo mantuvieran vigente. Hubo un especial navideño en 1992, el primero de varios videojuegos y una impresentable versión infantil en 1995 llamada Gadget Boy. Pero de todos, el más curioso fue Inspector Gadget ‘s Field Trip (1996). Como si se tratara de un Marley animado, Gadget recorría el mundo hablando de la historia y la cultura de cada ciudad. Fueron 18 episodios que también contaron con la voz de Don Adams.
Cada uno de estos intentos tuvo una buena repercusión en el público, que se negaba a soltar a su ídolo. Por ello, y en busca de otra vuelta de tuerca, en 1999 llegó la película en imagen real. Escrita por los mismos responsables de la serie, y producida por Walt Disney Pictures, se trató de una sucesión de malas decisiones, especialmente la de contar con Matthew Broderick como protagonista, uno de los actores menos carismáticos en la historia de Hollywood. La otra opción era Brendan Fraser, por lo que el resultado tampoco habría cambiado tanto.
Considerada una de las peores películas de 1999, el fracaso se vio venir desde los primeros tests de público, todos negativos. Hasta el punto de que se acortó su metraje de 110 minutos a 78, quedando afuera escenas que aparecían en el tráiler. A pesar de todo, se lanzó una secuela en 2003, pero ya sin Broderick.
Y cuando se creía que el inspector estaba definitivamente retirado, una nueva serie animada en 2015 -hoy parte del catálogo de Netflix- reavivó el fuego, y hoy ya se habla de un nuevo intento cinematográfico previsto para 2026. Lo poco que se sabe es que estaría escrita por Mikey Day y Streeter Seidell (Saturday Night Live) y producida por Dan Lin y Jonathan Eirich, responsables de la Aladdin de Will Smith. La batería del inspector no se agota: cuando parece vencido siempre tiene un artilugio bajo la manga.