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Vicente Fernández, el último gran charro que alimentó el arquetipo del macho mexicano con sus películas

No cabe duda alguna de que Vicente Fernández es uno de los grandes intérpretes de la música vernácula mexicana que lo ha llevado a ser catalogado como una auténtica leyenda en los anales de la historia de la música regional, desde su debut profesional en 1966. Sin embargo, su éxito llegó más allá de la música: durante 20 años protagonizó 34 películas en la pantalla grande como actor y productor, convirtiéndose en un verdadero ícono de la cultura popular hispanoamericana.

Mexico's
Vicente Fernández actuó en su última película con su hijo, Alejandro Fernández (REUTERS/Fred Prouser)

Aunque Fernández no representó nunca personajes complejos o alejados del concepto de macho mexicano que era su imagen y más fácil de interpretar, en variaciones de sí mismo, su carisma innegable lo ayudó a llegar al favor del público, como lo hicieran sus ídolos, Pedro Infante, Jorge Negrete y Javier Solís, a los que admiraba desde que era un muchacho muy joven, viéndolos en sus propias películas.

La carrera como actor en el cine mexicano de Chente, que se extendió por dos décadas, fue bastante prolífica —aunque no muy diversa, al menos en géneros— y en cada uno de esos filmes, compartió escena con grandes figuras del panorama nacional, como la monumental Sara García, Mario Almada, la 'Novia de México' Angélica María, Blanca Guerra (posiblemente la compañera con quien mejor química tuvo), Lucía Méndez (que debutó en cine con él en 1974), la hoy muy de moda Ana Martin, Fernando Soto 'Mantequilla', Ofelia Medina, María Elena Velasco 'la India María', Maribel Guardia, Héctor Suárez, Manoella Torres y hasta su hijo Alejandro, en la que sería su última película, la involuntariamente cómica 'Mi querido viejo'.

El Charro de Huentitán debutó en el cine en 1971, en la cinta 'Tacos al carbón', dirigida por Alejandro Galindo, que también había dirigido a Infante y encontró en él la misma energía que tenía el actor fallecido en 1957, aunque después ya no volvieron a colaborar.

Este fue el principio de su carrera y en 1975 protagonizó su primer éxito cinematográfico internacional con el filme 'La ley del monte', dirigido por Alberto Mariscal. La historia sigue a Maclovio Arrieta, un hombre que regresa a su pueblo mientras recuerda el imposible amor que vivió junto a Soledad (la bella peruana Patricia Aspillaga) la hija de unos ricos hacendados, deseando revivir esa pasión con trágicos resultados. La banda sonora de esta película también tuvo gran popularidad y la canción tema, escrita por José Ángel Espinosa, 'Ferrusquilla' (padre de Angélica Aragón) se convirtió en uno de sus más grandes éxitos en la radio.

También probó con éxito en el área de la producción, pues a partir de 1979, con la cinta 'El tahúr', en la que compartía créditos con Jorge Rivero, debutó como productor ejecutivo de sus películas, algo que mantendría hasta el final de su carrera como actor.

Un detalle que resulta interesante es que en la amplia mayoría de sus películas, Fernández, pese a ser una encarnación exacta del arquetipo del macho mexicano, representa a un tipo de personaje que es ayudado por mujeres, y está dispuesto a aceptarlo (o bien, permitirlo) sin sentir que está perdiendo su masculinidad, debido a que para él (en la ficción), las mujeres le atraen, pero no lo amenazan—especialmente en el caso de Blanca Guerra en filmes como 'El coyote y la bronca', 'Como México no hay dos' y 'Sinvergüenza pero honrado'— por lo que sus personajes las tratan como si fueran sus iguales, no necesariamente como objetos (aunque esto no es el caso en toda su filmografía).

Hacia 1990, Fernández, que ya tenía a su director de cabecera en Rafael Villaseñor Kuri, un cineasta que trabajaba a gusto con él y hacía todo lo que como productor decidía o quería, estaba aburrido de hacer cine y rodó su última película, 'Mi querido viejo', al lado de su hijo Alejandro, que estaba por lanzarse al mundo de la música. La película tuvo un éxito regular —aunque se sabe que Alex la detesta, porque su ineptitud como actor lo dejó en ridículo entonces— y es el cierre tibio a una carrera de éxito en cine, que le garantizó a Vicente Fernández un lugar en la historia del séptimo arte mexicano, como quizá el último gran charro del cine nacional, ya que no ha habido nadie que ocupe su lugar en la pantalla de plata.

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