Adèle Exarchopoulos: el legado de La vida de Adele, la verdadera belleza del cine y las dos películas en las que todo salió mal
Adèle Exarchopoulos no está segura de cuál será el próximo proyecto del que aceptará formar parte. En realidad, no sabe cuál será el próximo paso que dará en su carrera. “Hasta el momento no apareció nada así que estoy en un estado de incertidumbre”, expresa con honestidad en una entrevista de la que participó LA NACION vía Zoom, con motivo del desembarco en la plataforma de streaming MUBI de Pasajes, el largometraje de Ira Sachs que tuvo su estreno en salas en agosto. Luego de aludir a ese panorama incierto, hace una aclaración con la que borra cualquier atisbo de pesimismo: “¡Ah! Pero yo estoy bien, a mí me gusta esa falta de certeza, disfruto no sabiendo qué es lo que va a suceder, creo que es parte de la diversión de lo que hago”.
La actriz francesa de 29 años alcanzó reconocimiento mundial por su descomunal interpretación en La vida de Adèle, la película coming of age de Abdellatif Kechiche que le valió la Palma de Oro en Cannes tanto a ella como al realizador, y a su gran parteneaire, Léa Seydoux. En el momento del difícil rodaje, Exarchopoulos tenía tan solo 19 años, y el apoyo de su compañera fue clave para procesar no solo el merecido reconocimiento repentino sino también los pormenores de una filmación bisagra en su carrera, aquella que le enseñó a moverse en la industria con otros recaudos, a protegerse más. Sin embargo, hubo algo que se mantuvo intacto: ese modo de abordar los personajes con un sentimentalismo arrollador.
Así cómo en La vida de Adèle la forma voraz de comer de la protagonista dialogaba con su carácter, con la manera intempestiva con la que la joven se entregaba a sus relaciones amorosas, a sus amistades, e incluso a su trabajo, en Zero Fucks Given (el excelente film de Emmanuel Marre y Julie Lecoustre, también disponible en MUBI), la joven Cassandre que personifica Exarchopoulos tapa un proceso de duelo hasta que esto tiene un costo. En una secuencia clave, los realizadores se detienen en el rostro de Exarchopoulos, en esas lágrimas que su personaje deja correr cuando la muerte de su madre se le presenta como ineludible.
En Pasajes, la actriz vuelve a acercarse a un rol de manera sanguínea, como si no hubiera otra opción más que la de acompañar a esas mujeres en instantes de cambio . En efecto, el título Pasajes alude a eso mismo: al impacto que puede tener una persona en la vida de otro, aunque sea de manera momentánea, a lo que nos llevamos como aprendizaje itinerante de ese lazo que no está destinado a perdurar. Cuando Exarchopoulos vio Keep the Lights On, el drama autobiográfico de Sachs coescrito con su habitual colaborador, Mauricio Zacharias, supo que Pasajes le iba a producir un efecto similar, que le iba a generar más preguntas que respuestas. “Esa es la belleza del cine, ¿no? Se supone que las películas deben cuestionar cosas”, manifiesta en diálogo con este medio.
Pasajes: una historia con un abanico de preguntas
¿Qué es lo que se pregunta Agathe, el personaje que la actriz interpreta en el flamante film de Sachs? El debate que atestiguamos a través de la sutil interpretación de Adele es interno. La joven no dice demasiado, pero lo vemos todo en su rostro. “Hay algo animal en ella”, explica Exarchopoulos. “Eso fue lo que me atrajo, la manera en la que actuaba sobre sus impulsos”, añade . Agathe se enamora de un director, Tomas (el actor alemán Franz Rogowski, en otra excelente interpretación luego de Great Freedom), quien a su vez está en pareja con Martin (Ben Wishaw, brillante como siempre). Aunque ella prefiere no indagar en los detalles de ese vínculo, ese instinto sobre el que habla la actriz es lo que también conduce al personaje a la desazón absoluta cuando se encuentra cumpliendo un rol en el que no se reconoce, y al que busca deconstruir.
Tomas es un narcisista de manual que quiere tenerlo todo, y cuyo amor tanto por Agathe como por Martin no le es suficiente. Por el contrario, sus deseos van mutando según su conveniencia, con un desinterés sexoafectivo por esas dos personas que son víctimas de su manipulación subrepticia (y no tanto). Como en casi toda su obra, Sachs pone la lupa en la complejidad del ser humano cuando de vincularse con el otro se trata, con un personaje central poco querible, pero muy reconocible, quien esconde sus cartas por temor a quedarse solo .
Para Exarchopoulos, en eso reside la belleza de Pasajes, en no tapar el sol con la mano, en naturalizar las conductas abyectas de quienes no saben cómo entablar una relación desde un lugar sano y con el ego en un plano lejano. Tomas es un caprichoso y la desilusión de Agathe ante su comportamiento se ve reflejada en un rostro que va perdiendo la vitalidad inicial.
“Lo que me gusta de ella es que elige a este hombre torturado, pero nunca lo juzga, es una joven que sigue sus sentimientos, una persona muy empática que se termina enamorando de alguien complejo a quien trata de aceptar tal como es. Eso me sensibilizó profundamente”, explica la actriz sobre la construcción de su personaje. “Retomando la idea del debate que genera la película, yo también me hice preguntas mientras me preparaba”, reconoce. “Lo que más me interesaba saber era por qué Agathe elegiría estar con una persona que le ocasiona sufrimiento, y partí desde ese lugar para interpretarla” . Según Exarchopoulos, Pasajes forma parte de un cine político, al naturalizar la diversidad sexual y las diferentes formas de vincularse y al mostrar el derecho que tienen las mujeres a elegir su presente y, en consecuencia, lo que llegará en su futuro.
No tomo decisiones en mi carrera basadas en lo estratégico; cuando lo hice, las cosas me salieron muy mal
Adèle Exarchopoulos
“Ira sabe cómo trabajar con la intimidad, y cuando me contó acerca de este triángulo amoroso, lo hizo sin poner el foco en las orientaciones sexuales de los personajes, eso no importa aquí, está dado por hecho. Lo que se buscaba era trabajar sobre los límites de los personajes, sobre los instintos, sobre esa clase de atracción que hace que no puedas soltar al otro”, añade la actriz, y remarca cómo ese approach sobre la diversidad le recordó a otro film que protagonizó. “En ese sentido, me recordó a Los cinco diablos (de Léa Mysius, también disponible en MUBI), me sentí atraída por ambas historias por ese modo natural en el que se retrataban los vínculos”.
En cuanto a la autonomía femenina, uno de los ejes de Pasajes, un film que jamás desdibuja a Agathe de la narrativa, Exarchopoulos explica: “En esta película también se muestra cómo la mujer tiene la posibilidad de elegir, y aunque yo no tomo decisiones políticas cuando elijo los proyectos en los que quiero estar porque me conduce a un lugar de fragilidad, al tomar distancia sí noto que siempre hubo una elección política detrás , porque el cine está aquí para mostrar a la humanidad en todos sus aspectos”, añade. “Me gusta explorar la diversidad desde esa naturalización”, subraya.
Una carrera signada por el impulso y libre de estrategias
Al recordar los inicios de su carrera, en 2007, con el largometraje de Jane Birkin, Boxes, Adèle reflexiona sobre qué la llevó a embarcarse “en diferentes aventuras”. En un tramo de su entrevista con LA NACION, hace referencia a dos largometrajes que accedió protagonizar pensando en función de qué sería mejor para su futuro como actriz. “Terminaron siendo las dos películas en las que todo salió mal”, asegura, sin querer mencionarlas. Ese cambio de ruta, el no escucharse a sí misma, fue una lección .
“Volví al camino del que no me tendría que haber alejado nunca, el de no elegir películas de manera estratégica, ya no pienso de ese modo”, apunta. Ahora, sus decisiones están digitadas por una suma de factores, con la profundidad narrativa como punta de lanza. “Busco historias sobre la vida, el amor, las relaciones, lo que no tiene sentido, eso me interesa más, aprendí a decir que no y a elegir films sobre la complejidad del ser humano. Si no interpreto esos personajes, me aburro”, expresa.
En el personaje de Agathe, Adèle encontró precisamente eso, una joven que no teme mostrarse vulnerable ante alguien que descuida sus sentimientos. “Su forma de entablar intimidad es como si estuviera empezando una conversación; cuando se trata de sexo, de demostrar afecto de esa forma, todo se vuelve más fácil para ella, ya que con Tomas se persiguen como animales, esos fueron los momentos más interesantes para explorar como actriz, toda la previa, más que el acto sexual en sí mismo, porque me ubicó en un lugar de incertidumbre, de cuestionamientos, y además Franz en un partenaire muy lúdico para trabajar”. Esas simples viñetas que retratan el inicio de un acto de intimidad entre Agathe y Tomas -desde un baile mediante el que comunican lo que desean a un primer beso inevitable e intenso- fueron clave para Exarchopoulos, ya que son la viva prueba de cómo estar en la tormenta es tan solo el preludio a un recorrido serpenteante.
“Yo siento las películas como un proceso, voy a lugares que me generen temor, aunque tenga un pequeño papel en ellas, no importa, lo fundamental es obtener placer de la experiencia”, le manifiesta la actriz francesa a LA NACION . “Gracias al personaje de Agathe me empecé a preguntar cuánto estamos dispuestos a aceptar en las relaciones, cuánto soportamos por el hecho de estar enamorados, cuáles son los pasos que se dan cuando no hay respuestas del otro lado, qué es lo que a uno le sirve, qué batallas se deben elegir pelear y en cuáles es mejor no involucrarse”.
Si no interpreto personajes que muestren la complejidad del ser humano, me aburro fácilmente
Adèle Exarchopoulos
Lo más fructífero de esas aventuras cinematográficas es el modo en que se intentan responder los interrogantes que suscitan. Así aborda Adèle Exarchopoulos cada rol que interpreta: arrojándose al vacío. “Me gusta pensar en las encrucijadas”, apunta. “En Pasajes hay una joven a la que no quise convertir en víctima de lo que siente, me involucré con ella desde las dudas que tiene, desde por qué se siente atraída por Tomas hasta por qué quiere ser maestra, pensé en el amplio espectro de sus elecciones, en por qué decide lo que decide, sabiendo que habrá una identificación con ella porque ese hombre al que ama nos hará acordar a alguien, todos alguna vez nos cruzamos con una persona que tiene ese charme, que te hechiza, que arruina tu vida pero que a la vez te enseña mucho, yo lo veo como un niño, pero también como alguien que quiere ser libre y no tiene capacidad para sacrificar nada”, explica la actriz sobre Tomas.
La capacidad de la actriz para ver más allá de la superficie y cuestionar todo lo que está en la página es el inicio de ese camino que emprende con sus personajes. “Trato de pensar en cómo el espectador va a sentirse interpelado, y creo que Tomas es alguien a quien se rechaza, pero cuya libertad todos querrían tener. Nos provoca rechazo por lo que genera en nosotros, por lo que representa”. Del mismo modo, Agathe no es una víctima para su actriz, sino una mujer que se mueve por sus anhelos, incluso sabiendo todo lo que puede perder en ese período de tiempo en el que no se halla a sí misma.
“Yo no entré a Pasajes con certezas, los personajes evolucionaron en el rodaje, y por eso me vi sorprendida por Agathe, que es lo mejor que me puede pasar como actriz, tener una conversación con la película en la que estoy, sin evaluaciones morales, simplemente abriendo un debate” , subraya Adèle, y retoma una de sus afirmaciones sobre cómo la clave está en el panorama inconmensurable. Así cómo le atrae la complejidad, también le atrae el no saber qué sucederá en su carrera. Todo converge en un mismo lugar: las posibilidades. “Me encanta esa inquietud, por eso elegí ser actriz, para poder transitar las aventuras”.
Pasajes, de Ira Sachs, ya se encuentra disponible en MUBI.