Fue el actor más querido, formó parte del “velorio más famoso” y su trágico final aún despierta dudas
¿Quién no lo recuerda en su papel de Mojarrita en la infinidad películas de Los Superagentes de los años 70 y 80 junto a Tiburón –Ricardo Bauleo- y Delfín –Víctor Bo-? O en Esperando la carroza, el genial film de Alejandro Doria que protagonizaban también Antonio Gasalla, China Zorrilla y Betiana Blum, interpretando al sufrido Jorge Musicardi, hermano de Antonio –Luis Brandoni, cuya frase “Tres empanadas” se convirtió en célebre- y de Sergio –Juan Manuel Tenuta-.
Por eso, de manera impredecible o quizá no tanto, la noticia del intento de suicidio del actor Julio de Grazia sorprendió cuando estalló en la radio y la televisión aquel lunes 15 de mayo de 1989: se había disparado en la frente, presuntamente mientras atravesaba un más que severo desequilibrio depresivo, y debieron internarlo de urgencia en el Hospital Juan A. Fernández.
En medio de un clima de consternación porque era un hombre muy querido en el ambiente artístico, el doctor Claudio Goldini, jefe de terapia intensiva, aclaraba ante los micrófonos de los diversos medios que montaban guardia aguardando novedades: “El señor Julio de Grazia ingresó esta madrugada al hospital con una herida de arma de fuego en el cráneo con orificio de entrada pero no de salida. Inmediatamente se lo llevó al quirófano, donde se le realizó una operación. Se trató de una limpieza quirúrgica y una evacuación de hematoma. Posteriormente fue enviado nuevamente a la unidad de terapia intensiva. El estado actual es de coma, grado tres a cuatro; es decir, grave. Y habrá que esperar la evolución. Su pronóstico es reservado”.
Julio dio pelea durante tres días, pero su corazón dijo basta y falleció el 18 de mayo. Al otro día recibió cristiana sepultura en el Panteón de la Asociación Argentina de Actores en el cementerio de la Chacarita.
“Soy un peón del teatro”
Había nacido el 14 de julio de 1929 en la Ciudad de Buenos Aires. Criado en una familia de artistas, a los 24 años egresó del Conservatorio Nacional de Arte Dramático y enseguida formó parte del elenco del destacado director Pedro Escudero. Hacía gala de la modestia y se autodefinía con esa simpleza de los grandes. “No soy más que un peón, un obrero del teatro”, resumía.
Sorprendió su decisión de quitarse la vida porque hacía unos meses se había reconciliado con su mujer, María Estela Lorca, a quien adoraba, más allá de las opiniones de su hermano Alfonso, también actor y más que destacado, que por motivos muy personales no se llevaba para nada bien con su cuñada y no aceptaba de ninguna forma que volvieran a estar juntos.
Es más, el periodista de espectáculos Guillermo Blanc, de vasta trayectoria, recordó en su momento un cruce entre Alfonso y María Estela -destacada especialista en críticas de cine-. “Su cuñado durante el programa Mediodía con Mauro le dijo textualmente: ‘Lo dejaste solo’”, detalló Blanc. Alfonso nunca fue el mismo luego de la muerte de su hermano. Intentó superar esa dramática situación trabajando mucho. Pero su salud quedó dañada: sufrió un infarto el 28 de noviembre de 2000, mientras vivía con pasión xeneize cómo su Boca Juniors querido se coronaba Campeón del Mundo, al derrotar al siempre imponente Real Madrid en Japón por 2 a 1 con dos golazos de Martín Palermo.
Blanc también había contado en una entrevista una intimidad que conocía acerca de la posición política de Julio: “Había manifestado que si ganaba Carlos Menem se suicidaba. Ahora bien, no sé si este final trágico era cumplir con lo que dijo o salvo que tuviera alguna enfermedad terminal y decidiera no sufrir”, aportó el periodista en diálogo con Teleshow. Coincidentemente, el actor se disparó en la madrugada del lunes 15 de mayo, a horas de las elecciones presidenciales ocurridas el domingo, en las que Carlos Menem, candidato del Frente Justicialista de Unidad Popular (FREJUPO) se impuso al candidato de la UCR Eduardo Angeloz.
Todo terreno
No lo decía, pero quienes lo conocieron bien destacan que sentía orgullo por haber alcanzado el reconocimiento de sus colegas y principalmente del público, y lograr así convertirse en popular, pero a la vez ser distinguido como un profesional de prestigio, dos objetivos que en muchos casos resulta difícil que sean coincidentes.
Estaba viviendo un muy buen momento artístico ya que venía de rodar Billetes, billetes, Sonrisas de New Jersey y Ojos azules, nada menos que en coproducción con Alemania. Era un peldaño más en una carrera llena de pasos importantes: Tacos altos, Todo o nada, Plata Dulce, The Stranger, No habrá más penas ni olvido, Titanes en el ring contraataca, El desquite, Correccional de mujeres, Tiempo de revancha, Minguito Tinguitela papá, La cigarra no es un bicho, Pobre pero honrado, El cura Lorenzo y tantas más, lo que habla de su versatilidad como actor.
En tevé arrancó en los años 60 con Yo soy porteño, Disparate Sociedad Anónima, El soldado Balá, Llegan parientes de España, Operación Ja-Ja… Luego llegarían sus participaciones destacadas de los 80 en Un departamento de comedia, Polémica en el bar, Ruggero, la miniserie Los gringos, Vínculos, Stress…
Su sueño era dirigir cine y lo logró, pero aún en los momentos de plenitud solía repetir: “El éxito es efímero y nosotros también”.