Alejandra Orozco, la clavadista mexicana que comenzó su carrera ‘al revés’: ganando medallas olímpicas

Hace justo un mes, la clavadista mexicana Alejandra Orozco -de 24 años de edad- ganó medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 junto a su compañera Gabriela Agúndez en clavados sincronizados en plataforma de 10 metros.

Para llegar a esta medalla, la Ale Orozco que hoy conocemos tuvo que vivir dos procesos olímpicos –Londres 2012 y Río de Janeiro 2016– y una etapa en la que se preguntaba si sería buena idea tirar la toalla como clavadista.

Alejandra Orozco es la medallista olímpica más joven en la historia del deporte mexicano. Cuando tenía 15 años ganó medalla de plata junto a Paola Espinosa en Londres 2012.

Haber ganado su primera medalla olímpica tan joven ha significado mucha presión para ella porque “¿cómo quedarte con una imagen de la niña de 15 años que logra una medalla y querer que sea así toda la vida?”, se pregunta la atleta tapatía.

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Alejandra Orozco ganó medalla de plata en Londres 2012 cuando tenía 15 años.
Foto: Cuartoscuro.

“Me tocó ver muy chica la otra cara de la moneda. Mi historia fue al revés, empezó con esa medalla olímpica, cuando muchos dicen que es el final o cuando llevas muchos años en esto. Yo con esto empecé. Fue una etapa complicada tener el compromiso y responsabilidad, pero también tener la exigencia personal de decir quiero más, puedo más, tengo 15 años, éste no puede ser mi fin. No tengo que dudar de mí misma. Dejé de disfrutarlo por presionarme a mí misma”.

La clavadista mexicana cuenta que para llegar a Tokio tuvo que mezclar sus dos experiencias pasadas. El debut en Londres -donde obtuvo una medalla de plata con su dupla- y la participación en Río de Janeiro -cuando, también en dupla, quedó en sexto lugar-.

“Ya tenía las dos partes, ya había vivido las dos etapas. Entonces podía sumarlas. Agarrar lo mejor de ambas. De estar arriba y de no estar tan arriba, de esos dos procesos distintos, sumarlos y complementarlos para hacer un tercero todavía mejor. Una Ale más completa, más madura”.

Ahora, Alejandra Orozco asegura que le siguen gustando los clavados y que en esta ocasión disfrutó el proceso. “Con lo bueno, con lo malo también, pude crecer como persona tanto dentro, como fuera de la alberca”.

Una dupla que soñaba desde 2017

Después del sexto lugar en Río de Janeiro, Alejandra se cuestionaba si seguir en el deporte. Al convencerse de ir por otro ciclo olímpico comenzó a trabajar en 2017 para cumplir su sueño de Tokio 2020.

“En 2017, Gaby y yo platicamos y decidimos que queríamos juntarnos, hacer esta mancuerna para llegar a Tokio. En ese momento fue un sueño, luego un compromiso de una con la otra. Al principio estábamos a distancia, ella en Baja California Sur, yo en Guadalajara”, cuenta Orozco a Animal MX.

Por ello, la dupla tenía que ir y venir a las sedes de los entrenamientos de la otra y esto implicaba mucho tiempo, dinero y esfuerzo.

En 2018, la dupla comenzó a competir internacionalmente. Para 2019 participó en la Copa del Mundo de Gwuangju, en Corea del Sur, donde se posicionó en noveno lugar.

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En mayo de este año, Ale Orozco y Gaby Agúndez compitieron en la Copa Mundial de Tokio, donde obtuvieron una de las cuatro plazas para los Juegos Olímpicos.

Finalmente, en junio, la Federación Mexicana de Natación les confirmó que serían la dupla elegida para competir en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

“Una vez que completamos ese sueño de ya estar en Tokio, ahora sí fue: vamos a dar el extra para poder regresar con algo más, no queríamos conformarnos con solo una participación, sabíamos que habíamos entrenado”, cuenta Ale.

E insiste: “Después de tantos, de miles de entrenamientos de clavados, de volumen, de todo, decíamos que faltan 5 clavados más. Hay que ir uno por uno”. Y así fue.

Ahora, Alejandra Orozco es parte del selecto grupo de nueve deportistas mexicanos que han sido multimedallistas en la historia de los Juegos Olímpicos.

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El momento de la final en Tokio 2020

Ese 27 de julio de 2020, Alejandra Orozco no había mirado el tablero en toda la competencia para saber en qué posición iban.

Clavado tras clavado, salían de la alberca, Ale leía el rostro de Gaby y escuchaba algunas palabras “clave” de su compañera para darse una idea de cómo iban.

“No sé, es un tema de concentración. Yo no llevo la tabla. Me gusta pensar más en mi técnica, en mis clavados y al final ver cómo va la competencia”, cuenta la clavadista tapatía.

Las clavadistas mexicanas cargaban presión para dar resultados, pues sus compañeros de femenil y varonil que compitieron en sincronizados de 3 metros habían quedado relegados del medallero.

Y se podía sentir la presión. En la historia de México, el deporte de clavados ha otorgado 15 medallas en las Olimpiadas -una de oro, siete de plata y siete de bronce-, lo que lo convierte en el deporte con más medallas olímpicas.

Ale Orozco y Gaby Agúndez competían contra las otras 7 mejores parejas en la final: Canadá, Gran Bretaña, Estados Unidos, Malasia, Japón, Alemania y China.

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Tras una hora de competencia, Ale Orozco y Gaby Agúndez tiraron su quinto y último clavado. Les dieron sietes de calificación. Ale salió escuchando por los micrófonos los sevens y, mientras, miraba a su compañera como preguntándose si era bueno o malo.

Salimos del último clavado y sentimos que lo habíamos hecho muy bien. Entonces en ese momento le pregunto a Gaby ‘¿como vamos?’ y ella fue la que me dijo ‘vamos un punto abajo de Japón’. Entonces le dije ‘¿hay posibilidad?’ y me respondió ‘sí, sí hay posibilidad'”, cuenta la clavadista.

Después vino el momento que todo mundo vio en internet, cuando las niponas tiran su último clavado, pero no es tan bueno. Entonces las mexicanas se abrazan, se ríen y disfrutan el momento.

La dupla conformada por una sudcaliforniana y una tapatía se había ganado la medalla de bronce, por detrás de las chinas -una de ellas, Quan Hongchan, que en la prueba individual de 10 metros obtuvo en dos ocasiones una calificación perfecta- y de las estadounidenses.

“Nos adelantamos (con la celebración), pero también era el no poder aguantar la emoción porque lo habíamos buscado tanto, trabajado tanto, que sentirlo tan cerca fue como un todo vale la pena. Fue toda esa parte emotiva. Esa parte de risa y también nunca nos dimos cuenta (que nos estaban grabando), no pensamos en la cámara, la verdad, entonces fue muy natural, muy espontáneo, lo vamos a recordar con mucho cariño” dice Orozco.

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