Autoestima: cómo ser feliz con una misma
¿Cómo me siento acerca de mí misma? ¿Cómo me veo física y emocionalmente? ¿Cuáles son mis virtudes y cuáles mis defectos? ¿Cuáles son mis fortalezas y cuáles mis debilidades? Preguntas básicas para saber si nuestra estima de nosotras mismas es alta o baja.
En su libro "Growing Ourselves Up: A Guide to Recovery and Self-Esteem", el psicólogo Stanley J. Gross explica que la valoración de uno mismo se construye en la familia de origen, y la divide en dos grandes conceptos: la autoestima global (quiénes somos) que es constante, y la autoestima situacional (qué hacemos), que fluctúa en función de las circunstancias y los acontecimientos.
Según él, la baja autoestima es una evaluación negativa de uno mismo, que suele ocurrir cuando alguna circunstancia que nos encontramos en nuestra vida toca afecta sensibilidad. Personalizamos el incidente y la experiencia física, emocional y cognitiva.
Esto nos resulta tan alarmante y confuso que podemos responder con acciones autodestructivas. Nos volvemos reactivos, impulsivos, porque nos sentimos bloqueados emocionalmente y molestos. La capacidad de reflexionar se estrecha, perdemos nuestro sentido del 'yo' y nos enfocamos en recuperar el control.
El asunto es, cuando esta especie de efecto dominó se desata, cómo detenerlo. Obviamente si detectamos que no podemos solos deberíamos pedir ayuda profesional, pero muchas veces esto se da con baja intensidad y quizás podamos manejarlo sin ayuda.
Según Gross, hay que realizar varios pasos. Lo primero es identificar los factores desencadenantes de la baja autoestima. Por ejemplo, la crítica que nos conduce a significados negativos sobre nosotros mismos que conllevan sensación de derrota. Si nos enfrentamos a nuestro miedo de hacerlo y a las creencias negativas acerca de nosotros mismos que sustentan los significados negativos podemos llegar a buen puerto.
Lo siguiente es tratar de frenar la velocidad de la personalización mediante el uso de técnicas de relajación y respiración, que son autocalmantes de la excitación que nos produce sentirnos fuera de control. Esto nos permitirá interrumpir la reacción automática. Parar y tomar nota; prestar atención a la familiaridad del impulso, reconocer que nuesta tendencia es una reacción exagerada. La conciencia puede ayudarnos a retrasar nuestra reactividad.
Otro paso es desarrollar habilidades como proveernos nuestra propia seguridad, aprender a tolerar la confusión (propia y ajena), tratar de pensar en tonos de gris; todo esto elevará la autoestima mediante el aprendizaje y el uso de estas habilidades esenciales para la vida.
Otra de las claves es desarrollar la receptividad y salir del ensimismamiento: prestar mayor atención a las palabras de los otros y sus significados. De esta manera actuaremos más a conciencia y empatizaremos con las necesidades de los demás.
No será tarea sencilla, pero el crecimiento personal es un trabajo que no debería ser eludido. Nos sentiremos mucho mejor.
En Twitter @aleherren
Quizás te interese:
Personas tóxicas
Sinestesia: escuchar los olores, mirar los sonidos
Estar o sentirse sola