¿Todavía no camina?
Aunque tratemos de disimularlo, es inevitable que las mamás nos sintamos orgullosas y queramos lucirnos hablando de las proezas de nuestros hijos. Tengo ciertas remembranzas de cuando mi retoño más pequeño comenzó a caminar. Tenía 11 meses y yo sentía que era la más veloz del mundo (respecto de su nivel madurativo). Sin embargo, luego tuve que esperar tres años y medio para que dejara el chupón (fue cuando pensé que era la más lenta).
También recuerdo cuando una amiga estaba muy preocupada porque su bebé, de 18 meses, no quería saber nada con pararse y caminar. Más se inquietaba ella, y menos el niñito quería apoyarse sobre sus dos pies. Se arrastraba por toda la casa juntando pelusa en sus rodillitas. Y mi amiga Ana llamaba al pediatra constantemente para que le confirmara que su hijo no tenía un problema motriz, "Es sólo cuestión de tiempo", le aseguraba una y otra vez.
Estoy segura de que ese crecimiento, un tanto más lento, no hubiera sido tan terrible para mi amiga sin los comentarios gratuitos de la gente que la rodeaba. ¡Porque la gente siempre habla!
¿Quién decretó que todos tenemos que ser iguales? ¿Que deben caminar al año y aprender a leer a los seis?
Muchas veces la ansiedad nos juega o, mejor dicho, les juega en contra a los hijos. Es no poder comprender que para que las cosas salgan bien necesitan madurar, haciéndose de una buena estructura.
En la mayor parte de los casos, el desarrollo de los chicos no se trata de una cuestión de inteligencia o rapidez. Ni tampoco, de que sea mejor o peor que los otros niños. Con la experiencia de ser madre me di cuenta de que cada uno necesita sus tiempos, hacerlo a su modo. Debemos respetar y acompañar a nuestros chicos en ese camino.
De todas maneras, podemos estimularlos para que desarrollen aún mejor su inteligencia.
Hay varios recursos para hacer que a ellos les ayudará a sentirse más seguros. Pero antes que nada es imprescindible hacer un previo control con el pediatra para que nos asegure que todo está en orden.
Consejos:
Tomarlos de sus manitas y llevarlos a caminar, despacio, a su tiempo.
Dejar que sean muy curiosos, siempre que se los cuide de cerca; y facilitarles objetos que les llamen la atención pero en algún sitio en el que deban pararse para agarrarlos.
Son comunes los accidentes en esta etapa. Lo ideal es no sobreexaltarse cuando se golpean (siempre que no se trate de algo grave), porque pueden asustarse mucho. Es mejor tomarlo con la mayor naturalidad posible.
No dejarlos descalzos en calcetines porque pueden pegarse un resbalón. Además, no se sentirán seguros al pisar. Lo mejor es ponerles los zapatos o las zapatillas, siempre que les sienten cómodos.
Felicitarlos y aplaudirlos cuando hacen un logro.
Nunca enfadarse porque no puedan hacerlo. La clave es tenerles paciencia sin apurarlos ni sobreprotegerlos.
En síntesis, siempre sirve acompañar a los chicos en cada etapa de crecimiento, pero no es necesario hostigarlos con ansiedades que tienen que ver más con los adultos que con las necesidades de los pequeños. Después de todo, tarde o temprano todos aprendemos caminar, hasta el hijo de mi amiga Ana, que vive correteando de acá para allá.
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