Lástima y compasión: ¿cuál es la diferencia?
Muchas veces en este blog hablo de la compasión como una cualidad que nos permite relacionarnos de manera más amorosa y comprensiva, no sólo con los demás sino también con nosotros mismos. Pero al leer los comentarios me quedo sorprendida porque mucha gente confunde la compasión con la lástima. Aunque en el diccionario parecen sinónimos, no lo son.
Se puede sentir lástima cuando algo se echa a perder (por ejemplo, la comida en el fondo del refrigerador). Pero no se puede sentir compasión por la comida. Se puede sentir lástima por una persona (por ejemplo, al ver a alguien que vive en condiciones miserables), sin embargo, de acuerdo a mi experiencia, casi siempre la lástima está asociada a la culpa pues reafirma la “superioridad” de uno y la “inferioridad” del otro. La compasión, en cambio, nos permite reconocer que compartimos la misma condición humana y que somos vulnerables.
Compasión es “sentir con el otro”, pero ocurre a un nivel más profundo que el de la mera situación que ocupamos en la escala social, moral, económica o cultural. Quien es compasivo no siente lástima, siente empatía, se conmueve con el otro porque aunque no haya estado en la misma situación (sea positiva o negativa), se reconoce en esa vulnerabilidad y la entiende. La persona compasiva se conecta con el otro y siente el deseo de ayudarlo o de compartir. Quien siente lástima cultiva la culpa, toma distancia y se refugia en la jerarquía superior-inferior para aliviar la tensión interna que le provoca la confrontación.
Creo que gran parte de los problemas de apatía o indiferencia se debe a la confusión entre lástima y compasión. La lástima es pesimista; nos hace pensar que no hay nada que hacer por uno mismo ni por el otro, que la situación ha sido, es y será inamovible. La compasión implica optimismo, pero no en el sentido ñoño y edulcorado que de la gente ilusa que siempre sonríe aunque no sepa por qué. La compasión tiene en su DNA los factores cambio y esperanza.
Cuando sentimos compasión, el sufrimiento de los demás nos mueve a querer ayudarlo o al menos a comprenderlo sin juzgarlo. Lo mismo con la alegría, nos permite compartirla sin sentir envidia. En una educación sin compasión se deja que los bebés lloren como medio de disciplina (!!!!) porque a un tipo maltratado se le ocurrió que los bebés necesitaban “entrenamiento” en lugar de apego o cariño; en una sociedad sin compasión se enseña que los animales y cualquier ser vivo con el que no se comparte origen, raza o posición social puede ser considerado un inferior o un enemigo; en un familia sin compasión se olvida a los ancianos, se reprueba al que tuvo un mal día y se envidia o se destruye al que tiene éxito en sus proyectos personales.
Hace muchos siglos que venimos cultivando la lástima, la tenemos muy a la mano y la usamos como quien usa el viejo cuchillo de la cocina para reparar puertas, autos, cañerías o instalaciones eléctricas. En el fondo de la caja de herramientas emocionales está la compasión, sólo hay que volver a usarla de manera consciente a través de la práctica.
No se puede pedir al otro lo que no se está desarrollando en y con uno mismo. La compasión se desarrolla a partir de la autocompasión, necesaria en nuestras relaciones y también en nuestra salud. Tan es así que estudios recientes han mostrado que al disminuir la autocrítica se reduce el nivel de las hormonas del estrés y se fortalece nuestro sistema inmune.
¿Qué es la autocompasión?
- Es mirar los problemas y las debilidades en la justa dimensión, sin vanagloria ni dramatismo; es saber reaccionar con amabilidad y no pone por delante sus prejuicios.
- Implica autoconciencia, eso quiere decir que conocemos los patrones (emocionales, de conducta y de pensamiento) que nos fueron heredados y que deseamos cambiar o conservar. También implica reconocer nuestras fortalezas y nuestras carencias para no proyectarlas en los demás injustamente.
- Significa que uno es amable consigo mismo y que no se burla del fracaso ni es indiferente al sufrimiento, sea propio o ajeno, que no hace recriminaciones culposas sobre lo que "debería" haber ocurrido. Es saber poner las cosas en perspectiva para actuar con más conciencia la próxima vez que ocurra cierta situación.
- Es la habilidad de verse a sí mismo como un ser vulnerable; en esa medida, todos compartimos una misma condición: nadie es perfecto, todos cometemos errores, no estamos solos en nuestros logros pero tampoco en nuestras fallas.
- La autocompasión nos permite aceptar la responsabilidad que nos corresponde en las situaciones negativas. Eso evita que nos obsesionemos con nuestros errores o actuemos a la defensiva cuando alguien o algo nos confronta.
Twitter: @luzaenlinea
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