¿Víctima o responsable de tu vida?

Últimamente he puesto en mi radar un objetivo: identificar situaciones personales en las que suelo victimizarme en lugar de tomar la responsabilidad que me corresponde. En esa tarea también he aprendido a identificar cómo es que ese mecanismo funciona en los demás y de qué manera podemos transformarlo en una toma de conciencia.

Pasar de la victimización a la responsabilidad, un proceso de autoaceptación/ Foto: iStockphoto
Pasar de la victimización a la responsabilidad, un proceso de autoaceptación/ Foto: iStockphoto

La victimización nos lleva a pensar que cuando hay un problema en una relación, “la culpa” es del otro. Por un lado, esa reacción nos brinda una especie de consuelo interior (yo no fui, no es mi culpa, él o ella me hizo esto o lo otro), de ahí que sea la salida más sencilla. Algunos terapeutas dicen que ese mecanismo nos alivia porque nos remite a un estado infantil en el que los demás son responsables de lo que a uno le ocurre.

Si tomamos distancia, veremos que la victimización nos permite reconocer situaciones del pasado en las que no recibimos comprensión o contención, es como si trajéramos al presente ese momento en que nuestras necesidades no fueron respetadas, nuestro sufrimiento no recibió consuelo o nuestros miedos fueron mal comprendidos.

¿Cómo transformar la victimización en responsabilidad?

El primer paso, como en todo proceso subjetivo, es aceptarnos tal y como somos, con nuestras fallas, limitaciones y debilidades. Nadie es perfecto, excepto cuando lo idealizamos; idealizar a los demás nos hace sentir “en falta” y nos impide vernos en nuestra justa dimensión. Esa idealización nos hace sentir que “deberíamos” ser perfectos para no ser rechazados.

Nos cuesta mucho trabajo aceptar que cometemos errores, que a veces somos hirientes, que tenemos limitaciones. Esto se debe a que no sabemos valorarnos y aceptarnos, a que oscilamos entre la idealización y la negación. La idealización de nosotros mismos nos distancia de los demás; pensar que no le hacemos daño a nadie, que siempre somos justos y generosos, convierte a los demás, por oposición lógica, en “malos” o malintencionados. En el otro extremo, la negación de nosotros mismos nos denigra, nos hace pensar que no somos dignos de interés, nos culpabiliza y nos hace sentir que no merecemos ser amados.

La victimización nos lleva a relacionarnos a partir de esos extremos, entre la idealización y la negación, y evita que veamos la realidad, que comprendamos los matices de la vida, que valoremos a los demás y, sobre todo, a nosotros mismos tal y como somos.

Aceptarse y conocerse es el primer paso hacia la responsabilidad, es lo que nos permite hacer a un lado esa imagen que queremos mostrar a los demás para no ser rechazados. Convertir la victimización en responsabilidad implica estar dispuestos a mirar nuestras heridas del pasado como aprendizajes para el futuro. Las situaciones pasadas en las que no fuimos aceptados o comprendidos son muy parecidas a las circunstancias en las que solemos victimizarnos y nos resistimos a asumir la responsabilidad. Creo que al tomar consciencia de ello, nos damos la oportunidad de resignificar el pasado y vivir mejor el presente.

Twitter: @luzaenlinea

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