Boy Scouts: la desgarradora historia de un niño que se quitó la vida por un abuso atroz

Cartel promocional de 'Los archivos secretos de los Boy Scouts de EE. UU' (cortesía de Netflix)
Cartel promocional de 'Los archivos secretos de los Boy Scouts de EE. UU' (cortesía de Netflix)

Netflix tiene un nuevo documental capaz de hervir la sangre a cualquiera. Porque Los archivos secretos de los Boy Scouts de EEUU refleja a lo largo de hora y media la negligencia e impunidad que bañan los miles de casos de niños que sufrieron abusos sexuales dentro de los Boy Scouts. Miles de infancias rotas y vidas adultas afectadas por el trauma sin que existan consecuencias que les haga justicia. Y si bien el relato de cada víctima resulta devastador, existe un caso que resume las terribles ramificaciones del abuso, destrozando vidas a su paso.

Dirigido por Brian Knappenberger (Justicia para el pequeño Gabriel), el documental utiliza como punto de partida los conocidos como ‘Archivos de la Perversión’. Un nombre terrible pero que define justamente de qué se trata: una lista de presuntos pedófilos y casos de agresión dentro de la organización de Boy Scouts de EE. UU. que se remontan a 1919, y que durante décadas se mantuvieron confidenciales y no se hicieron públicos hasta 2012. No se compartieron ni con los padres que enviaban confiadamente a sus hijos de campamento, ni con la policía o autoridades. En otras palabras, unos documentos que evidenciarían que los Boy Scouts -una institución asociada con valores de familia, amistad, coraje y liderazgo- era conscientes de sus vulnerabilidades a la hora de filtrar abusadores y exponer a los niños en consecuencia. Por eso, cuando por fin se liberaron, hubo una avalancha de demandas con nada menos que 82.209 reclamaciones.

Se trata del caso de abuso sexual infantil más grande dentro de una sola organización en la historia de EEUU. Esto llevó a que la organización se declarara en bancarrota en 2020.

De esta manera, para unificar los casos con los archivos y explicar la historia, el documental recurre al testimonio de Michael Johnson, un ex detective criminal especializado en crímenes sexuales que aceptó trabajar para los Boy Scouts como Director de protección de la juventud. Su función era recomendar políticas que mantuvieran a los millones de miembros scouts seguros de abusos por parte de líderes, voluntarios adultos o compañeros scouts.

Hasta que abandonó su puesto en 2020 para apoyar a las víctimas. A lo largo del relato comparte cronológicamente su estupefacción ante el hallazgo de estos archivos, así como sus intentos por encontrar soluciones y las vías por dónde la organización se habría ido escabullendo del problema. Básicamente, sus palabras resumen el horror que desprende este documental cuando asegura a la cámara: ‘¿Quieren la verdad o lo que me dijeron que dijera?’

Sin embargo, entre todos los casos que exponen la dolorosa carga del trauma y la vergüenza, surge uno que define las ramificaciones de un horror semejante. Uno que define la tristeza e impotencia que contagia la pieza documental. Porque la víctima no pudo lidiar con el trauma, ni está presente para ver cómo su voz importaba.

Richard Schultz en 'Los archivos secretos de los Boy Scouts de EE. UU.' (cortesía de Netflix)
Richard Schultz en 'Los archivos secretos de los Boy Scouts de EE. UU.' (cortesía de Netflix)

En un momento del documental, el periodista Patrick Boyle expone las alianzas que los Boys Scouts formaron durante un tiempo con diferentes religiones, desde la iglesia católica a la mormona (aunque esta última cortó sus lazos en 2018 después de que los Scouts admitieran a mujeres, personas transgénero y homosexuales). Y fue precisamente a través de la alianza con la iglesia católica que Christopher Schultz conoció a su abusador.

Richard, el hermano de Christopher, se encarga de contar la historia en el documental, revelando que ambos sufrieron abusos por parte de Edmund Coakley, un sacerdote local, maestro de escuela y líder Scout. “Yo era un blanco para él, pero para ser usado para llegar al blanco real: mi hermano”, explica. “Mi hermano era su víctima preferida”.

Coakley se ganó la confianza de la familia y se llevó a los niños de campamento en 1978. Según explican artículos del pasado, como una pieza de The Record de 2012, el abusador se llevó a Richard primero, obligándole a posar para fotos explícitas. Siete semanas después hizo lo mismo con Christopher pero, en este caso, cometiendo “actos sexuales sadomasoquistas graves”. El pequeño tenía tan solo 12 años y la atrocidad de los actos implosionaron en él y toda la familia en consecuencia. Porque según los horrores que detallan los mismos documentos publicados por la asociación, y que apuntaba The Record hace más de una década, los abusos continuaron “durante meses”.

El mismo artículo detalla que Christopher comenzó a sufrir ataques de pánico, y se autolesionaba hasta el punto de necesitar visitas a la sala de urgencias del hospital. Incluso habría sido ingresado varias veces en la unidad psiquiátrica. Además, había empezado a experimentar alucinaciones auditivas y visuales. “Veía y oía al hermano Edmund recordándole que no debía contar nada porque, si no, lo mataría”, recuerda su hermano en el documental. Su madre, Margaret, era enfermera y tenía tanto miedo de que se hiciera daño que no lo dejaba solo en casa ni para ir al supermercado.

Finalmente los niños contaron a su madre “partes” de lo que habían sufrido y el matrimonio denunció el abuso a la iglesia y los oficiales de la escuela en el otoño de 1978. Coakley fue destituido y enviado a la sede de los Hermanos Franciscanos de los Pobres, con sede en Ohio (solo lo cambiaron de estado). Según The Record, la familia aceptó la oferta de la iglesia de proveer asistencia financiera para cubrir los costes médicos del cuidado de Christopher si mantenían el asunto en secreto. Pero las facturas se acumularon y el dinero no llegó.

Y así, diez meses después de haber sido agredido por primera vez, Christopher bebió una pequeña botella de aceite de gaulteria que encontró en el botiquín de su casa. “No vale la pena vivir”, le habría dicho a una enfermera de la sala de emergencias, según la demanda presentada contra los Boy Scouts que detalla The Record. Murió a la mañana siguiente.

A continuación, la familia recibió amenazas de que iban a ser excluidos por la iglesia y la comunidad si no dejaban de hablar del tema y señalar a las organizaciones. Richard tuvo que crecer con la culpa de no haber protegido a su hermano pequeño, cuestionándose qué hubiera pasado si hubiera contado su propia experiencia. Y el matrimonio se derrumbó tras la muerte. Margaret cargaba la culpa de no haberlo salvado siendo enfermera, y el padre rara vez iba al cementerio, sintiendo que había fallado en su rol de padre protector. Ambos se hundieron en “agonía mental”.

El abuso “fue como una explosión que destruyó a mi familia”, dijo Richard Schultz, vía The Record, quien decidió ser policía para “proteger a la gente que necesita protección”. La familia demandó a los Boy Scouts en Nueva York, donde estaba el campamento, pero la Corte Suprema decidió que el caso pertenecía a Nueva Jersey. Luego, en 1984, la Corte Suprema de Nueva Jersey decidió por 4 votos a 3 que la “inmunidad caritativa” protegía de responsabilidad a la mayoría de las organizaciones sin fines de lucro y sus voluntarios. Coakley murió en 1988 mientras vivía en Arizona.

En la actualidad, los Boy Scouts salieron de la quiebra y se encuentran en proceso de llegar a un acuerdo de 2,460 millones de dólares con los demandantes. Y mientras tanto Los archivos secretos de los Boy Scouts de EEUU expone la gran herida que todavía cargan las víctimas, así como el horror que actúa como efecto dominó sobre las familias y seres queridos, mientras todavía siguen esperando justicia. Porque según explica el documental, la mayoría de supervivientes no saben cuánto recibirán de compensación ni cuándo.

Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.

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