Brendan Fraser pagó caro el afán de querer ser estrella

LOS ANGELES, CALIFORNIA - 15 ENERO: Brendan Fraser asiste a la 28 edición de los Critic Choice Awards el 15 de enero de 2023 en el Fairmont Century Plaza, Los Ángeles, California (Foto: Axelle/Bauer-Griffin/FilmMagic via Getty Images)
LOS ANGELES, CALIFORNIA - 15 ENERO: Brendan Fraser asiste a la 28 edición de los Critic Choice Awards el 15 de enero de 2023 en el Fairmont Century Plaza, Los Ángeles, California (Foto: Axelle/Bauer-Griffin/FilmMagic via Getty Images)

Brendan Fraser ha vuelto por todo lo alto a Hollywood. Tras años alejado de las cámaras y los focos, el actor de La momia es uno de los favoritos al Óscar gracias a su trabajo en La ballena, la última película de Darren Aronofsky donde interpreta a un profesor con obesidad severa que, en pleno proceso autodestructivo, intenta reconectar con su hija. Su regreso le ha dado una amplia exposición en medios, lo que le ha permitido recordarnos su pasado, sus trabajos míticos, o señalarnos que, aunque le veamos de nuevo entre bambalinas, su vida en la industria del cine no ha sido ningún camino de rosas.

Así ha sido su reciente entrevista con The Telegraph, donde, aparte de charlar extendidamente sobre su vuelta en las altas esferas de Hollywood, se sinceró sobre la incomodidad que sintió en sus años de éxito y cómo este malestar le condujo a la destrucción física. Según Fraser, cuando se ganó el favor del público con títulos como George de la selva o la trilogía de La momia, percibía que el estrellato le había llegado de forma demasiado sencilla e inmerecida, sintiendo que debía esforzarse para no decepcionar y cumplir las expectativas que había puestas en él.

De esta forma, se empeñó en trabajar su físico y realizar él mismo las secuencias de acción y los momentos más duros e intensos de sus películas, puesto que quería que sus actuaciones fueran “físicas” y que su presencia en pantalla “ya fuera en una pelea, baile o comedia, tuvieran un elemento de autosacrafio”. Sin embargo, este empeño tuvo consecuencias fatídicas para su salud y su carrera. “No fue muy inteligente por mi parte”, reconocía Fraser a The Telegraph. “Me hice un poco de daño en los años en los que hice mis propios trucos de acción y necesité un arreglo quirúrgico de mi columna vertebral y bisagras”.

El actor lo ejemplifica remitiéndose a 2003, cuando optó al papel de Superman en el reinicio que planeaba Warner con Superman Regresa. Dicho rol cayó finalmente en manos de Brandon Routh mientras la productora le ofreció a Fraser protagonizar Looney Tunes: De nuevo en acción, lo que, irremediablemente, le llevó a pensar que no estaba físicamente a la altura y a insistir a que en esta cinta familiar debía “mostrar lo real”. Rememorando los sentimientos que experimentó por aquel entonces, admite que “absolutamente había autodesprecio” y que, de algún modo, “sentía que merecía una paliza” y ser él mismo quien “diera el primer golpe”.

Su forma de actuar, y sobre todo esta sensación de menosprecio a sí mismo y a su trabajo, se entiende mejor si valoramos los abusos que experimentó en la industria un año antes, cuando Philip Berk, expresidente de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood que entrega los Globos de Oro, presuntamente lo agredió sexualmente. Aunque su punto crítico en Hollywood llegaría varios años después, cuando rodó La momia: La tumba del emperador dragón y llevó sus exigencias físicas a un extremo ya inasumible.

“Cada mañana me ponía como un gladiador, con cintas musculares y bolsas de hielo pegadas a mi cuerpo que me colocaba como un exoesqueleto tipo Transformer solo para rodar la escena”, contaba sobre la indumentaria que vestía para rodar, recibir un no parar de golpes y sentir que se estaba ganando el salario millonario que el estudio le pagaba por protagonizar esta saga de aventuras, que por aquel entonces ascendía hasta los 10 millones de dólares.

El proceso le llevó a someterse a varias intervenciones quirúrgicas durante casi siete años, como su comentada operación de la columna vertebral, una reparación de sus cuerdas vocales, un reemplazo parcial de rodilla o una laminectomía lumbar para extirpar parte del hueso inferior de la espalda. “Y eso me costó mucho. Sabía que mejoraría, pero tomó mucho tiempo”, matizaba el actor.

No obstante, hoy en día, echando la vista atrás, al físico que lucía en sus comienzos en Hollywood con películas como George de la selva, siente que el paso del tiempo ha curado este problema que ha arrastrado durante años. “Soy mayor ahora; No tengo el aspecto que tenía en esos días, y no necesariamente quiero tenerlo”, continuó Fraser. “Pero he hecho las paces con quien soy ahora. Y me alegro de que el trabajo que puedo hacer se base en una realidad emocional que no es mi propia vida, pero con la que me puedo identificar mucho”.

Sin duda, el relato de Fraser es otro ejemplo de la dureza de las altas esferas de Hollywood, en cómo las cámaras, los focos y el éxito a veces conducen a obsesiones y aspiraciones de perfección inalcanzables con consecuencias fatídicas. Por suerte, él ha podido salir a flote y regresar a la cresta de la ola gracias a un trabajo como La ballena. Aunque no todos pueden presumir de tener esa suerte.

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