Cobra Kai, la trampa de la nostalgia en una serie de machitos karatecas
Lo que empezó como un truco nostálgico se ha convertido en una verdadera obsesión: ‘Cobra Kai’ pasó de ser un gustito culpable de fans de una medianita película ochentera, a ser una máquina de hacer dinero en plataformas de streaming. Si bien no se trata de un producto de mucha calidad, esto no importa: los fans de la saga original son completamente acríticos en lo que a este producto refiere, y habiendo sido desarrollado originalmente para YouTube Premium, después de dos temporadas se trasladó el 28 de agosto de 2020 a Netflix, lo que le dio una audiencia mucho más amplia. Una historia de superéxito para un producto mediocre, que se ceba en la tendencia de que todo lo que pegó en los ochenta y noventa sigue reapareciendo en un loop, que sigue generando dinero.
Pero vayamos por partes. ¿Realmente ‘Cobra Kai’ merece que se le clasifique como mediocre? ¿O es solo que reproduce fielmente los elementos de la serie original de películas, que eran efectivamente complacientes, irreales y estrictamente para adolescentes machitos y heterosexuales? ¿O que es una válvula de escape en un año particularmente difícil como lo fue el pasado para entretener la testosterona sin necesidad de pensar?
El equipo creativo detrás de ‘Cobra Kai’ partió de una premisa que podría sonar como escarbar en el fondo del bote de ideas: "¡Hey! ¿Qué pasaría si Johnny Lawrence, el villano racista clasista machista y sexista de ‘The Karate Kid’, fuera en realidad el héroe y Daniel LaRusso, el chavito buena onda que aprende todo de un sensei sorpresa fuera el que estaba en el error?” – Por estúpida que parezca la idea, dio origen al melodrama de mediano presupuesto, con caras familiares, guiones superficiales y media hora de duración, lo que hace que el producto sea ideal para esos maratones en los que el espectador, desde su sofá se atasca de algo, llevándolo a trascender para convertirse en tendencia y hasta oportunidad de negocio: en un mundo en el que todo es vuelta al pasado (‘Will & Grace’, ‘Magnum P.I.’, etc), este es un verdadero hito, aunque tenga la consistencia de un algodón de azúcar y aún menos sabor.
‘Cobra Kai’ es un producto sin exigencias, entretenido, que los creadores Josh Heald, Jon Hurwitz y Hayden Schlossberg han acercado lo suficientemente a la saga original, pero sin hacerle modificaciones que sean muy drásticas (como pasó con las tres películas que sacó la franquicia ‘Star Wars’) como para alejar a su target original: los que fueron adolescentes en 1984 cuando se estrenó la cinta original protagonizada por el entonces desconocido Ralph Macchio, el infravalorado Noriyuki ‘Pat’ Morita y dirigida por el mismo director de ‘Rocky’ (1976), John G. Avildsen, un cineasta de medio pelo y baja estofa que después de ganar el Oscar (inexplicablemente arrebatándoselo a Sidney Lumet por ‘Network’, director y cinta que debieron realmente ganar ese año) se dedicó específicamente a hacer cine barato, chantajista, ‘con mensaje’ y ‘buena onda’, mientras se hundía en el fondo de una botella de Bourbon.
Fueron adolescentes y siguen teniendo gustos adolescentes, habría que apuntar. Heald, Hurwitz y Schlossberg lo previeron y su secuela-reboot se se volvió viral, saltó a la cima de la lista de programas más vistos de Netflix y alimenta la obsesión colectiva por mantener vivos los mitos pop de una era que no se distinguió tampoco por ser la época del mejor gusto, amén de contagiar a las nuevas generaciones de los gustos paternos, antes de estimular los propios.
Quizá para apreciar plenamente el fenómeno de ‘Cobra Kai’, habría que entender la profunda conexión que los chavitos de esa época tenían con la película original, que mostraba a un joven víctima de bullying poniendo en su sitio a los malos, mediante las artes marciales que aprende de un anciano japonés llamado Mr. Miyagi. Así, Daniel-san no solo se venga de sus torturadores, sino que también consigue a la chica (Elisabeth Shue, que reaparece en la temporada 3), encuentra confianza en sí mismo y aprende algunas lecciones sobre la vida, la bondad y cómo ser (ostensiblemente) un buen hombre.
‘Karate Kid’ se convirtió en un fenómeno de la cultura pop y obtuvo elogios del público por su historia inspiradora. También impulsó la popularidad del karate en Estados Unidos y otros países, con un número incalculable de niños que se inscribieron en clases para ser como Daniel-san. Sin embargo, después de algunas secuelas mediocres (una con Hilary Swank, nada menos), y una nueva versión (con el hijo de Will Smith), parecía que la franquicia por fin podría descansar en paz... hasta la llegada de ‘Cobra Kai’, que, ante todo, se aprovecha de la nostalgia que los espectadores y usa el flashback indiscriminadamente; de hecho, la primera escena del primer episodio de la primera temporada, es literalmente una secuencia del filme original.
A partir de ahí, los flashbacks son frecuentes. Aparecen personajes familiares. Se reabren viejas heridas. Sin embargo, no todo es nostalgia. Los escritores del programa, sabiamente, no intentan simplemente repetir la gloria pasada ni tampoco se limitan a continuar la historia. Ralph Macchio, que como actor adulto no tuvo éxito en nada de lo que emprendió, está de regreso como un LaRusso ahora adulto, quien, según se ve, se ha convertido en un exitoso vendedor de automóviles. También regresa William Zabka como Johnny, que convertido en un alcohólico, en un esfuerzo por reiniciar su vida, decide reiniciar el antiguo dojo Cobra Kai donde aprendió artes marciales. Naturalmente, los dos reavivan su antigua rivalidad. Para darle al programa un atractivo para el público centennial, sus hijos también se involucran en el drama.
Johnny sigue siendo un fanático de la pelea, pero se han agregado capas a su personaje previamente unidimensional y maniqueo a medida que los escritores del programa intentan demostrar, aunque sin excusa, por qué es el idiota que es. Zabka, por su parte, maneja muy bien la oportunidad (desde luego, en 35 años no había sido nadie, como Macchio). De manera similar, vemos un nuevo lado de Daniel-san, quien fue santificado en la original, pero aquí demuestra que su tenacidad no era necesariamente una virtud – sino que era necedad y egocentrismo.
La nostalgia, finalmente, es la razón por la que millares de hombres heteros, blancos y privilegiados, están obsesionados con ‘Cobra Kai’. Uno supone que eso también es la razón por la que siguen cantando, en voz alta, la igualmente impresionante banda sonora de los ochenta de la serie, que parece atascada (a propósito) en un mundo a medias, que en loop, busca hacer que sigan abriendo la billetera y paguen, para retener esa ilusión de cuando no tenían responsabilidades.
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