Cómo comerse de cinco bocados Alicante, la flamante Capital Española de la Gastronomía 2025
Debajo de las murallas del castillo de Santa Bárbara, en lo más alto de Alicante, puede verse desde hace mil años la Cara del Moro, la faz de un príncipe musulmán que, según la leyenda, no quiso que su hija tuviese amores con un cristiano y que, después de ahorcar al chico, no pudo impedir que la niña se precipitara enloquecida al vacío, cayendo tras ella. Últimamente, esa cara se ve diferente, menos trágica, más ilusionada, como relamiéndose de gusto. No es para menos, porque la ciudad ha sido elegida Capital Española de la Gastronomía 2025 y muchos se preparan en ella para ofrecer lo más rico y otros muchos para comérselo. Aquí van cinco pistas para hacer esto último.
1. UN ARROZ EN EL PUERTO, EN LA PLAYA O BAJO LAS ESTRELLAS
En media España, los domingos se come paella. En Alicante, todos los días son domingo. Eso sí: se come arroz, que no paella. La marca de calidad 'Alicante Ciudad del Arroz' reconoce a 37 restaurantes que lo miman. Además del típico a banda, en la ciudad se cocinan 80, 90, tal vez 100 arroces distintos.
Donde más y mejores los hacen es en el restaurante Dársena (darsena.com),que está en la marina deportiva y da vistas al mar. Alma de Barra (restaurantealmadebarra.com) también los borda, sobre todo el negro con zamburiñas. Y de alta cocina es el de sepionets, calabaza y alcachofa que ofrece María José San Román en su restaurante Monastrell (monastrell.com), también en el puerto, cerca del primero. Otro lugar ideal para comer un arroz es la playa de San Juan: Casa Julio (restaurantecasajulio.es) y Casa Domingo (restaurantecasadomingo.com) están en la misma arena y, para abrir el apetito o ayudar a la digestión, se puede pasear siete kilómetros por el borde del mar, tan inmensa es esta orilla… Y otro más, la isla de Tabarca. En este barrio de Alicante –eso es, pese a queda mucho más cerca de Santa Pola– hay dos cosas que no cansan: el caldero de Casa Gloria (tel. 965 97 05 84) y las estrellas que se ven desde Punta Falcón. Tabarca es Paraje Starlight.
2. ATRACÓN DE VISTAS, HISTORIA Y COSAS RICAS EN EL CASTILLO
Plantado a 166 metros de altura, en la cima del monte Benacantil, el castillo de Santa Bárbara (castillodesantabarbara.com) domina la fachada urbana de Alicante y constituye su imagen más característica. Se sube cómodamente en un ascensor por dentro de la montaña para, una vez arriba, pegarse un atracón de vistas –se divisa toda la bahía, la isla de Tabarca y el cabo de Santa Pola–, otro de historia –hay visitas guiadas y teatralizadas– y otro de cosas ricas, porque se ofrecen degustaciones de chocolate y turrón, de vinos acompañados de tapas y aceite alicantino o de embutidos típicos, de cervezas artesanas…
El descenso, para variar, se puede hacer paseando por La Ereta, un moderno parque con miradores asombrosos y rampas peatonales que bajan zigzagueando como un rayo hacia el casco antiguo. La Ereta (laereta.es) es también el restaurante con las mejores vistas de la ciudad, de cocina de autor mediterránea. El autor es Dani Frías. Y el Mediterráneo entra por los ojos, además de por la boca. Poco más abajo, empiezan a verse casitas blancas con puertas y ventanas azules: es el barrio de Santa Cruz. Su entramado de pequeñas calles recuerda el de los pueblos del interior de la provincia. Aquí, a diferencia de lo que ocurre en otros barrios, todos se conocen.
3. UNAS TAPAS DE LUJO
Si uno busca en Internet “Mejores ciudades de España para tapear”, no aparece por ningún lado Alicante, pero eso va a cambiar este año, cuanto todo el mundo venga a la Capital Española de la Gastronomía a zampar y, en vez de sentarse, porque no habrá sitio, se acode en las barras de Piripi o Nou Manolín (grupogastronou.com), que se nutren de los pescados y mariscos de Santa Pola y Dénia. ¿Qué tampoco en estas barras cabe un alfiler? Pues habrá que probar en La Taberna del Gourmet (latabernadelgourmet.com), “¡un delicatessen del tapeo!”, según la Guía Michelin, dirigido por Geni Perramón, la hija de María José San Román, chef de Monastrell, lo cual es garantía de lo mejor, ya sea una simple ensaladilla o unas gambas rojas al ajillo.
En El Portal Taberna & Wines (elportaltaberna.es) se oye buena música, se respira un ambiente refinado y cosmopolita que recuerda a locales de Ibiza o Nueva York y se paladean sabores asiáticos y latinoamericanos combinados con los puramente alicantinos. El caviar está presente en muchas de las propuestas de este gastrobar, incluso en la ensaladilla. Tiene una barra tan opulenta, que asusta. Manero Mollá (barmanero.es) persigue también, como el anterior, la calidad extrema. Caviar, conservas, mariscos, ostras, ibéricos, salazones…, todo de primera. Todo muy cuco y muy vintage.
4. MERCADO CENTRAL: DEL MAR AL MALETERO
Construido entre 1911 y 1912, con elementos de inspiración modernista, el Mercado Central sufrió uno de los bombardeos más sangrientos de la Guerra Civil, el del 25 de mayo de 1938, en el que murieron más de 300 personas. Pero aquí no se viene a llorar, sino a dar palmas de alegría con las aletas de la nariz, porque huele a mar que alimenta, sobre todo abajo, donde se venden los pescados frescos. Enormes son los que se exhiben en Pescados Mado (@pescadosmado), un puesto fácil de reconocer por las cabezas de grandes peces espada que hay colocadas bocarriba sobre el hielo, como las estacas que clavaban los romanos en los fosos para defenderse de los bárbaros. Y salvajes a más no poder, los que despacha desde hace 17 años Juan Carlos Larrosa, todos procedentes de las lonjas de Calpe, Altea y Santa Pola, algunos tan raros o de temporada como el mabre o la llampuga.
En el semisótano están también los puestos de salazones. El de Juanelo es el mejor para llevarse, como recuerdo de Alicante, el maletero lleno de mojama, capellanes –bacaladilla seca– y budellet –intestino del atún–, todo bien envasado al vacío porque, si no, el coche puede acabar oliendo como La Perla Negra, el barco de Piratas del Caribe, por mucho que se perfume con Savage, como Johnny Depp. También son interesantes los puestos donde se bebe, se pica y se come lo que se vende en el mercado, como Aitana's Corner Bar, El Palé, Mil921 o Barra Central. Los torreznos de Soria de este último, entre tanto pescado y producto local, llaman la atención.
5. NO PIDAS UNA HORCHATA NADA MÁS
Si en Alicante pides “una horchata, por favor”, nada más que por favor, el camarero se te queda mirando con cara de “una horchata, sí, pero ¿cómo?”. Aquí, a diferencia de lo sencillo que resulta hacer este pedido en el resto de España, hay que especificar si la quieres granizada, más o menos líquida, con fartons o sin ellos… Y, claro, si tus acompañantes piden al mismo tiempo un granizado de limón, un agua de cebada o un blanco y negro –un café granizado con una bola de helado de nata, de vainilla, de leche merengada o del tradicional mantecao–, el camarero se da media vuelta con el cerebro más embarullado que un centro de datos de Meta.
El helado de turrón es otro potentísimo reclamo de los quioscos de la Explanada de España, el paseo bordeado de palmeras y solado con 6.600.000 teselas de mármol tricolor que imitan las olas del mar, junto al puerto. Otro clásico lugar para refrescarse en Alicante es la Horchatería Azul, un pequeño local que lleva desde 1930 en el número 38 de la calle Calderón de la Barca, con una fachada de azulejo azul, un vaso enorme del mismo color con una pajita y una cola de nativos y forasteros delante que llega casi hasta el Mercado Central, aunque el sol esté cayendo sobre la acera como una piedra. Entre mayo y septiembre, aquí se consumen megalitros de horchata de chufa, de cebada, de agua limón, de café y de leche preparada, además de varios miles de bollos con helado, las “hamburguesas del verano”, como los llaman Mari Ángeles e Inma Sorribes, las nietas de los fundadores. Ellas han añadido deliciosas novedades: horchata de almendra y de avellana, yogur granizado, chocolate granizado… En la variedad está el gusto. Y el lío.