'Creed III' acierta tomando la decisión que más le puede doler a Sylvester Stallone
La saga Rocky regresa a los cines con Creed III, pero con un cambio de suma importancia que modifica por completo su naturaleza: Dejar de lado al personaje de Sylvester Stallone para centrarse únicamente en Adonis Creed, el rol interpretado por Michael B. Jordan. De primeras, parece un gran un error y es todo un golpe duro para los espectadores que llevan tantos años siguiendo las aventuras de Rocky en los rings de boxeo, sobre todo valorando que hablamos de uno de los personajes más icónicos que nos ha dejado el cine. Sin embargo, esta última entrega de la franquicia demuestra todo lo contrario.
Sinceramente, nunca he sido muy fan de Rocky. Son películas que he visto y disfrutado, pero, tal vez por mi nula pasión por el boxeo o por su universo tan exageradamente masculino, no llegaron a conquistarme. Con su reinicio en 2015 con Creed la sensación volvió a ser la misma, además, con tantas películas a sus espaldas, el regreso de Sylvester Stallone y su reincidencia en el legado de Rocky lo sentí como más de lo mismo. Su secuela, la estrenada en 2018, me incrementó más esta sensación, tanto que incluso me pareció una entrega intrascendente que olvidé al momento de salir de la sala de cine. Pero mi impresión con Creed III ha sido muy diferente.
Esta tercera entrega de la historia de Adonis Creed se olvida casi por completo de Rocky Balboa, limitándose a alguna pequeña mención. Esto se traduce en que Creed III no tenga legado alguno que honrar, en que no tenga que mirar al pasado y pueda poner toda su atención hacia nuevos terrenos e historias. El resultado, es una película que se siente como la secuela más estimulante de la franquicia desde Rocky II, tanto a nivel argumental como de ejecución.
En lo primero, destaca el fuerte componente dramático que transmite el explorar la vida de Creed con mayor detenimiento. Su argumento nos traslada a la infancia del personaje y a cómo los traumas de su pasado le llevan a sufrir del síndrome del impostor en su vida de éxito actual, un relato que se eleva gracias al duelo emocional entre unos soberbios Michael B. Jordan y Jonathan Majors, cuya amistad y rivalidad de sus personajes llega cargada de matices que la cinta explota en todas sus consecuencias.
Pensando en su argumento en profundidad, creo que si Rocky hubiera entrado en la ecuación de la historia, si el guion se hubiera esforzado en volver a hacer cuadrar sus conflictos con el relato de Adonis Creed, el foco se podría haber pedido y hubiéramos percibido Creed III como otra cinta más sobre el legado de Rocky Balboa a través de su pupilo. Por esta razón, creo que este soplo de aire fresco me ha hecho disfrutar de Creed III como ninguna otra película de la saga, algo que viene determinado por la ausencia de Stallone.
Si recordamos, Stallone ya explicó que su decisión de no volver a Creed se debe a sus desacuerdos con el productor Irwin Winkler, a quien vendió los derechos de la saga en 1976 cuando, antes del fenómeno que supuso Rocky en cines, no tenía apenas dinero para comer. “Después de que Irwin controlara a Rocky durante más de 47 años, y ahora Creed, realmente me gustaría recuperar al menos un poco de lo que queda de mis derechos antes de que pasen solo a sus hijos. Creo que sería un gesto justo”, escribió en 2022 en un post ya borrado de Instagram.
En septiembre, volvió a reincidir en el tema en una entrevista con Sirius XM, medio al que señaló que rechazar actuar en Creed III fue un “duro viaje emocional”. “No puedes hacer las paces con alguien que ha sido tan, tan nefasto, en mi opinión”, afirmaba Stallone, quien también recalcaba que no pensaba ver nunca esta película. Sin embargo, por injusta que sea la situación y por mucho que le duela al actor, lo cierto es que su ausencia ha dado alas a la franquicia y demostrado que su potente universo de boxeo, poniendo el foco en nuevos personajes e historias con altas dosis de emoción y drama, tiene muchas posibilidades más allá de Rocky.
E incluso más allá del terreno argumental, porque, como decía, a nivel de realización, con Michael B. Jordan debutando como director, también se demuestra que dejando vía libre para desarrollar una película abierta a nuevos terrenos se puede lograr algo mucho más juguetón y explosivo. No hay más que ver lo bien que juega Jordan con la rivalidad de su personaje con el de Majors a través de diversos juegos visuales, el dinamismo que hay tras sus secuencias de combates o lo bien que sabe manejar el tempo para cuadrar drama y acción.
Por supuesto un regreso de Stallone en el futuro sería bien recibido, al fin y al cabo, él es el alma de la franquicia. De hecho, a pesar de su enfrentamiento con el productor Irwin Winkler, no cierra la puerta siempre y cuando ambas partes lleguen a un acuerdo. No obstante, no se puede negar que una de las virtudes de Creed III, y posiblemente la mayor de ellas, es haberse liberado del yugo de Rocky y llevarnos por nuevas y refrescantes ideas.
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