El presente esperanzador de Maya, la niña del documental de Netflix que rompe el alma
Cuando una familia de Florida decidió llevar a su hija de nueve años a la sala de urgencias de un hospital, jamás imaginó que ese día comenzaría su peor pesadilla. Fueron en busca de ayuda por los fuertes dolores estomacales que sufría Maya en 2016, pero terminaron encontrándose con una situación desesperante que los destrozaría para siempre. Este es el calvario que cuenta Cuiden a Maya, un documental que está cautivando a los usuarios de Netflix con una historia real capaz de emocionar y rompernos el alma.
Una historia en donde los padres -Beata y Jack- no solo perdieron la custodia, sino que médicos y trabajadores sociales acusaron a la madre de enfermarla a propósito y a la niña de fingir su enfermedad, separando a madre e hija durante meses hasta la ruptura definitiva de la unidad familiar con el suicidio de Beata. Sin embargo, todos aquellos que se quedaran estancados en la tristeza invasora que provoca la versión de la familia Kowalski, deberían conocer qué ha sido de Maya desde entonces. Porque aquella niña que sufrió pérdidas irreparables sigue adelante con actitud esperanzadora.
Cuiden a Maya repasa el caso de una familia que ya había sufrido los suficiente cuando tuvieron que llevar Maya al hospital. Había comenzado a sufrir migrañas, dolores físicos y lesiones mientras los pies se le torcían hacia dentro un año atrás. Vieron a muchos médicos sin lograr encontrar la raíz del problema hasta que un especialista la diagnosticó con una condición conocida como CRPS (síndrome de dolor regional complejo). Según Mayo Clinic, se trata de “una forma de dolor crónico que usualmente afecta al brazo o la pierna” y que “típicamente se desarrolla después de un lesión, cirugía, derrame o ataque al corazón”.
El Dr. Kirkpatrick explica en el documental, el mismo que diagnosticó a Maya, que el dolor se intensifica con el tiempo y estaba convencido de que Maya presentaba un caso avanzado que requería de un tratamiento intenso: inducirla en un coma con ketamina a través de una práctica que solo se realizaba en México. La familia tomó el riesgo. Estaban dispuestos a todo con tal de erradicar el dolor en la vida de Maya. Y funcionó. La niña volvió a caminar con dosis de ketamina y terapia ocupacional. Hasta que en octubre de 2016 recayó con fuertes dolores estomacales.
La llevaron al Hospital Johns Hopkins All Children en la región de Tampa, donde los médicos reaccionaron de forma sospechosa ante las exigencias de Beata y la alta dosis de ketamina que le estaban recetando a la pequeña. Las sospechas derivaron en preguntas, las preguntas en discusiones y las discusiones en un informe que acusó a la madre de padecer el ‘Síndrome de Munchausen por poderes’ o ‘facticio impuesto a otro’ (que vimos reflejado en El sexto sentido, The Act oIt). Por mucho que Beata insistiera, sus abogados o el médico que había diagnosticado a Maya y recetado el tratamiento, los responsables de bienestar infantil del hospital se mantuvieron firmes en su decisión. Maya pasó a la custodia estatal y nunca más volvió a abrazar a su madre. Muchos menos verla.
La experiencia de Maya evidentemente la marcó para siempre. A sus 16 años explica en el documental cómo las enfermeras o médicos no le creían, que solo podía hablar con Beata por teléfono, una vez a la semana y bajo el control presencial de una trabajadora social. Habla de la triste vivencia de la separación forzada en contra de su voluntad mientras expone el inmenso dolor que todavía siente por la ausencia de su madre: porque Beata se suicidó un mes después de que un juez le negara abrazar a su hija.
Y si bien el documental evidentemente toma partido a favor de la versión de los Kowalski, colocando a los médicos y jueces implicados bajo una luz oscura sin indagar en las motivaciones profesionales a fondo, resulta inevitable no compadecerse de la historia de Maya. De su experiencia con apenas 10 años, internada, sola, insistiendo en su dolor físico. Viviendo una situación tan vulnerable a corta edad mientras un grupo de extraños la separaba de su familia.
Pero como les decía, Maya sigue adelante mirando hacia el futuro a pesar de la pesada mochila que arrastrará por siempre al observar el pasado.
No es muy activa en redes sociales pero en su perfil de Instagram podemos comprobar que acompañó al documental en su estreno en el Festival de Tribecca, con su pareja, incluyendo una frase que reza “me están cuidado”. Como respuesta directa de su presente al título del documental.
A su vez, según explica The Cut en su reportaje sobre el caso, Maya es una joven de 16 años “madura” y “académicamente ambiciosa”, que se encuentra participando en un programa para niños superdotados de la Universidad de Duke, en Carolina del Norte.
Además, tiene su dolor bajo control a través de un régimen de ejercicio intenso. “Todavía tengo dolor, pero no es tan severo como antes”, explicaba al medio. “Y estoy siempre agradecida de ello”. Y es que esta niña que llegó a sentir tanto dolor que no podía caminar ni ducharse sin sentir el mínimo dolor de las gotas de agua tocándole la piel, ahora compite en patinaje artístico. El pasado mes de marzo participó en su primer torneo en cinco años: obtuvo el primer puesto.
En resumen, a pesar del dolor del pasado, la pérdida de su madre durante una pesadilla extrema y la lucha legal (se fijó una fecha de juicio para que los Kowalski busquen daños punitivos en septiembre de 2023), Maya Kowalski ha seguido adelante como símbolo de perseverancia a pesar de los golpes inesperados que le dio la vida.
Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.
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