El rencor perpetuo de Alec Baldwin contra Harrison Ford por culpa de un clásico
Con los salarios estratosféricos que se manejan en Hollywood y el poder que otorga la fama, no es de extrañar que la historia de la meca del cine esté repleta de rivalidades y egos encontrados. Desde Bette Davis y Joan Crawford, a Olivia de Havilland y su hermana Joan Fontaine, a la disputa que mantuvieron hasta hace poco Vin Diesel y La Roca, pasando por los años de pelea mediática entre Elizabeth Taylor y Debbie Reynolds por culpa de un hombre y el origen de la riña entre Sylvester Stallone y Richard Gere iniciada por un pollo con mostaza.
Sin embargo, un motivo habitual entre discordias profesionales es la lucha por los papeles soñados (como habría sucedido con Winona Ryder, Gwyneth Paltrow y la amistad rota por culpa de Shakespeare apasionado). Después de todo, un personaje ideal puede tener cientos de candidatos, pero solo uno será el elegido. Y si bien algunos superan la derrota con deportividad, centrándose en nuevos castings y proyectos, otros como Alec Baldwin ventilan su rencor sin miramientos.
Esta anécdota nos remonta a los años '90, cuando Harrison Ford estaba consagrado como peso pesado en la industria, cargando a sus espaldas personajes emblemáticos como Han Solo, Indiana Jones o Rick Deckard. Básicamente era de los actores más solicitados de la época y sus películas no pasaban desapercibidas en taquilla. Digamos que no sería de extrañar que un productor hubiera hecho lo imposible con tal de contar con él entre sus créditos.
Resulta que nuestro querido Indy estuvo un tiempo desarrollando una drama político para Paramount titulado Night Ride Down, pero el alto presupuesto que necesitaba hizo que el estudio cancelara la idea. Al quedarse liberado habría ofrecido, o le ofrecieron, suplir un contrato por otro a través del papel de Jack Ryan en Juego de Patriotas (1992), el emblemático personaje de las novelas de Tom Clancy (hoy convertido en serie de Amazon Prime con John Krasinski) y otro de los roles que luego dejarían huella en su filmografía. Curiosamente, él ya se había negado cuando se lo ofrecieron en 1989 por La caza del Octubre Rojo porque prefería el papel del comandante Marko Ramius, que estaba reservado para Sean Connery. Pero al saber que preparaban la secuela y al haberse quedado libre de compromisos, optó por el papel sin aparentemente importarle que Alec Baldwin estaba negociando su participación.
O al menos, así lo recordaba el actor de Al filo del peligro.
Como recordarán muchos lectores, Alec Baldwin había interpretado el papel de Jack Ryan en La caza del Octubre Rojo, una adaptación con tan buena aceptación de crítica y taquilla que Hollywood no tardó en comenzar a desarrollar la idea para una secuela. El director de la primera película, JohnMcTiernan, estaba a bordo, al igual que Alec y el guionista original, John Milius.
La idea era continuar la historia con la adaptación de la siguiente novela de Tom Clancy, Peligro inminente, pero entonces el estudio cambió de idea. Según relataba Vanity Fair, querían continuar con Juego de Patriotas -aunque cronológicamente la trama transcurría antes de La caza del Octubre Rojo- sin embargo ni al director ni su protagonista les convencía. La historia colocaba al Ejército Republicano Irlandés (IRA) como los villanos de turno, y aunque ninguno de los dos es simpatizante, sí tienen ascendencia irlandesa y no se sentían cómodos adentrándose en la temática (hasta la hija de Alec con Kim Basinger se llama Ireland). Según contó McTiernan, rogaron al estudio que mantuvieran el plan original, sin embargo, uno de los productores tenía los derechos de Juego de Patriotas haciendo que su participación y decisión sobre la saga fuera mayor. Y con Harrison Ford como protagonista.
Por aquel entonces se explicó oficialmente que Harrison Ford tomaba el lugar del actor original, acusando al compromiso que tenía Alec Baldwin con la obra Un tranvía llamado deseo en Broadway. No obstante, diez años más tarde el actor no pudo guardar más su secreto y contó su verdad. Una llena de rencor.
Baldwin, hoy de 65 años, reveló su versión en un blog escrito para HuffPost en 2011. Sin nombrar a Harrison Ford, compartió que John McTiernan lo llamó varias veces cuando se encontraba viajando a ver a su madre, recientemente diagnosticada con cáncer de pecho. En las llamadas le confesó que llevaba varios meses negociando la participación de Harrison Ford en la secuela porque Paramount “le debía una gran suma de dinero” al actor por el proyecto que habían cancelado previamente, y “que para aliviar la deuda pusieron a alguien con mayor fuerza en la taquilla que yo en el papel”.
"Hubo una gran cantidad de intrigas para lograr eliminar a Alec de ese papel", dijo John McTiernan vía Indiewire, quien también fue reemplazado en la silla de director por Phillip Noyce.
Cuenta que se quedó sin habla porque no solo él mismo se encontraba negociando el papel con el estudio, sino que no tenía idea que estaban haciéndolo también con otro actor al mismo tiempo. Revela que decidió optar por Un tranvía llamado deseo al descubrir que un ejecutivo del estudio llamado David Kirkpatrick quería cerrar un contrato con fechas abiertas, sin serle sincero y, en el camino, perder la oportunidad de protagonizar “una de las mejores obras del teatro americano”.
Aunque en aquel artículo, Alec Baldwin no nombraba al actor por su nombre, es evidente que se trataba de Harrison Ford, quien finalmente terminó protagonizando la película y otra secuela más. Y si bien David Kirkpatrick respondió al actor en su propio blog citando que el problema fue falta de confianza mutua, Baldwin fue más lejos unos años más tarde.
En sus memorias publicadas en 2017, Nevertheless, lanzó la culpa directamente a Harrison Ford. En sus páginas escribe que cuando el intérprete de Indiana Jones se acercó al director John McTiernan en busca del papel, éste le preguntó si sabía que Paramount estaba negociando el regreso de Baldwin. “La respuesta de Ford, según John, fue ‘que se joda’” escribió en su libro (vía The Wrap).
El rencor de Alec Baldwin se palpa a la legua cuando escribe que "las películas realmente realzan a ciertos actores, haciéndolos parecer algo que en realidad no son", y entonces se refiere a Harrison Ford como “un hombre pequeño, bajo, escuálido y enjuto, cuya voz suave suena como si viniera de detrás de una puerta".
El libro fue publicado hace seis años y ninguno de los dos se ha pronunciado al respecto. Y si bien Harrison está acostumbrado a que aireen historias de su vida, como hizo su amiga Carrie Fisher revelando al mundo su amorío de tres meses en el rodaje de la primera Star Wars cuando ella tenía 18 y él era un padre de familia de 33 -y él respondió con un escueto 'para mí fue extraño' (Independent)- es probable que en este caso no le afectara en lo más mínimo. Aunque es evidente que a Alec Baldwin sí.
Y tiene sentido. Porque en 1991, Alec Baldwin estaba escalando posiciones en Hollywood gracias a su película con Sean Connery y otras bien recibidas como Peligro en Miami (1990) o El precio de la ambición 1992). Fue la época en que tuvo la oportunidad de subirse al paraíso de los héroes masculinos de la gran pantalla pero, si observamos su filmografía, fue como si de repente se quedara a medio camino, y quien sabe, quizás la decisión de Harrison Ford tuvo algo que ver.
Teniendo en cuenta la gran película que fue Juego de Patriotas -aunque con un aire muy diferente a la maravilla visual que fue La caza del Octubre Rojo- y el éxito de taquilla conjunto (la primera hizo $178 millones mundiales en 1992 y la segunda, Peligro inminente, $215.9 millones en 1994) no es de extrañar que sus palabras parezcan haber anidado rencor con el paso de los años. Además, Ford fue una pieza clave a la hora de cambiar el aire más vulnerable pero de agente efectivo que transmitn las dos películas, dándoles ese aire añadido de superioridad cinematográfica que emite su presencia. Con esto no quiero decir que Alec Baldwin no hubiera estado a la altura. Para nada. Pero sospecho que hubiera sido diferente.
A su vez, ninguna de las películas que Alec protagonizó durante aquellos años lograron igualar su ganancia. Mientras Harrison triunfaba como el nuevo Jack Ryan, esa ola que Alec remontaba a comienzos de la década de repente se quedaba en espuma con producciones mal recibidas como Daños corporales (1993) con Nicole Kidman, La huida (1994) con Kim Basinger o su intento frustrado de entrar en el cine de superhéroes con La sombra (1994), uno de sus peores batacazos.
La vida los terminó llevando por caminos diferentes. A Baldwin por el camino de los papeles secundarios, reviviendo su fama durante el tiempo que parodió a Donald Trump en Saturday Night Live, mientras pasó los últimos años inmerso en la investigación y escándalo en torno a la muerte de la directora de fotografía Halyna Hutchins en el rodaje de Rust en octubre de 2021 durante el uso de un arma de utilería. Fue recién en abril de este año que los fiscales retiraron los cargos penales en su contra.
Mientras Harrison Ford entró en una etapa renovada a sus 80 años tras volver a interpretar a sus personajes más clásicos, desde Han Solo a Rick Deckard e Indiana Jones, para entonces dejarse llevar por desafíos nuevos en el terreno de las series, como fueron el western 1923 y la comedia Terapia sin filtro.
Sin embargo, juzgar por el libro de Baldwin, uno alberga rencor; y por el silencio de Ford, al otro parece que ni le afecta.
Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.
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