Estrenos de cine: Five Nights at Freddy’s decepciona al subordinar el terror a las necesidades del videojuego

Un juego con máquinas poseídas aparece en el centro de la trama
Un juego con máquinas poseídas aparece en el centro de la trama

Five Nights at Freddy’s (Estados Unidos/2023). Dirección: Emma Tammi. Guion: Scott Cawthon, Seth Cuddeback y Emma Tammi. Fotografía: Lyn Moncrief. Música: The Newton Brothers. Edición: William Paley y Andrew Wesman. Elenco: Josh Hutcherson, Piper Rubio, Elizabeth Lail, Matthew Lillard, Mary Stuart Masterson. Distribuidora: UIP. Duración: 109 minutos. Calificación: solo apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: regular.

El teléfono negro, M3gan, Sonríe, Háblame y hasta el sexto capítulo de Scream pusieron en los últimos tiempos la vara cada vez más alta en el cine de terror enfocado en el estudio de los traumas infantiles, sus efectos deletéreos a lo largo del tiempo (sobre todo cuando sus víctimas llegan a la adultez) y el vínculo que se establece entre ese cuadro y la dimensión sobrenatural propia del género.

Las elevadas expectativas puestas en esta renovación hacen todavía más visibles los decepcionantes resultados de Five Nights at Freddy’s, adaptación de un exitoso videojuego que justamente padece de un defecto de origen: el de sujetarse en todo momento a la lógica plana de su referencia natural. Aquí, el grado de complejidad de la trama responde pura y exclusivamente a la acumulación de elementos.

No aparece ni por asomo la voluntad de explorar con alguna profundidad cómo la perturbada personalidad del protagonista, configurada a partir de una tragedia irreparable de la que fue responsable cuando era chico, ejerce alguna influencia en el mundo que lo rodea y condiciona sus comportamientos y reacciones en la edad adulta. Y mucho menos interés hay en preguntarse como la pequeña hermana del personaje principal se conecta con el recuerdo de los niños que padecieron la misma situación a la que ella está por exponerse: quedar a merced de un adulto depredador dispuesto a adueñarse de sus vidas.

Todos son actores de un ejercicio que no compromete y mucho menos estremece al espectador, porque todo lo que se cuenta aquí queda expuesto con distanciamiento y notorio desapego. Todo se reduce al mismo procedimiento impuesto por el videojuego original: tratar de que Mike, el guardia de seguridad de un viejo y abandonado espacio de juegos infantiles y gastronomía, sea víctima de los animales mecánicos interactivos poseídos por una mente demoníaca.

Ni siquiera sorprende esta revelación, la más importante de todas, porque el propio personaje la revela de un modo casi maquinal antes de que se produzcan las batallas decisivas. La apatía de Josh Hutcherson (como en buena parte de su errática carrera) hace el resto. No hay genuina perturbación en el interior de un personaje que carga una culpa colosal y no puede escapar de ella. Sólo una sensación mayúscula de forzado agobio que se contagia al espectador en forma de tedio.

Tampoco funciona Five Nights at Freddy’s en el cumplimiento de algunas otras reglas elementales del cine de terror. Aquí se trata de evitar en todo momento el efecto gore, con cortes justos y oportunos en los momentos de mayor crueldad. Pero en su lugar no aparece nunca la fórmula capaz de generar miedo genuino y lo mismo ocurre cuando las víctimas quedan cara a cara con el responsable de toda la crueldad.

Una historia que hubiese funcionado muy bien en manos del mejor Tim Burton quedó en manos del creador del videojuego Scott Cawthon, curador del guion y la puesta en escena. Planteadas así las cosas, el terror funciona aquí como herramienta o simple instrumental al servicio de otros fines.