Heridas emocionales: 8 estrategias para gestionar las mochilas del pasado
El dolor no solo es físico. No son pocas las ocasiones en las que sentimos que nos duele incluso el alma. Lo hace cuando estamos pasando por un mal momento o a causa de las llamadas heridas emocionales, que son experiencias dolorosas o traumáticas que dejamos marcadas en nuestra mente y en nuestro corazón. “Se llaman heridas, precisamente por eso, porque duelen, porque se sienten y nos quiebran como heridas físicas”, nos comenta Marc Rodríguez, (@rodriemocion), psicólogo especialista en inteligencia emocional, que añade que estas heridas no son visibles, pero su impacto puede ser profundo y duradero, afectando la manera en que pensamos, sentimos y actuamos.
“Son el resultado de situaciones que nos generan sufrimiento, como el rechazo, la pérdida, el abandono, la traición, la humillación o las críticas constantes. Por ejemplo, una herida emocional puede surgir de un rechazo en la infancia, de un comentario humillante en la adolescencia o de una relación tóxica en la edad adulta. Aunque el tiempo pase, estas experiencias pueden seguir influyendo en nuestra autoestima, nuestras relaciones y en cómo enfrentamos la vida”, nos detalla el experto, que añade que podemos decir que el tiempo no todo lo cura.
Se llaman heridas, precisamente por eso, porque duelen, porque se sienten y nos quiebran como heridas físicas
Personas más propensas a sufrir heridas emocionales
Todos podemos tener que afrontar esas huellas del pasado, pero nos planteamos si hay personas más propensas a sufrir heridas emocionales por ciertos rasgos de personalidad y el psicólogo nos confirma que así es. “Algunas personas pueden ser más vulnerables a desarrollar heridas emocionales debido a determinados rasgos de personalidad o características psicológicas”, indica, apuntando cuáles son algunas de ellas.
Alta sensibilidad emocional. Las personas altamente sensibles tienden a procesar las emociones más profundamente y a sentirse más afectadas por el rechazo, la crítica o las experiencias dolorosas.
Inseguridad. Aquellos con baja autoestima o una percepción de sí mismos más negativa pueden interpretar situaciones como más dañinas de lo que realmente son, lo que aumenta el riesgo de sufrir heridas emocionales.
Dependencia emocional. Las personas que dependen mucho de la aprobación o afecto de los demás pueden experimentar más sufrimiento cuando perciben rechazo o falta de apoyo.
Perfeccionismo. Quienes tienen estándares muy altos para sí mismos pueden herirse emocionalmente con facilidad al no cumplir sus propias expectativas o al enfrentarse a críticas externas.
Las heridas emocionales suelen originarse en experiencias de la infancia, aunque también pueden ocurrir en cualquier etapa de la vida
¿Cuáles son las causas más habituales de las heridas emocionales?
Desde el punto de vista psicológico, las heridas emocionales suelen originarse en experiencias de la infancia, aunque también pueden ocurrir en cualquier etapa de la vida. Según Marc Rodríguez, las más típicas o que más se suele encontrar en sesiones son las siguientes:
Rechazo: Sentir que no somos aceptados, ya sea por nuestra familia, amigos, pareja o sociedad.
Abandono: La sensación de haber sido dejados de lado o ignorados por quienes eran importantes para nosotros. Hay que recalcar que no es tanto que haya habido un abandono real, sino la sensación lo que la crea.
Traición: La ruptura de la confianza, ya sea por infidelidad, deslealtad o promesas incumplidas.
Humillación: Experiencias que nos hacen sentir avergonzados o poco valiosos, como burlas, críticas públicas o menosprecios.
Pérdida: La muerte de un ser querido, el fin de una relación o la pérdida de una etapa significativa de la vida.
Críticas constantes: Crecer en un entorno donde se recibe más juicio que apoyo puede generar heridas emocionales profundas.
¿Es una tarea compleja gestionar esas heridas emocionales?
Debemos partir de una idea: gestionar las heridas emocionales del pasado es una tarea compleja, pero no imposible. “Estas heridas, si no se abordan, pueden convertirse en ‘mochilas emocionales’ que cargamos en nuestra vida diaria, afectando nuestras relaciones, nuestra autoestima y nuestra capacidad para disfrutar el presente”, nos apunta.
La complejidad radica, matiza, en que no somos plenamente conscientes de esas heridas. “Están escondidas en el subconsciente y se manifiestan en forma de inseguridades, miedos o patrones de comportamiento repetitivos. Afrontarlas requiere valentía, paciencia y disposición para explorar nuestro pasado, lo cual puede ser emocionalmente agotador. Evidentemente con un profesional todo es mucho más sencillo, que no simple. Todo requiere esfuerzo y dedicación”, nos explica.
Afrontarlas requiere valentía, paciencia y disposición para explorar nuestro pasado, lo cual puede ser emocionalmente agotador
Así nos afectan en nuestro día a día
Lo que sí que tenemos que tener bien presente es que estas heridas emocionales pueden llegar a afectarnos en el día a día de tal forma que no nos permitan avanzar. El psicólogo nos cuenta que cuando no se tratan pueden tener un impacto significativo en nuestro día a día, en ámbitos muy diversos:
Relaciones: Podemos desarrollar miedo al compromiso, desconfianza o dependencia emocional, lo que complica nuestras relaciones de pareja, amistad o familiares.
Autoestima: Las heridas pueden hacernos sentir insuficientes, inseguros o con una constante necesidad de validación externa.
Trabajo y logros: Pueden limitar nuestra capacidad para asumir retos o creer en nuestro propio potencial.
Estado emocional: Estas heridas suelen manifestarse en forma de ansiedad, tristeza o incluso depresión, afectando nuestra calidad de vida.
Cuando estas heridas dominan nuestras emociones y decisiones, es difícil avanzar, ya que nos quedamos atrapados en patrones de conducta que refuerzan el dolor.
¿Qué impacto pueden llegar a tener en nosotros?
Cada persona es un mundo, por lo que el impacto de las heridas emocionales puede variar, pero a menudo afecta múltiples áreas de nuestra vida:
Mente: Generan pensamientos negativos, autocrítica constante y una percepción distorsionada de nosotros mismos o de los demás.
Cuerpo: El dolor emocional puede somatizarse, provocando fatiga, tensión muscular, problemas digestivos y trastornos del sueño. Sobre todo los digestivos se encuentran muchísimo, hay una conexión directa.
Relaciones: Las heridas no sanadas pueden proyectarse en los demás, llevando a conflictos, distanciamiento o dependencia emocional.
Un psicólogo puede ayudarte a comprender el origen de tus heridas y a desarrollar estrategias para afrontarlas
¿Cómo abordar y sanar dichas heridas emocionales?
Como bien nos ha anticipado el psicólogo, sanar las heridas emocionales no es un proceso rápido, pero es completamente posible. En su opinión, las que considera que pueden ayudarnos son las siguientes:
Reconocer las heridas: El primer paso es identificar y aceptar que tienes esas heridas. Reflexiona sobre tus emociones, patrones de comportamiento y experiencias del pasado.
Practicar la autocompasión: Trata tus emociones con amabilidad. Reconoce que es normal sentirse vulnerable y que todos tenemos cicatrices emocionales.
Hablar con alguien de confianza: Compartir lo que sientes con una persona de confianza puede aliviar la carga emocional. Esto puede ser un amigo cercano, un familiar o un terapeuta.
Buscar ayuda profesional: La terapia es una herramienta poderosa para explorar y sanar heridas emocionales. Un psicólogo puede ayudarte a comprender el origen de tus heridas y a desarrollar estrategias para afrontarlas.
Escribir o reflexionar: Llevar un diario donde plasmes tus pensamientos y sentimientos puede ser terapéutico y ayudarte a procesar lo que sientes.
Trabajar en el perdón: No siempre significa reconciliarte con quien te hizo daño, sino liberar el resentimiento para avanzar emocionalmente.
Vivir el presente: Practica el mindfulness para centrarte en el aquí y ahora, en lugar de quedarte atrapado en el pasado.
Rodearte de relaciones sanas: Busca rodearte de personas que te apoyen, te valoren y te hagan sentir bien contigo mismo.