Hollywood está haciendo desaparecer un tipo de cine romántico que nos encantaba

Recorte del póster de 'La chica de la capa roja' (Foto: Warner Bros)
Recorte del póster de 'La chica de la capa roja' con Amanda Seyfried (Foto: Warner Bros)

Hollywood evoluciona, surgen nuevas ideas, otras se dejan atrás y la nostalgia nos hace mirar al pasado añorando películas que nos marcaron y que hoy han desaparecido o trasladado a un segundo plano. Pero no solo ocurre con grandes obras maestras, merecedoras de pasar al Olimpo del séptimo arte, también con títulos de calidad cuestionable que por determinadas razones definieron épocas, crearon una tendencia comercial con la que rompieron la taquilla y se nos quedaron grabadas a fuego.

Justo me ha pasado al recordar la ola de cine romántico sobrenatural surgida a finales de la década de los 2000, cuando Crepúsculo se erigió como un fenómeno inigualable del cine adolescente y todos los estudios se lanzaron a emular su fórmula con romances prohibidos, criaturas tenebrosas, tramas con un equilibrio desconcertante entre el terror y las altas dosis de azúcar o jóvenes y atractivos talentos como protagonistas.

Desde luego, estuvo plagada de títulos terribles, pero en la actualidad, viendo la deriva a la que se ha abocado el cine adolescente con películas estancadas en el peor lado de estas historias, nos hace mirar su fenómeno con cierta melancolía. Y es que no se puede negar que en este lado oscuro y sobrenatural había ingredientes realmente atractivos que nos hicieron no ser ajenos a su éxito y extrañar su presencia en el Hollywood actual. Y hay un ejemplo que me parece perfecto para explicarlo.

Hablo de la versión de Caperucita Roja que Amanda Seyfried protagonizó en 2011, la película titulada como La chica de la capa roja que estuvo producida por Warner Bros. y que contó con la mismísima directora de Crepúsculo al frente. Se trataba de una reinvención del cuento de Charles Perrault añadiendo de por medio todo aquello que funcionó en la saga de Kristen Stewart, Robert Pattinson y Taylor Lautner, es decir, un triángulo amoroso, una ambientación oscura y un universo sobrenatural de leyendas y criaturas.

Era una película floja que ni siquiera destacó en taquilla, pero tenía elementos tan hipnóticos que en mi adolescencia se convirtió en uno de mis mayores placeres culpables. Adorando el terror, me quedé enganchado a sus escenarios tenebrosos de cuento de hadas, al misterio en torno al hombre lobo que había desatado el terror en el bosque, con su reparto de nombres potentes como la propia Seyfreid o Gary Oldman y con la cuestión de que no jugara todas sus cartas al romance entre sus protagonistas, que es justo lo que siempre me espantaba de este tipo de cine.

Cuando la vi en su estreno en el cine, recuerdo llevarme algún que otro susto, estar toda la película en vilo siguiendo su intriga e incluso quedarme sorprendido con la revelación final del asesino. Es cierto que ponía demasiado el foco en el público adolescente y que carecía de seriedad y situaciones más trabajadas en el guion, pero era una película perfecta para quien buscara un entretenimiento liviano dentro del género romántico gracias a su evocador toque sobrenatural.

Y lo mismo puedo decir de muchas de las cuestionables cintas que poblaron este género, como Memorias de un zombie adolescente, The Host, Soy el número cuatro, Cazadores de sombras, Hermosas criaturas o la mismísima Crepúsculo. Siempre había algo de su universo oscuro, de sus romances prohibidos y de sus criaturas de otro mundo que te hacían sentir interés, aunque luego salieras de la sala pensando haber visto la peor película de tu vida. Y es un detalle que el cine adolescente actual ha perdido por completo.

Después de que esta fiebre por lo sobrenatural pasase a un segundo plano, el género, tras la pasión que desató Los juegos del hambre, puso toda su atención en los universos distópicos con cintas como Divergente, The Giver, La quinta ola o Mentes poderosas. En vez sí encontramos cintas con un trasfondo más serio y trabajado, como el caso de la saga de Jennifer Lawrence, y aunque la mayoría se percibiera como un intento de subirse a la ola, también proponían universos con detalles muy a reivindicar, sobre todo en sus visiones futuristas extremas. Sin embargo, todo cambió cuando el fenómeno de los fanfictions –las historias escritas por fans a partir del material de alguna franquicia y de las plataformas como Wattpad, donde abundan jóvenes escritores publicando sus propias historias– se apoderó de Hollywood.

Cuando Cincuenta sombras de Grey, nacida de una historia fan erótica sobre Crepúsculo, fue un éxito, las cintas adolescentes se lanzaron a seguir su ejemplo, surgiendo historias de romances tóxicos que se pasaban de frenada como After, fanfiction que inicialmente giraba sobre Harry Styles que derivó a otro fenómeno de masas y a otra prolífera saga cinematográfica. A esta le siguieron otras publicaciones similares surgidas en internet, como A través de mi ventana de la venezolana Ariana Godoy en Netflix, Culpa Mía de la argentina Mercedes Ron en Prime Video o Maravilloso desastre de la estadounidense Jamie McGuire en cines. Todas ellas centradas en relaciones abusivas y morbo erótico en donde el sentido de la ética ni está ni se le espera.

A lo mejor es que la edad me afecta, pero pensando en todo lo que ofrecían películas como Crepúsculo o el mencionado caso de La chica de la capa roja, que aún con calidad cuestionable y sin librarse de detalles románticos tóxicos conseguían lucirse; es llamativo lo mucho que ha decaído el género hacia estas otras historias ponzoñosas que tienen poco o nada que ofrecer más allá de su carga erótica y de su provocación fuera de norma. Por todo ello, es difícil no mirar al pasado y pensar con añoranza en estas cintas románticas sobrenaturales en la gran pantalla, a las que con el paso del tiempo, cuando se dejan de lado los prejuicios, uno aprende a ver con otros ojos.

De hecho, me atrevería a decir que fenómenos televisivos como Merlina o Riverdale han bebido mucho de esta antigua fórmula del cine juvenil para tejer su éxito, del saber construir atmósferas atractivas y tenebrosas para su público adolescente potencial. No me parecen casos comparables al 100% porque estas dos series van mucho más allá de la mera cuestión romántica, pero a lo que voy es a que aunque sus tramas, misterios y romances puedan ser flojos y caigan en algún que otro lugar común, el envoltorio es tan bueno que es casi imposible no sentirse atraído. Solo espero que Hollywood tome consciencia de ello, porque aunque uno ya esté lejos de ser adolescente, no puedo negar que volvería a disfrutar de este tipo de películas en la gran pantalla.

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