La inocencia: la infancia, sin idealizaciones ni simplificaciones, en el foco del gran cineasta japonés

La inocencia, de Hirokazu Kore-eda, estreno del jueves 13
La inocencia, de Hirokazu Kore-eda, estreno del jueves 13

La inocencia (Kaibutsuaka, Japón/2023). Dirección: Hirokazu Kore-eda. Guion: Yuji Sakamoto. Fotografía: Ryûto Kondô. Edición: Hirokazu Kore-eda. Elenco: Soya Kurokawa, Hiiragi Hinata, Sakura Ando, Eita, Mitsuki Takahata, Akihiro Kakuta. Duración: 126 minutos. Calificación: apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: muy buena.

Otra película que los distribuidores locales rebautizaron para su estreno. La semana pasada fue Master Gardener, de Paul Schrader. Ahora es este film exhibido en el Festival de Cannes, donde su director ganó la Palma de Oro en 2018 con la conmovedora Somos familia.

La inocencia es un título que alude obviamente a una característica de la personalidad de los dos niños que la protagonizan, pero el original (Monstruo, en español) es mucho más sugestivo y proporciona una clave fundamental de esta historia en la que las apariencias y los prejuicios que generan son un tema central.

Nada es del todo lo que parece a primera vista en este relato poliédrico que le rinde homenaje a un clásico del cine japonés -Rashomon (1950), de Akira Kurosawa-, muchas veces citado como epítome de los efectos narrativos de la multiplicación de puntos de vista en una misma historia, y que marca el regreso de Kore-eda a su país después de una película con producción y estrellas francesas (La verdad, de 2019, con Catherine Deneuve y Juliette Binoche) y otra financiada por Corea del Sur y protagonizada por Song Kang-ho para aprovechar el impulso publicitario de Parásitos (Broker, de 2021).

Kore-eda elige opacar todavía más las lecturas e interpretaciones trabajando un montaje elusivo y plantando una serie de pistas falsas alrededor de un conflicto en una escuela primaria que involucra a un profesor acusado de maltrato por una mamá convencida de que pasó algo que en verdad no está del todo claro en el desarrollo del film hasta que, bien avanzado el metraje, empiezan a aparecer las piezas de un rompecabezas que incluye saltos temporales, revelaciones inesperadas y narrativas que colisionan de acuerdo a quien pertenezcan.

Todo ese complejo andamiaje sirve para explicitar la idea de que los dos protagonistas (extraordinarios Soya Kurokawa y Hinata Hiiragi) sufren y se toman revancha a su manera por motivos ocultos para una mirada superficial. Y también para ubicar estratégicamente como desenlace la parte de la historia en la que desaparecen los adultos y ellos viven en libertad la felicidad de disfrutar un mundo que se inventaron, con reglas y significación propias.

La locación donde transcurren las aventuras de la pareja infantil es un hallazgo: un vagón de tren en medio de un bosque frondoso, cargado de belleza pero también de misterios y amenazas elocuentes, que en cada momento oportuno colorea la magnífica banda sonora de Ryūichi Sakamoto.

El fuego de un voraz incendio con el que arranca Monster también reaparece más de una vez y, además de ser el vehículo de una sorprendente venganza, resuena como símbolo de la pasión que une a dos chicos embelesados.

Como en buena parte de su filmografía (Somos familia, Después de la tormenta, Nadie sabe), Kore-eda coloca a la infancia en el centro de la escena, igual que lo hizo de distintas formas su compatriota Takeshi Kitano, pero siempre evitando la tentación de idealizarla. Exhibiendo sus luces y sus sombras, señalando su vulnerabilidad y su potencia. Humanizándola y escapando inteligentemente de los clichés.