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Keri Russell abandonó Hollywood en el pico de la fama y le vino de maravilla

Keri Russell como Kate Wyler en La Diplomática. Cr. Cortesía de Netflix © 2023
Keri Russell como Kate Wyler en La Diplomática. Cr. Cortesía de Netflix © 2023

La fama no parece ser la motivación principal de Keri Russell cuando acepta una serie o película, pero el éxito igualmente le persigue. Es lo que sucede cuando el talento brota a borbotones gracias a las buenas elecciones. Ni tenía intención de ser famosa cuando nos enamoró como la tierna universitaria enamoradiza de Felicity, ni tampoco aceptó el nuevo fenómeno de Netflix, La diplomática, por ese motivo. Porque estamos ante una actriz selectiva que reconstruyó su carrera bajo sus propios términos, después de “luchar” con la fama siendo más joven. Una lucha que la hizo abandonar Hollywood y la actuación por completo, viviendo una transición que evidentemente le vino de maravilla.

La diplomática es la primera serie de Keri Russell desde el final de The Americans en 2018, la magnífica serie de espionaje del canal FX sobre dos agentes de la KGB infiltrados en la sociedad americana durante la Guerra Fría. Se estrenó el jueves 20 de abril y, a la hora de escribir este artículo cinco días más tarde, se encuentra liderando el ranking de las series más populares de la plataforma en Argentina, México, Canadá, Estados Unidos, España, Reino Unido… Básicamente, en casi 50 países. Y con toda la razón del mundo. Porque la obra creada por Debora Cahn (Homeland, Anatomía de Grey o El ala oeste de la Casa Blanca) es una de las ofertas más adictivas e interesantes de la plataforma. Personalmente, hacía tiempo que no me pasaba con una serie, sintiendo esa necesidad primaria incontrolable de posponerlo todo con tal de no soltarla hasta el final.

La diplomática juega entre el drama, el thriller y la comedia para contar la historia de una embajadora estadounidense que intenta equilibrar su vida entre una crisis mundial y la que vive en su propio matrimonio. Kate Wyler llega a su puesto en Londres tras el ataque de un buque de guerra británico mientras lidia con las intenciones de divorciarse de su brillante, pero agotadoramente estratega, marido (Rufus Sewell).

Una historia reforzada por un abanico de personajes auténticos, bien construidos y con interesantes arcos narrativos que elevan la base de melodrama hacia un nivel superior, dando como resultado una serie que comienza a exponer sus verdaderas intenciones después del primer episodio. Y Keri Russell es el núcleo que unifica todos los componentes en la piel de una mujer tenaz, elocuente e inteligente. A la que no le importa codearse con los hombres más poderosos del mundo con el pelo sucio o despeinada. Porque su aspecto o apariencia no importan, sino lo que su mente aporta. Todo un soplo de aire fresco que toma el testigo que ya nos dejó Kate Winslet con Mare of Easttown.

A primera vista resulta inevitable ver La diplomática y recordar instantáneamente su personaje en The Americans. Después de todo se trata de dos papeles femeninos que perfilan, en líneas generales, la imagen de ‘mujer fuerte’. Ambas saben lo que quieren (o creen saberlo) y son capaces de tomar riesgos inmensos con tal de cumplir sus respectivas misiones. Por este motivo, no me extraña que Keri Russell llame la atención a raíz de las dos imágenes opuestas de su carrera: la de la tierna y dulce Felicity que sacudió al mundo con el corte de pelo más drástico de la televisión y un triángulo amoroso que dividió opiniones mucho antes que Crepúsculo, y el perfil de mujer de armas tomar que proponen The Americans y La diplomática. Sin embargo, todo esto tiene una explicación mucho más interesante y la encontramos en el momento que decidió abandonar Hollywood.

Porque Keri Russell nunca se había planteado ser actriz o dedicarse al mundo del entretenimiento pero después de asistir con unos amigos al casting de El club de Mickey Mouse, comenzó a trazar su destino hacia el estrellato. Estuvo en el programa entre 1991 y 1994 junto a Ryan Gosling, Britney Spears, Justin Timberlake y Christina Aguilera, probando suerte en otros proyectos, como Querida, agrandé al bebé. Al cumplir los 17 terminó con el programa y se mudó sola a Los Angeles. “Jamás había soñado con ser actriz o estar en esta industria” le dijo a The Hollywood Reporter en 2018. “Pero fue algo que se dio y pensé ‘Esto es divertido. Esto es mejor que, no sé, ir todos los días a una oficina”.

Y después de varios proyectos menores llegó el casting que la convertiría en estrella internacional: el de la estudiante que sigue al chico que le gusta hasta la misma universidad en Felicity. La primera temporada fue un éxito, valiéndole un Globo de Oro con tan solo 23 años. Sin embargo, si bien le encantaba su personaje, no sentía lo mismo por la fama repentina que le rodeaba. “Me parecía una lucha” dijo al medio citado y cuando la serie llegó a su fin en 2002 con la cuarta temporada, decidió que era hora de tirar la toalla.

56° PREMIO ANUAL GOLDEN GLOBE -- En la foto: (de izquierda a derecha) Michael J. Fox, Mejor actor en un papel principal - Serie musical o de comedia por

No quería hacerlo más” dijo sobre su carrera como actriz, así que decidió salir del negocio, “posiblemente para siempre” escribía The Hollywood Reporter. “No sabía si quería seguir actuando” reafirmó en una charla para The off camera show en 2021. “En mi caso, no crecí desesperada queriendo ser actriz, no estudié para ello. Era bailarina. Es lo único para lo que estoy entrenada. Se dio así, fui a una audición, la conseguí y seguí trabajando” dijo. Lidiar con la fama le costaba tanto que, sin que nadie se diera cuenta, se le cayó una lágrima en su primera entrevista con Rosie O’Donnell.

Su problema no era que temía la percepción de la industria en torno a su carrera, sino que “quería ir a algún sitio donde no me reconocieran”. En otras palabras, “no quería ser más famosa de lo que era”. Y entonces se mudó a Nueva York e intentó vivir una vida normal durante dos años, leyendo libros, paseando por la ciudad y lejos de los focos y proyectos. Entre 2002 y 2004, justo cuando su nombre había alcanzado notoriedad mundial, no rodó absolutamente nada. Directamente desapareció del radar.

Y esa pausa terminó “salvándola”. Al tomarse un tiempo lejos de la presión de la fama y el reconocimiento, reubicó sus deseos, intenciones e intereses, volviendo al negocio en 2004 con su debut en el circuito teatral de Off Broadway (donde habitan las obras menores e independientes) con Fat Pig de Neil LaBute. Y entonces Hollywood volvió a tocar a su puerta con TV Movies (The magic of ordinary days), miniseries (como la producida por Steven Spielberg Into the west), blockbusteres (como compañera de Tom Cruise en Misión: Imposible III, que la reunió con el creador de Felicity, J.J. Abrams) o cine independiente (Waitress).

Esa pausa le habría servido para reconstruir su camino en la industria con nueva perspectiva, ampliando su experiencia con todo tipo de proyectos. Y así, cuando el jefe de FX, John Landgraf, la llamó para ofrecerle algo completamente diferente a lo que había hecho hasta el momento, enseguida se sintió interesada. Primero porque “no podía creer que quisieran a Felicity como una espía soviética de la Guerra Fría” y, segundo, porque le interesaba aprovechar la oportunidad de romper el molde de su imagen profesional. Y la jugada salió redonda. No solo descubrió la química explosiva que tenía con su compañero, Matthew Rhys, en las pruebas de cámara (que los llevó a traspapelar la relación a la vida real con un hijo en común), sino que brindó todo su talento a explorar una versión suya que no habíamos visto hasta el momento con un personaje que desbordaba energía y liderazgo, repleto de matices dramáticos donde el conflicto, la lealtad y cada misión entraban en juego.

Desde el final de The Americans siguió priorizando sus deseos sobre la presión de la fama y en cinco años ha sido muy selectiva, optando por pocos proyectos y diferentes a los que vimos en sus inicios. Como un pequeño papel en Star Wars: el ascenso de Skywalker (2019) otra vez con J.J. Abrams, a una película de terror -Espíritus oscuros (2021)- o una comedia irreverente y valiente como Oso intoxicado este mismo año. Ella misma reconoció a The Hollywood Reporter que suele pasar “la mayor parte de mi vida diciendo ‘Oh no, no quiero hacer eso’”, pero cuando le ofrecieron La diplomática no quiso dejar pasar la oportunidad porque “esta diversión no me llega con frecuencia. Es muy raro que quiera hacer algo”.

En resumen, aquel momento de necesidad personal, dando la espalda a Hollywood con 26 años, sembró el camino para un renacer profesional que la fue llevando por caminos nuevos, desafiantes y selectivos. Y que ahora seguimos disfrutando en La diplomática.

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