'Obsesión', crónica de dos horas y media exasperantes en Netflix

Anna Barton (Charlie Murphy) y William Farrow (Richard Armitage) (Ana Blumenkron/Netflix)
Anna Barton (Charlie Murphy) y William Farrow (Richard Armitage) (Ana Blumenkron/Netflix)

Apelar a los placeres más ocultos del ser humano siempre ha sido una herramienta infalible en el mundo del arte. Desde obras explícitas como el Kamasutra al erotismo inocente de ‘El columpio’, a éxitos modernos como Cincuenta sombras de Grey y un larguísimo etcétera repleto de ejemplos. O sino que le pregunten a Sharon Stone y la letra escarlata que cargó durante toda su carrera en forma de mito erótico. Y por una sola película. En consecuencia, y después del éxito de Sexo/Vida, Bridgerton, Élite o Valeria, no me extrañó nada descubrir que Netflix añadía otro melodrama erótico a su catálogo. Sin embargo, en lugar de seguir levantando la temperatura hasta empañar las pantallas, en Obsesión la libido narrativa brilla por su ausencia.

Obsesión está basada en una novela de 1991 escrita por Josephine Hart sobre un médico exitoso que provoca el desastre familiar a raíz de una relación inapropiada. En este caso, manteniendo un romance clandestino con la novia de su hijo. Si te suena la historia es porque fue adaptada hace tres décadas en la gran pantalla con Jeremy Irons, Juliette Binoche y Natasha Richardson. Se titulaba Obsesión en México, o Una vez en la vida en Argentina (aunque el título original era Damage), fue aplaudida por la crítica y Richardson estuvo nominada al Oscar a Mejor Actriz de reparto.

La serie limitada está protagonizada por Richard Armitage(The stranger), Charlie Murphy (Peaky Blinders) e Indira Varma (Ellaria Sand en Juego de Tronos) y retrata la relación extramarital que el cirujano desarrolla sin pensarlo dos veces con la novia de su primogénito. Sabe quién es desde el principio pero la serie pretende vendernos que la química es tan explosiva que no pueden contenerse. Que un mínimo mensaje de texto será suficiente para provocar la lujuria más candente. No obstante, la cosa exaspera más de la cuenta y desde varios frentes.

Los personajes se conocen en el lanzamiento de una iniciativa gubernamental, donde William (Armitage) y Anna (Murphy) cruzan miradas sugerentes. Y voilà. La atracción explota. Anna se dirige hacia él, lo mira sensualmente, se presentan y enseguida reconocen que son familiares en potencia. Que él está frente a su futura nuera y ella a su suegro. Pero no pasa nada. William toma una aceituna y la coloca en su boca, ella la come. Sensualmente por supuesto. Lo más normal del mundo entre futuros parientes. Y en menos de lo que canta un gallo, Anna le escribe para que vaya a su departamento. Él corre. Vuela a la velocidad del rayo sin considerar ni un momento a su hijo, esposa o familia, y se funden en un momento de pasión sin palabras y sin que venga a cuento.

No viene a cuento porque no hay nada más que miradas y una aceituna que justifique semejante riesgo y supuesta lujuria. Pero de esta manera inician un affaire sin explicación, donde Anna da la órdenes y tontean con el BDSM. Pero lo curioso del asunto es que ninguno de los dos parece disfrutar de sus encuentros. Están siempre apesadumbrados, lanzándose al acto como si estuvieran llenos de rabia. No hay romance ni lujuria que explique la obsesión. Ni química alguna.

Porque por más que los actores hagan lo que pueden con el material que tienen entre manos, la sensualidad, química y pasión brilla por su ausencia. Para empezar, para tratarse de un melodrama erótico, cualquiera esperaría una química explosiva entre los amantes protagonistas o al menos el diseño visual de escenas que transpiren sensualidad. Que nos hagan creer que la pasión es tan incontrolable que puede justificar la obsesión que desarrollan el uno por el otro. Que merece la pena el riesgo que toman cada vez que se encuentran, por muy terrible, erróneo y juzgable que sea. Pero es imposible. Richard Armitage y Charlie Murphy lanzan menos chispas que un cerillo mojado.

Pero es que incluso dejando esto a un lado, Obsesión termina exasperando. Por ejemplo, cuando el padre, esposo y amante en cuestión sigue a su propio hijo hasta París para espiar a su amante. Anna no solo cede a darle una pieza de lo que busca (la posesión de su cuerpo), sino que el médico termina alojándose en la misma habitación, buscando desesperado el olor de su amante entre las sábanas. Como un perro de caza. Literalmente. Como si este cirujano de prestigio no supiera que en hoteles se cambian las sábanas después de cada check-out. Pero él olfatea y lo encuentra, desesperándose por una obsesión hambrienta que no tiene ni pies ni cabeza. Y a nosotros nos entra la risa.

Al final, la exasperación que provoca deriva en tal impaciencia, que para cuando por fin conocemos los secretos de Anna, ya hemos perdido todo el interés en los personajes y sus intenciones. Porque Obsesión pierde demasiado tiempo creando su atmósfera pero muy poco desarrollando a los personajes. Prácticamente pasamos mucho tiempo sin conocerlos, viéndolos retozar en el suelo, contra la pared, etc. sin nada más que contar.

Anna (Charlie Murphy) conoce a William (Richard Armitage) por primera vez (Ana Blumenkron, cortesía de Netflix)
Anna (Charlie Murphy) conoce a William (Richard Armitage) por primera vez (Ana Blumenkron, cortesía de Netflix)

La serie está compuesta por cuatro episodios y la podemos ver completa en dos horas y media. Sin embargo, hacía tiempo que no veía una serie que me sacaba de mis casillas tan fácilmente. No solo por la falta de química, sino porque el desarrollo narrativo baila perdido entre el BDSM sin explicaciones tangibles, mientras la obsesión entre los personajes crece en la pantalla pero sin ahondar lo suficiente.

Obsesión juega entre el erotismo de plástico, el thriller y el melodrama intenso, pero sin ser ni una cosa ni la otra. En consecuencia, pasamos dos horas y media buscando hilos sueltos de los que colgarnos a la historia, al menos para no sentir que estamos perdiendo el tiempo. De todos modos, debo decir que lo mejor de la serie es Indira Varma, una actriz que aporta una intensidad dramática irresistible desde las esquinas, miradas y gritos como la esposa engañada, olvidada y rota. Su interpretación es tan arrolladora, y con tantos matices, que bien podrían haber basado la serie en su perspectiva y arco narrativo.

Pero, en resumen, entre un cirujano inteligente obsesionado sin explicaciones suficientes. Un romance que carece de pasión creíble. Secuencias eróticas vacías de temperatura y un desarrollo perdido entre demasiadas ideas que no terminan de formar una narrativa lineal, Obsesión termina exasperando más de lo que esperaba.

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