La herencia de Cantinflas que resultó una maldición para todos

La muerte por COVID de Eduardo Moreno Laparade, el sobrino de Mario Moreno, Cantinflas, cierra un capítulo épico, escandaloso y muy amargo, acerca de la presunta maldición que pesa sobre la fortuna del que fuera el más célebre e internacional de los cómicos de la época de oro del cine nacional, que se convirtió en un ídolo para los mexicanos, si bien su vida personal se fue derrumbando poco a poco, oculta detrás de la imagen pública y el personaje que lo devoró.

Y es que siempre que se habla de herencias y celebridades, flota ese miasma de codicia y ambición, de duda y de envidias, de reyertas que se prolongan por décadas, como fue este caso, que comenzó nada más morir Cantinflas el 20 de abril de 1993.

Mario Moreno Reyes. (Photo by Peter Stackpole/Life Magazine/The LIFE Picture Collection via Getty Images)
Mario Moreno Reyes. (Photo by Peter Stackpole/Life Magazine/The LIFE Picture Collection via Getty Images)

Una vez pasado el funeral -que duró tres días y es, hasta hoy, el homenaje póstumo más concurrido, extenso y grande que haya habido en la historia de México (ni María Félix, ni Juan Gabriel, ni José José tuvieron unas exequias tan espectaculares cuando sus respectivos fallecimientos)- surgió el que fuera el primer gran pleito legal entre Moreno Laparade, hijo de Eduardo, uno de los hermanos del actor y Mario Moreno Ivanova, a quien por años erróneamente se refirió todo el mundo como "hijo adoptivo" de Cantinflas (esto lo explicamos más adelante).

Laparade (que entre sus muchos argumentos no tuvo empacho en decir que Ivanova no era hijo de Mario Moreno, y que no era miembro de la familia, lo que hizo correr ríos de tinta en los periódicos de la época) argumentó que en su lecho de muerte -al que llegó con un cáncer pulmonar después de fumar empedernidamente por décadas- su tío le había concedido los derechos de 34 películas que había producido.

Hay versiones que hablan de 5 películas más, pero estas, que fueron las primeras cintas en las que apareció el personaje, no cuentan como canon, ya que se realizaron antes de que Mario Moreno Reyes y su socio Jacques Gelman crearan su propia productora, por lo que son anteriores a los contratos firmados con Columbia Pictures.

Ivanova de inmediato se opuso, señalando que él era el heredero universal, como dictaba el testamento, y que esas películas no solo eran suyas, sino que (según dijo en un arrebato de patrioterismo bastante publicitado) debían ser patrimonio de México.

Con lo que no contaba ninguno de los dos era que Columbia Pictures (ya para entonces propiedad de Sony, que había distribuido dichas películas desde 1946 internacionalmente) iba a entrar en la controversia, argumentando tener documentación legítima que mostraba una venta a perpetuidad hecha por Cantinflas, garantizándole un ingreso por los derechos de distribución. Columbia ganó el pleito en 2001.

La disputa siguió por años, con Laparade ganando dos veces demandas contra Ivanova y con Ivanova obteniendo una apelación que casi inmediatamente después perdió ante Columbia.

A la muerte de Laparade, no se sabe qué pasará con la fundación que creó con el dinero que le fue legado por su tío, misma que lleva su nombre ('Mario Moreno Reyes'), dedicada a la filantropía, la educación de niños alrededor del mundo, así como a la atención de menores con capacidades diferentes. Esta fundación es completamente independiente de la compañía "Mundo Cantinflas" que fue creada para comercializar la imagen del personaje y administrada por Ivanova hasta su muerte.

Según señalaron varios medios, como el diario español El País (en su edición latinoamericana) la versión que mantuvo siempre Mario Arturo era que el sobrino de Cantinflas falsificó la firma del cómico para hacerse con los derechos de sus películas y desvió entre 7 y 70 millones de dólares (la cifra nunca fue confirmada, y cambiaba cada vez que Ivanova hablaba con los medios) de las cuentas del actor ya moribundo usando documentos fraudulentos y cheques falsificados. Lo cierto es que hubo una cantidad no especificada que Moreno Reyes legó a Laparade.

Esto fue algo que Laparade, cuyo padre fungió por años como mánager y representante de su famoso tío, siempre negó, mientras que él hizo también del dominio público el hecho de que Ivanova, desde su juventud, no tenía oficio ni beneficio, no había terminado sus estudios y que abusaba del alcohol y otras sustancias, como heroína y cocaína. De hecho, cuando Ivanova, hacia 1997 declaró que había tenido que liquidar bienes raíces que su padre le había dejado para sostener sus gastos en tribunales, Laparade le tundió con una respuesta lapidaria: "Era el dueño de casi todo, pero se lo metió todo por la nariz".

Mario Moreno Laparade. (Photo by Alfonso Manzano/Clasos.com/LatinContent via Getty Images)
Mario Moreno Laparade. (Photo by Alfonso Manzano/Clasos.com/LatinContent via Getty Images)

Otro detalle que surgió por entonces fue que Ivanova, ya para entonces casado con Sandra Bernat, su segunda esposa, había maltratado emocionalmente a su primera esposa, Abril del Moral, y que ésta con sus dos hijos fue protegida por Cantinflas, quien tuvo un serio disgusto con su hijo. A la fecha, del Moral y sus dos hijos, Mario y Valentina, de 30 y 32 años, son adultos que han llevado vidas normales y se han mantenido al margen de los escándalos suscitados tras la muerte de Ivanova (en 2017) y han buscado hacer su vida de manera independiente.

Sobre el tema de la paternidad de Ivanova, éste mismo lo esclareció en noviembre de 2016 durante una entrevista que concedió a Joaquín López Dóriga en exclusiva para Televisa, cuando el productor Juan Osorio estaba preparando la producción de una serie biográfica acerca de Mario Moreno Reyes, misma que se anunció en varias ocasiones, pero que no se ha llevado a cabo todavía (la opción de derechos vence en 2026).

De acuerdo a lo narrado por Ivanova, él no era hijo adoptivo de Moreno Reyes, como se había manejado por años, sino que era solo hijo adoptivo de su esposa, Valentina Ivanova, quien falleció en enero de 1966, pero que era hijo del cómico y mostró documentación que lo probaba.

El nefasto episodio que ocultó durante años

Según el relato, Ivanova era hijo natural de Moreno Reyes y la estadounidense procedente de Texas, Marion Roberts, una jovencita que en 1959 llegó a la Ciudad de México con unos amigos que la dejaron plantada en un hotel con una factura estratosférica y sin un centavo. Así pues, Ivanova cuenta que, según su padre, un botones del hotel se enteró de su dilema y la llevó a hablar con Cantinflas, que tenía una oficina a unos pasos del hotel y contaba con fama de ser generoso y caritativo.

Cantinflas liquidó la cuenta de la joven y entre ellos surgió una relación de concubinato a larga distancia. En septiembre de 1960, Roberts dio a luz a un niño que fue adoptado por el actor y su esposa rusa (la joven recibió a cambio de la cesión de la patria potestad, la suma de 20 mil dólares, un Cadillac nuevo y un salón de belleza en la ciudad de Houston).

En diciembre de 1961, Marion Roberts reapareció en México, se entrevistó con Moreno Reyes, y posteriormente, sin más, se suicidó con barbitúricos en el hotel de la capital donde se hospedaba (algunas versiones sensacionalistas, dicen que la joven se arrojó por la ventana de un sexto piso, pero no existe nada que realmente ratifique esta versión del suicidio). Cantinflas se ocupó de sus exequias, y ella fue sepultada, con un alias, en México. Marion Roberts tenía 22 años al morir; en ese momento, Cantinflas tenía 50.

Esta no fue la primera vez que se relacionó al actor con un suicidio: en 1955 se le vinculó con el de la trágica actriz checa avecindada en México, Miroslava.

Hay quienes señalan que la leyenda negra de la ostensible maldición sobre la fortuna proviene de este nefasto episodio que Moreno Reyes mantuvo oculto por muchísimos años, incluso de su propio hijo, que rompió el silencio apenas unos meses antes de su propia muerte, atribuida a un ataque cardíaco (aunque Laparade, en su momento, no dudó en insinuar que este ataque podría haberse debido a lo mermado que estaba su primo tras una vida de excesos, mezquino comentario que se replicó en todos los programas de chismes).

Tita Marbez. (Photo by Pedro Gonzalez Castillo/Getty Images)
Tita Marbez. (Photo by Pedro Gonzalez Castillo/Getty Images)

Finalmente, quien se quedaría con todo fue Tita Marbez, la última cónyuge de Ivanova, de quien se encontraba separado al momento de su muerte, si bien la herencia está bastante dilapidada hoy en día: "Cuando murió Mario Arturo", señaló Marbez a El Universal, "decían que me habían heredado no sé cuántos millones y los sigo buscando. No heredó una sola propiedad, el departamento donde yo vivo me lo compró mi padre. Cuando yo llegué a la vida de Mario Arturo, él no tenía dónde vivir, porque ya se había gastado todo en litigios con Eduardo Moreno Laparade". Irónicamente, la actual dueña de la imagen registrada de Cantinflas, nunca convivió con él.

Ahora, Abril del Moral, sobrina política de Eduardo Moreno, quien revela lo que sucederá con las cintas del ‘Mimo de México’. “Gracias a Dios se queda todo de este lado… ¡Gracias a Dios!”, explicó Del Moral en entrevista para el programa matutino de TV Azteca, Venga la Alegría.

Daño colateral de esta situación fueron los hijos menores de Ivanova y Sandra Bernat, Gabriel y Marisa, mellizos que cayeron en las adicciones y solo encontraron apoyo por parte de sus medios hermanos mayores (que sí tuvieron fideicomisos a su nombre, al nacer antes de la muerte de su abuelo) y de Abril del Moral, que se ocuparon de internarlos en rehabilitación en el centro de desintoxicación fundado por Julio César Chávez, donde también se atendiera el actor Rafael 'El señor de los cielos' Amaya.

Que el otro hijo de Ivanova y Bernat, también llamado Mario, fuera hallado sin vida por una sobredosis en el baño de un hotel de paso en el 2013, con solo 19 años de edad, es el colofón macabro y triste de una serie de circunstancias tenebrosas que han rodeado el legado de quien fuera una de las figuras más luminosas de México, haciendo que el pueblo que lo encumbró, ahora no dude en hablar de una 'maldición' que sigue generando opiniones y no parece descansar en paz.

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