La película de Gwyneth Paltrow que disparó la gordofobia y casi destroza a su doble de cuerpo

Gwyneth Paltrow con Jason Alexander, Jack Black & Tony Robbins (Photo by Gregg DeGuire/WireImage)
Gwyneth Paltrow con Jason Alexander, Jack Black & Tony Robbins (Photo by Gregg DeGuire/WireImage)

En 2001 fuimos testigos de una de las comedias que peor han envejecido con el paso del tiempo. Es más, su humor era tan vulgar y ofensivo que ni siquiera me pareció acertada por aquel entonces. Les hablo de Amor ciego, el intento de comedia romántica entre Jack Black y Gwyneth Paltrow que vendía un mensaje de apreciación a la belleza interior mientras se burlaba de una mujer obesa. Hasta la actriz ganadora del Oscar la recuerda como un “desastre” en su currículo. Sin embargo, mientras la intérprete siguió adelante con su carrera, a su doble de cuerpo casi la destroza.

Amor ciego era la sexta película que dirigían juntos los hermanos Farrelly avalados por comedias que hicieron reír al mundo, como Una pareja de idiotas (1994, también conocida como Tonto y retonto) o Loco por Mary (1998). Aunque en este caso la gracia brillaba por su ausencia. La rom-com contaba la historia de Hal (Jack Black), un hombre extremadamente superficial y prejuicioso que comenzaba a salir con una mujer obesa después de ser hipnotizado. Bajo este efecto, Hal no veía la apariencia real de Rosemary (Paltrow), sino el reflejo de la belleza interior que, en este caso, era representado como una mujer delgada y hermosa.

Y mientras Gwyneth Paltrow llevaba prótesis y un traje de 11 kilos para interpretar a Rosemary con obesidad, Ivy Snitzer se encargó de prestar su físico para los planos 'reales' de brazos, torso y piernas. La joven era una estudiante de interpretación de 20 años que soñaba con ser comediante y aceptó el trabajo ilusionada. Pero no imaginaba la gordofobia que despertaría en su contra, desarrollando desórdenes alimenticios dos años después del estreno hasta “técnicamente morirse de hambre”.

La actriz Ivy Snitzer asiste al estreno de la película
La actriz Ivy Snitzer asiste al estreno de la película "Shallow Hal" el 1 de noviembre de 2001 en Los Ángeles, CA. (Foto de Vince Bucci/Getty Images)

Así lo reveló en una entrevista concedida a The Guardian, explicando que subestimó el alcance global que tendría la película y sus consecuencias. Tampoco le molestó que la historia se burlara de la obesidad con secuencias que describían a Rosemary como “un rinoceronte” o exageraban el oleaje que provocaba al zambullirse en una pileta. Le pareció que era algo progresista para la época. "En ese momento, si veías a alguien obeso en una película, era un villano", dice a la publicación, aplaudiendo que, en cambio, Rosemary fuera un personaje "genial, era popular, tenía amigos".

Y si bien no tiene quejas con el rodaje, asegurando que todo el equipo la trató “como alguien que importaba”, haciéndola “sentir realmente cómoda”, todo cambió después del estreno. “No se me ocurrió que la película sería vista por millones de personas”, afirma. Sin embargo, en lugar de dirigir las críticas hacia el filme, muchos espectadores las dirigieron hacia ella.

Cuenta que, después de que Amor ciego se estrenara en 2001, “fue como si se magnificaran las peores partes de estar gordo. Y nadie me decía que era graciosa”. Es más, cuenta que cuando terminó el rodaje, se comprometió con la idea de ser “un buen gordito”. "Odiaba mi cuerpo como se suponía que debía hacerlo", dice. “Comí muchas ensaladas. Tenía trastornos alimentarios de los que estaba muy orgullosa”.

Además, revela que a partir de formar parte de la promoción del filme, parte del público comenzó a reconocerla. Muchos estaban enojados porque había dicho que “no es lo peor del mundo ser gordo”. Otros la acusaron de promover la obesidad. Hasta llegaron a insultarla enviándole píldoras dietéticas a su propia casa. De repente, su obesidad había pasado de ser una oportunidad para estar en una película hollywoodense, a una realidad que agentes externos criticaban. El publicó la vio y la gordofobia hizo el resto.

"Me asusté mucho", asegura, llegando a plantearse abandonar su pasión por culpa de las críticas. “Pensé: tal vez terminé con el concepto de la fama, tal vez no quiero ser actriz. Quizás haga algo más”. Y eso hizo. Se volvió a la casa de sus padres en Nueva York. Trabajó como camarera mientras hacía comedia de vez en cuando. Y si bien le llegaron ofertas después de Amor ciego, asegura que los agentes de casting eran “malvados”. “No quería interpretar a una mujer que era tan fea y solitaria que abusaba de jóvenes porque era la única manera que tenía de recibir afecto”, explica sobre las ideas que le ofrecían a raíz de la imagen distorsionada que persigue al concepto de obsesidad.

Lo triste de su historia es que, durante el rodaje de Amor ciego, Ivy era una joven que confiaba en sí misma. “No era positiva con mi cuerpo, porque en realidad no existía de esa manera. Pero era algo así como 'positiva conmigo misma'. Pensaba: ¡Soy graciosa, eso es suficiente!” Sin embargo, cuando terminó el rodaje y la película se estrenó todo cambió. Dice que la película no la hizo sentir mal consigo misma en su momento, sino que “otras personas empezaron a decirme que probablemente debería haberme sentido mal conmigo misma” por ser obesa.

Dos años después del estreno se sometió a una cirugía de banda gástrica que sirve para reducir el tamaño del estómago, limitando la cantidad de alimento que el órgano puede retener. Sin embargo, la banda se movió y su salud se vio seriamente afectada. Tuvo que pasar tres meses sin poder consumir nada sólido, sobreviviendo a base de bebidas deportivas y batidos nutricionales aguados. “Estaba tan delgada que se me podían ver los dientes a través de la cara y mi piel era gris”, revela. Sufrió varias complicaciones más hasta que finalmente le realizaron una operación de bypass gástrico para extirpar parte del estómago.

Dice que se sometió a la cirugía inicial porque un doctor le dijo que no viviría pasados los 40. Que, además, se supone que tenía que hacerlo porque “si eres gordo, se supone que debes intentar no serlo”. Y si bien en un principio Ivy intenta desconectar las críticas y la película con las consecuencias en su vida, finalmente termina aceptando que “seguramente están conectadas”. “Estoy segura de que quería ser pequeña y que no me vieran”.

Con el tiempo Ivy encontró estabilidad, sin embargo, su historia nos lleva a una reflexión necesaria. Y es que los comentarios y críticas que tuvo que soportar por haber sido la doble de cuerpo de Gwyneth Paltrow por su físico, reflejan el daño de la gordofobia social.

Porque las reacciones deberían haber estado dirigidas a la película, no en complicarle la vida a la doble de cuerpo. Porque fue Amor ciego la que no ayudó con el mensaje, disfrazando la historia de una oda a la belleza interior cuando al mismo tiempo invitaba a reírnos de la obesidad con secuencias como la de un amigo “salvando" a Hal de bailar con una mujer obesa y amigas que la película representa como feas; o mostrando cómo el peso de Rosemary hunde su esquina en un bote o a un caballo sufriendo por culpa de su peso. En otras palabras, nos decía que ser gordo es gracioso, que reírse de la gordura es aceptable. Y no, no lo era ni lo sigue siendo. Sin embargo, muchos habrían sentido la libertad de fijar su reacción a la historia en una joven con ilusiones propias, en lugar de posar su mirada hacia el mensaje erróneo de aquel “desastre” cinematográfico.

Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR | EN VIDEO

A Jennifer Aniston le resulta "más fácil" estar soltera

El papel que Brad Pitt le arrebató a George Clooney y retrasó su éxito en Hollywood

Gwyneth Paltrow vivió el lado amargo del éxito después de ganar el Oscar

Charlize Theron desmorona el irrealismo de belleza hollywoodense con una verdad sobre el envejecimiento