La trágica historia de amor que Meryl Streep vivió a espaldas del mundo
Meryl Streep tenía 28 años cuando perdió a uno de los amores de su vida
Meryl Streep nunca siguió las reglas del juego hollywoodense. Será una de las estrellas de cine más consagradas, la que mantiene el récord a la mayor cantidad de nominaciones en la historia de los Oscar (con 21 candidaturas), pero, a diferencia de otros colegas, siempre mantuvo una línea divisoria entre su profesión y vida privada. Los personajes, aplausos y premios están por un lado, expuestos al mundo. Pero su faceta más personal, la que vive como mujer, esposa, madre y abuela, están del otro, sin permitir la intrusión de la mirada ajena. Y prueba de ello fue la sorpresa que nos llevamos todos cuando, de repente y sin aviso, se dio a conocer que lleva más de seis años separada de su marido y padre de sus cuatro hijos, el escultor Don Gummer, tras haber cumplido 45 años de casados en septiembre.
La actriz había estado provocando simpatía viral bailando al son de gaitas en Oviedo, España, y con su discurso al recibir el Premio Princesa de Asturias de las Artes, cuando el tabloide estadounidense Page Six reveló que la pareja había “decidido vivir sus vidas por separados”, pero que “siempre cuidarán el uno del otro”. Y la noticia sorprendió. Tanto por el tiempo que llevan distanciados sin que la intrusión mediática se diera cuenta, como por la noción generalizada de verlos como una pareja estable en medio de la vorágine hollywoodense a lo largo de las décadas.
Sin embargo, esta dicotomía no hace más que confirmar el mito en torno a esa privacidad que tanto protege. No solo ahora, sino durante toda su carrera. Incluso cuando estaba en pleno ascenso profesional, viviendo una trágica historia de amor a espaldas del mundo.
Para conocer esta historia debemos remontarnos a 1976, cuando Meryl Streep era una actriz de 27 años en busca de oportunidades. El mismo año que Dino De Laurentiis la llamó “fea” en el casting de King Kong en italiano, sin saber que lo entendería y le respondería sin miedo a su poder como productor hollywoodense. “Lamento mucho no ser tan hermosa como debería para estar en King Kong”, le contestó con ironía como contó en The Graham Norton Show.
Todavía no había protagonizado ninguna película sino que se encontraba en Nueva York, interpretando la obra de Shakespeare Measure for measure en Central Park junto a John Cazale, uno de los actores de personajes más destacados del circuito por aquel entonces, amigo cercano de Al Pacino e intérprete demandado por los cineastas de la época. Era un actor que los restaurantes italianos adoraban en la Gran Manzana por su papel de Fredo en El padrino y su secuela, hasta el punto de ofrecerle cenas gratis.
Además, había aparecido en éxitos de crítica como La conversación de Francis Ford Coppola y Tarde de perros de Sidney Lumet. En resumen, era un actor peculiar e interesante que estaba ascendiendo en la industria con éxito. Y prueba de ello es que los cinco largometrajes que componen su filmografía fueron nominados al Oscar a Mejor Película. Tres ganaron la estatuilla.
Meryl y John se llevaban 14 años de diferencia y la atracción fue inmediata. “No se parecía a nadie que hubiera conocido. Era su especificidad, su tipo de humanidad y su curiosidad por la gente, su compasión”, dijo la actriz según escribe Michael Schulman en su biografía, Her Again (vía NY Post).
Pasaron de los escenarios a ser inseparables, viviendo en el loft que el actor tenía en el barrio de Tribeca mientras el universo teatral neoyorkino los veneraban como los dos actores más talentosos del momento. Hasta que el mundo de ambos dio un vuelco radical. Porque en 1977, cuando Meryl Streep estaba a punto de coronarse como una de las grandes actrices de su generación, le tocó vivir uno de los años más difíciles y dramáticos de su vida.
Cazale tenía previsto participar en la obra de Agamennon pero su salud no le había permitido asistir a las primeras funciones. Fue entonces cuando su amigo y director, Joe Papp, le consiguió un turno de emergencia con un doctor. Poco después llegaba la mala noticia: Cazale tenía cáncer terminal de pulmón a los 41 años.
Según escribe Schulman en su biografía, Meryl Streep se convirtió en el pilar emocional de su pareja. “Nunca fue alguien que se rindiera y ciertamente no era alguien que sucumbiera a la desesperación”, detalla el autor. Y mientras Cazale tuvo que cancelar todos sus compromisos profesionales, Streep siguió adelante con las obras y rodajes que tenía previstos, sin transmitir su ansiedad o dolor a ninguno de sus compañeros.
Al Pacino se encargó de llevar a su amigo a los tratamientos de radiación mientras Robert De Niro luchó para que los productores aceptaran la contratación de John Cazale en El francotirador. El problema eran los costes astronómicos que pedían las aseguradoras a cambio de asegurar a un actor con una enfermedad terminal. Según contó Streep tiempo después, fue De Niro quien pagó de su bolsillo la cuota de las aseguradoras. Y aunque el actor y amigo de Meryl nunca negó o confirmó esta información, dijo: “Estaba más enfermo de lo que habíamos pensado […] pero quería que estuviera [en la película]” (vía NY Post).
Meryl también participó en aquella producción aunque no le gustaba su personaje. No quería ser meramente ‘la chica’ de la historia, pero aceptó con tal de estar al lado de su pareja en aquellos últimos meses de vida. “Meryl estuvo a su lado en cada momento”, explicó el director Michael Cimino a People (vía GoalCast). A continuación protagonizó la miniserie Holocausto. Necesitaban el dinero para cubrir los gastos médicos así que Meryl tomó el trabajo que la obligó a pasar dos meses y medio en Austria, padeciendo su drama personal en sus adentros mientras cargaba el peso de una historia sombría y filmando en un campo de concentración real.
“John estaba muy enfermo y yo quería estar con él. Pero seguían extendiendo la maldita cosa. Fue como estar en prisión durante dos meses y medio”, dijo Meryl en 1979 a Time transmitiendo la frustración personal que vivió en medio del proyecto.
Al volver a casa, Streep y Cazale se distanciaron del mundo. La actriz demostró la incondicionalidad que existe en la entrega y compasión que infunde el amor poniendo su carrera en pausa y acompañándolo en todo momento, a cada cita médica y tratamiento, entreteniéndolo con rutinas cómicas o leyéndole el periódico con voces falsas, pero siempre manteniendo la esperanza a pesar del diagnóstico. “Lo cuidó como si no hubiera nadie más en la tierra”, dijo Joe Papp sobre el compromiso de Streep, según escribe Schulman (vía People). “Nunca lo traicionó en su presencia o fuera de su presencia. Nunca traicionó ninguna idea de que él no sobreviviría. Él sabía que se estaba muriendo, como lo sabe un moribundo. Ella le dio una tremenda esperanza”.
Cazale murió el 12 de marzo de 1978. “Lo que ocurrió después, según algunos, fue la culminación de toda la tenaz esperanza que Meryl había mantenido viva durante los últimos 10 meses. Golpeó su pecho, sollozando, y por un breve y alarmante momento, John abrió los ojos. ‘Está bien, Meryl’, dijo débilmente. 'Está bien'”. Luego cerró los ojos y murió”, escribe Schulman.
Curiosamente, aquel tiempo conviviendo con el dolor personal y la despedida de un ser amado, coincidieron con el inicio de la consagración profesional de Meryl Streep a través de su victoria en los Emmy con el premio a mejor actriz por Holocausto y su primera nominación al Oscar por El francotirador. Pero también el comienzo de un nuevo amor. Porque, por las vueltas del destino, Meryl decidió quedarse con un amigo en Canadá tras la muerte de su novio pero, al volver a Nueva York, se encontró con que el dueño del loft que compartía con Cazale la había dejado sin vivienda.
Enseguida tuvo que juntar sus recuerdos de aquella relación y llamó a su hermano para que la ayudara, quien llevó a un amigo para que les diera un mano: el escultor Don Gummer. Meryl terminó subalquilando el departamento de Gummer mientras él viajaba a Pakistán, manteniéndose en contacto a través de cartas hasta que un accidente en moto lo obligó a volver a casa antes de tiempo. Y a pesar del reciente final trágico de su historia de amor, Meryl Streep volvió a hacer gala de su esperanza, abriendo de nuevo su corazón. Seis meses después de la muerte de Cazale, la actriz contraía matrimonio con Gummer en el jardín de sus padres.
Tuvieron su primer hijo un año más tarde. “Este bebé es un compromiso afirmativo en tiempos bastante desesperados”, dijo la actriz en aquel momento según People. “Es lo más grande que me ha pasado jamás”.
El tiempo pasó y Meryl Streep continuó moldeando su carrera hasta convertirse en una de las actrices más veneradas de la historia del cine, pero siempre manteniendo los capítulos más personales de su vida lejos del juicio ajeno. Como este dolor e historia tan íntima para ella. “No habla mucho del tema”, dijo Michael Schulman a NY Post durante la promoción de su libro. “Pero ese año estuvo tremendamente lleno de acontecimientos y fue dramático en su vida. Fue fundamental para moldear quién era como persona y como actriz”.
Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.
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