Brendan Fraser provoca algo que debe vivirse con sus pocos minutos en 'Los asesinos de la luna'

Es como como si estuviéramos reencontrándonos con un viejo amigo a través del cine

Brendan Fraser solo aparece en un puñado de escenas en 'Los asesinos de la luna' pero son suficientes para volver a provocar la magia que lo conecta con el público (Foto de Dimitrios Kambouris/Getty Images for Tribeca Festival)
Brendan Fraser solo aparece en un puñado de escenas en 'Los asesinos de la luna' pero son suficientes para volver a provocar la magia que lo conecta con el público (Foto de Dimitrios Kambouris/Getty Images for Tribeca Festival)

Brendan Fraser ha vuelto. No es que se haya ido a ningún lado (tiene varios proyectos en desarrollo) pero, desde que el mundo se rindiera a sus pies con el cariño nostálgico que provocó su regreso a lo más alto junto a La Ballena y el Oscar, no lo habíamos visto en pantalla. Hasta ahora. Porque el actor de 54 años es uno de los intérpretes que inundan de talento a Los asesinos de la luna, la nueva obra maestra de Martin Scorsese, con una presencia que sorprende. Y no solamente por su actuación, sino por lo que provoca cuando lo vemos aparecer en pantalla.

Los asesinos de la luna está basada en un libro de David Grann y relata la historia real de los crímenes que asolaron a la Nación Osage en 1920, la comunidad nativa americana que después de descubrir petróleo y hacerse millonarios, sufrieron asesinatos y muertes que a nadie le interesaba investigar. Hasta que el FBI, bajo el mando de J. Edgar Hoover, entró en escena. En la historia hay tres protagonistas: un recién llegado llamado Ernest (Leonardo DiCaprio), su codicioso tío Bill ‘King’ Hale (Robert De Niro) y su esposa nativa (Lily Gladstone). Pero a ellos les rodean un puñado maravilloso de personajes secundarios que, a pesar de tener pocas escenas, se plantan en la historia con potencia narrativa.

El actor de La momia interpreta a W.S. Hamilton, el abogado corrupto, prepotente y manipulador de King que intenta disuadir al personaje de Leonardo DiCaprio de pasarse a su bando en un juicio. No voy a contarles más de la historia para que puedan descubrirla por ustedes mismos, pero, como ya explicó Brendan Fraser en diferentes entrevistas, su participación aparece cerca del final (cuando estamos entrando en las tres horas de metraje) y solo en un puñado de escenas. No lo calculé exactamente pero debe tener un total de 5 minutos en pantalla. Pero son suficientes para volver a provocar esa magia que lo conecta con el público desde que volvió a la cima de Hollywood.

Porque cuando Brendan Fraser aparece en escena sucede algo peculiar. Su primera secuencia es poderosa porque se trata de un plano que surge de repente, imponiendo con su físico, vozarrón y presencia de villano hasta acaparar prácticamente todo el cuadro. Es un truco de montaje que consigue convertir su debut en la historia en una sorpresa, porque apela y exprime la fuerte conexión del actor con la audiencia.

Es decir, Brendan aparece en escena con un plano tan poderoso que no puedes evitar sentir un salto de alegría. Es bizarro porque se trata de un personaje oscuro pero, también, de una emoción que refleja la relación que se forjó con él en el último año, donde la nostalgia y empatía jugaron un papel fundamental.

Y no me pasó a mí solamente. A la hora de escribir este artículo, hace apenas un día que Los asesinos de la luna se estrenó en cines, y ya circulan decenas de reacciones en redes sociales como X (antes Twitter).

Brendan Fraser rodó la película antes de iniciar el rodaje de La ballena, describiendo la oportunidad como “muy importante” para él. Y es que Los asesinos de la luna fue la primera puerta que se abrió para señalar su camino de regreso a las grandes ligas de Hollywood, después de pasar muchos años desaparecido. Inicialmente porque él mismo forzó su destierro a raíz del supuesto abuso que sufrió por parte de un expresidente de la organización que gestiona los Globos de Oro, Philip Berk, así como las cirugías que complicaron su salud a raíz de las lesiones físicas que sufrió rodando secuencias de acción. Entró y salió de hospitales durante años y terminó con un reemplazo parcial de rodilla, una laminectomía y una cirugía de cuerdas vocales. A esto se sumó el divorcio, la muerte de su madre y, eventualmente, la depresión. Todo esto “lo llevó a elegir el olvido”,como dijo a GQ en 2018.

Pero entonces llegó La Ballena. Cuando la película sobre la discriminación contra la gordofobia se proyectó por primera vez en el Festival de Cine de Venecia de 2022 se produjo algo que no sucede a menudo. O casi nunca. Y es que el cariño que provocó su reacción, llorando y emocionado, pidiendo a los invitados que dejaran de aplaudirle como si estuviera avergonzado, revivieron ese cariño que había quedado relegado. Desde ese momento, todos sus discursos inspiradores, sus entrevistas honestas y sus diferentes confesiones personales hablando de la superación personal tras los golpes que le dio la vida, tocaron la vena sensible del público que, junto a la nostalgia que provoca su figura a través de éxitos como La momia o George de la selva, lo elevaron como una de las figuras más queridas del séptimo arte.

Y ahora, a un año del comienzo de aquella ‘Brendan-manía’ que vivió el público y Hollywood a partes iguales (no había actor que no quisiera sacarse una foto con él en cada ceremonia de premios), se revive esa magia que nos mantiene conectados a su figura. Porque cuando Brendan Fraser entra en escena en Los asesinos de la luna nos domina. Nos sorprende sin poder evitar esbozar una sonrisa como si estuviéramos reencontrándonos con un viejo amigo. Y personalmente creo que se debe a la alegría que nos provoca ver que sigue su camino, que después de los golpes de la vida, sigue al pie del cañón dándolo todo.

Porque su actuación en esta película no pasa desapercibida (tampoco la de Jesse Plemons que, otra vez, se convierte en el roba escenas por excelencia del cine moderno). Pero lo de Brendan es potente e imponente hasta el punto que algunos pueden pensar que está sobreactuado. En mi opinión, no es el caso, sino que representa el análisis que ofrece Scorsese con su relato, cuestionando la moralidad perdida del true crime jugando precisamente con el personaje de Brendan Fraser, haciendo que sea un ejemplo de esos límites que muchas veces se cruzan en el género.

Pero, en resumen, aunque solo aparezca en un puñado de escenas y pocos minutos, consigue mantener viva esa conexión que revivió en el último año, donde conectamos con el humano detrás del estrellato. Porque, entre su honestidad desnudando experiencias y el baño de humildad que demostró en cada discurso, Brendan Fraser reconectó con el público desde el plano más personal y emocional. Se convirtió en el reflejo de la supervivencia tras vivir el olvido y el abismo emocional y, verlo aparecer de nuevo con potencia visual en lo nuevo de Scorsese, nos provoca sensaciones cálidas. Como si estuviéramos siendo testigos de cómo un viejo amigo sale adelante.

Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.

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