Cómo nos libramos de la secuela de ‘Seven’ que hubiera sido un desastre

American actors Brad Pitt and Morgan Freeman on the set of Se7en, directed by David Fincher. (Photo by New Line cinema/Sunset Boulevard/Corbis via Getty Images)
American actors Brad Pitt and Morgan Freeman on the set of Se7en, directed by David Fincher. (Photo by New Line cinema/Sunset Boulevard/Corbis via Getty Images)

Con un éxito de las proporciones de Seven probablemente nos llame la atención que no haya tenido secuela. Sobre todo cuando tenemos en cuenta la tendencia hollywoodense de exprimir cada fenómeno y el impacto global que tuvo la película en la cultura popular. Sin embargo, tal vez no lo sepan, pero la industria sí se dejo tentar. La popularidad del thriller dirigido por David Fincher era demasiada apetitosa como para dejarla pasar y en los pasillos de la industria existió una secuela. Se titulaba Eight, y si bien no terminó de llegar a buen puerto, el guion se utilizó para rodar otra película: una que protagoniza Anthony Hopkins y que nos permite deducir el desastre apoteósico que hubiera sido la secuela de Seven.

No resulta difícil imaginar la tentación que habrán sentido los ejecutivos de New Line Cinema. Seven se había convertido en uno de los mayores fenómenos de la taquilla de 1995 con una recaudación que superó los $327 millones. Había logrado convocar a las masas con un tono lúgubre, una historia inquietante y un final que jamás podremos olvidar. Su impacto fue tan legendario que no creo ser la única que todavía recuerda la primera vez que la vio. En mi caso fui testigo de una experiencia cinematográfica extrema, donde todos los espectadores salimos del cine en silencio, evidentemente impactados y con el shock en el cuerpo, mientras digeríamos aquel final. Porque Seven forma parte de ese grupo minoritario de películas que funcionan en todo su esplendor la primera vez. Como El sexto sentido o El regreso del Jedi: sus revelaciones y giros sorpresa se experimentan al máximo en un primer visionado. Puedes disfrutarlas de nuevo y verlas cuantas veces quieras, pero nunca volverás a sentir lo mismo que en esa experiencia original.

Y así, con semejante fenómeno entre manos, el estudio se puso manos a la obra con una secuela en 2002. Pero en lugar de contratar a un guionista que desarrollara una continuación desde cero, que respetara y continuara el mismo tono original -como hubiera sido lógico- optaron por la vaguería creativa. ¿Qué hicieron? Eligieron un guion que les parecía similar a Seven, en cuanto a que giraba en torno a la caza y captura de otro asesino en serie, mientras pensaban convencer a Morgan Freeman para que volviera a interpretar al detective protagonista. Brad Pitt estaba fuera de la ecuación. Lógicamente, su personaje había concluido su viaje dramático con tanto trauma que costaría verlo de nuevo en acción como si no hubiera pasado nada.

American actor Brad Pitt on the set of Se7en, directed by David Fincher. (Photo by New Line cinema/Sunset Boulevard/Corbis via Getty Images)
American actor Brad Pitt on the set of Se7en, directed by David Fincher. (Photo by New Line cinema/Sunset Boulevard/Corbis via Getty Images)

El guion en cuestión lo había escrito Ted Griffin y Sean Bailey en 1996, dos figuras que se encontraban escalando posiciones en Hollywood después de haber trabajado en Ocean’s Eleven. Se titulaba Solace y estaba fuertemente inspirado en Seven a través de un diseño visual gótico, colores oscuros y un diálogo constante sobre la naturaleza animal del ser humano. Sin embargo, había una clara diferencia: Solace recurría a elementos paranormales como base principal de la trama.

En resumen, contaba la historia de un detective con poderes psíquicos que intentaba detener a un asesino con los mismos poderes. Y teniendo en cuenta que el personaje de Morgan Freeman -el detective Somerset- era el único que en realidad podía volver a la historia, el estudio creyó que podía traerlo de nuevo asociándolo con esa trama de poderes psíquicos. Lo que no tiene sentido porque Seven triunfó como thriller psicológico sin elementos de ciencia ficción, y Somerset era el personaje más creíble y realista, lo que asociarlo con un mundo paranormal no habría resultado natural.

Evidentemente, la secuela no despegó. Morgan Freeman dejó claro que no quería participar y David Fincher sentenció alto y claro que preferiría “apagarme cigarrillos en los ojos” que estar asociado con la secuela (Cinema Blend). Ted Griffin abandonó el proyecto y el guion se guardó… hasta 2015.

Porque la idea llegó a los cines, pero en forma de película completamente independiente a Seven. Utilizó el título original, Solace -que en Latinoamérica conocimos como En la mente del asesino- y contó la misma historia de la investigación en torno a un psíquico con poderes para ver el futuro que ayudaba en la investigación de un asesino en serie. Solo para descubrir que el criminal tenía sus mismos poderes, iniciando un juego de cacería en donde anticipaban continuamente sus movimientos.

Anthony Hopkins interpretó al experto y Colin Farrell se encargó del villano de turno, acompañados por Jeffrey Dean Morgan y Abbie Cornish como los detectives que guiaban la investigación. Sin embargo, la película dirigida por el brasilero Afonso Poyart fue un desastre. Tenía una buena idea pero estuvo mal ejecutada y, en consecuencia, fue recibida con palos de la crítica por la previsibilidad de la historia y por el desborde de clichés que la convertían en una apuesta mediocre, mientras el público también le terminó dando la espalda.

Sin embargo, cuando vemos En la mente del asesino (está disponible en HBO Max) descubrimos el auténtico desastre que hubiera sido como secuela de Seven. Es cierto que comparten similitudes visuales y filosóficas. El thriller de Anthony Hopkins recurre al mismo diseño de producción en torno a las escenas criminales, remontándonos instantáneamente al aspecto visual de los asesinatos de John Doe (Kevin Spacey) emulando los siete pecados capitales. Además de que también presenta ideas similares en torno a la naturaleza del ser humano. Pero hubiera desencajado por completo a raíz del elemento de ciencia ficción.

Sospecho que, si se hubiera desarrollado como secuela, el mundo se habría apresurado a verla. El impacto de la película original hubiera sido suficiente para funcionar como elemento de atracción en la campaña de marketing, y la curiosidad nos habría movilizado en masa. Por ese motivo, si el mundo hubiera experimentado la disparidad temática, probablemente habrían puesto en riesgo el legado de Seven. Y todo por el afán de llenarse los bolsillos. Y en resumen, esta anécdota nos recuerda (y sobre todo a Hollywood) que no todas las historias necesitan secuela. Y menos una trama tan concluyente y efectiva como Seven.

Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.

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