Netflix: El asesino muestra a David Fincher de regreso en la cumbre con un film ascético, infalible y deslumbrante
El asesino (The Killer, Estados Unidos/2023). Dirección: David Fincher. Guion: Andrew Kevin Walker, Alexis Nolent, Luc Jacamon. Fotografía: Erik Messerschmidt. Música: Trent Reznor , Atticus Ross. Edición: Kirk Baxter. Elenco: Michael Fassbender, Tilda Swinton, Charles Parnell, Arliss Howard, Kerry O’Malley, Sophie Charlotte, Emiliano Pernía. Duración: 118 minutos. Distribuidora: Maco Cine. Nuestra opinión: muy buena.
En tiempos donde el cine mainstream de autor brilla (por su ausencia, a excepción de unos pocos venerables ejemplos), David Fincher se siente en la necesidad de aportar lo más fino y ascético de su arte, poniéndolo al servicio de un material previo, despiadado y salvaje.
El asesino, que llega este jueves al cine -y que a partir del viernes 10 de noviembre se sumará al catálogo de Netflix- tiene su origen en un cómic francés de 1998 creado por Luc Jacamon y Matz (Alexis Nolent). Desde entonces y hasta 2022, se lanzaron 17 tomos con el devenir de este asesino a sueldo, necesitado de saldar todos los asuntos pendientes que su profesión le genera en pos de un retiro definitivo de la actividad.
Lo disruptivo de la propuesta gráfica fue su tono: serio, implacable, no apto para niños, así como también el escaso uso de diálogos. Lo que reflejan las viñetas en todos los libros son los pensamientos del protagonista, sus tribulaciones frente a cada contrato, a su presente, pasado y futuro. La referencia no es caprichosa porque, de la misma manera que marca el pulso de la novela gráfica, lo hace en la película.
En pos de ser lo más fiel posible al material original, Fincher toma una decisión drástica para la traslación a la pantalla grande: mantener el mismo recurso del papel. Así, la película comienza con el antihéroe en una oficina vacía, con un rifle de larga distancia y analizando cada uno de los detalles que no podrían escapársele nunca a un francotirador. El asesino no habla, una voz en off mete al espectador en su cabeza, para que escuche lo que piensa, para que sepa lo que siente. Un reloj pulsera controla su ritmo cardíaco, mientras la mente repasa una y otra vez las máximas que lo convirtieron en el experto criminal que es.
La secuencia dura más de 15 minutos (decisión impensable en el frenético estilo actual), el director se toma todo el tiempo del mundo para delinear al personaje en toda su complejidad, condición que no proviene de su puntillosa convicción sino de su perturbada psicología. Al igual que en el cómic el trabajo sale mal, y de un segundo a otro el sicario se transforma en blanco de la organización que lo contrató. Luego de que dos de sus pares (en la historieta son tres) atacan a su novia, el asesino emprende una venganza personal contra todo y contra todos.
Aunque el motor del relato no sorprenda, y se reduzca prácticamente a lo ya contado, las mayores virtudes de la película pasan por su construcción narrativa. La decisión del director no es caprichosa: el arco argumental elegido, con algunos pocos cambios, está presente en los primeros tomos de la obra original. Y aunque en ellos también hay flashbacks que cuentan el origen del personaje (del que no se conoce su verdadero nombre) o algunas de sus misiones anteriores, Fincher elige el camino más directo, despojando su relato de cualquier elemento que atente contra el conflicto original. Así, dejando claras sus intenciones desde el comienzo, el realizador se concentra en marcar el diferencial a partir de su destreza autoral. El sonido, la música, la fotografía, la puesta en escena, todo se amalgama en una experiencia que resulta tensa, irritante, incómoda. El agotamiento del victimario conforme avanza su plan revanchista repercute directamente en la platea, que lidia con sus acciones, consecuencias y pensamiento.
En manos de David Fincher, Michael Fassbender redunda en la mejor elección para un protagonista de estas características. Con un porte muy distinto a su contraparte dibujada, su asesino es inexorable en sus objetivos. Un aporte indispensable a la linealidad de la propuesta argumental . A pocos minutos del inicio ya se sabe que no habrá ni dudas ni pasos en falso, ni elementos interpuestos que lo desvíen de su objetivo final.
A pesar de su condición de thriller, y de desarrollarse en un marco de crueldad casi morbosa, El asesino tiene unos pocos guiños que funcionan como alivio a la tensión permanente. El más claro, y especialmente disfrutable para los mayores de 40, son los nombres que utiliza el criminal para moverse de aeropuerto en aeropuerto, destacados mediante primeros planos de pasaportes o pasajes, y que hacen referencias a protagonistas de comedias televisivas. Oscar Madison (Extraña pareja), Sam Malone (Cheers), o Lou Grant (Ed Asner en la serie homónima), son algunos de los que se pueden descubrir si se está atento. Pequeños alivios para salir por unos segundos y con una semi sonrisa del clima opresivo dominante.
Si luego de ese experimento fallido que fue Mank, uno podía suponer razonablemente que David Fincher era pasible de retiro voluntario, con El asesino recupera lo mejor de su condición de artesano, aun cuando se trate de la adaptación de un material ajeno y sea tentador meterla en la misma bolsa de ejemplos anteriores que comparten una misma idea . Quienes caigan en semejante acto de pereza estarán pasando por alto una obra con mérito suficiente como para conectar con los mejores exponentes de su género, un notable ejercicio de estilo que muy pocos directores contemporáneos son capaces de lograr.