‘Juicio al diablo’: la historia real de una posesión que demuestra los errores de ‘El Conjuro 3’
Un documental de Netflix pone en entredicho la supuesta historia real de 'El Conjuro 3'
Netflix tiene nuevo true crime. Se trata de Juicio al diablo y advierto que es muy diferente a los que estamos acostumbrados. Básicamente porque mezcla un asesinato con un caso de posesiones y exorcismos que conmocionó a la sociedad estadounidense en 1980/81. Incluso es probable que la historia les resulte familiar, sobre todo a quienes siguen religiosamente la saga de películas inspirada en los casos paranormales investigados por Ed y Lorraine Warren. Porque Juicio al diablo repasa la misma historia que cuenta El Conjuro 3: el diablo me obligó a hacerlo pero, en lugar de redondear la trama, aportar datos que la mejoren y complementen, demuestra la farsa que terminó arruinando aquella tercera entrega de la saga.
Casas embrujadas, posesiones, muñecas malditas y demonios vengativos son los elementos habituales del que ahora conocemos como el ‘Universo cinematográfico de El Conjuro’, la saga de terror que comenzó hace diez años a partir de uno de los casos investigados por el matrimonio Warren formado por un demonólogo y una clarividente. Desde el estreno de El conjuro en 2013 fuimos testigos de cinco spin offs, que expandían el universo con tramas que poco tenían que ver con los casos de la pareja (las tres partes de Annabelle y dos de La monja), y dos secuelas basadas directamente en investigaciones reales. El conjuro 2 (2016) y El Conjuro 3: el diablo me obligó a hacerlo (2021).
Y después de dos películas centradas en historias de casas embrujadas que funcionaron a la perfección, provocando pavor en todo el mundo mientras arrasaban en taquilla, la saga se desinfló. Y fue cuando se adentraron en el caso más distintivo pero cuestionable de la pareja: un asesino que dijo haber estado poseído cuando cometió un crimen. Era un caso espeluznante y de los más interesantes en el archivo histórico de la pareja, pero la película se fue por las ramas, ensalzando a los Warren con un mensaje engañoso sobre la historia real que decayó en la película peor valorada por la crítica entre las tres principales, y la de menor taquilla de toda la franquicia.
Pero ahora, dos años después, Netflix rectifica la historia con su interesante documental y el testimonio de las personas implicadas.
El Conjuro 3: el diablo me obligó a hacerlo se basaba en la historia de Arne Cheyenne Johnson, un asesino que se defendió en 1981 diciendo que cometió un crimen porque “el demonio le hizo hacerlo”. Recuerdo que, cuando me dispuse a ver esta tercera parte en 2021, era consciente de que no sería una adaptación fiel a los relatos verídicos dado que la saga se caracteriza por añadir elementos de ficción para ensalzar la figura de Ed y Lorraine, pero no me esperaba que enmascararan tanto la verdad jurídica para beneficiar la imagen de sus protagonistas. Algo que pone sobre la mesa Juicio al diablo porque, en esta historia, existen dos versiones. Y una de ellas señala a los Warren como figuras que se aprovecharon de una situación posiblemente inventada.
Para empezar, El Conjuro 3 comienza con un rótulo que advierte que está basada en una historia real, sin embargo omite especificar que se trata de una mínima parte para luego dar a entender una resolución heroica que nada tuvo que ver con lo que sucedió en el juicio.
UNA HISTORIA CON DOS PARTES: ¿UNA POSESIÓN O UNA MENTIRA?
A diferencia de la película de ficción que centra el protagonismo en los investigadores, Juicio al diablo relata los detalles desde la perspectiva de la familia implicada.
Este caso se divide en dos partes. Por un lado, tenemos a David Glatzel, quien asegura que sufrió una posesión demoníaca a los 11 años y, ante la desesperación familiar, su madre contactó a la Iglesia católica y a los Warren, quienes grabaron y documentaron el caso con audios y fotografías. David fue exorcizado en una ceremonia en donde el novio de su hermana Debbie, Arne Cheyenne Johnson, habría solicitado al 'demonio' que lo tome en su lugar. Según dijo Lloraine Warren a la policía y en diferentes entrevistas, era lo peor que podía haber hecho y, cinco meses más tarde, Arne asesinaba a un hombre llamado Alan Bono (el jefe de su novia), asegurando que el demonio había sido el responsable. En Juicio al diablo, Arne mantiene su inocencia, culpando al demonio de haber actuado en su lugar,
El abogado de Arne presentó una declaración de no culpable citando posesión demoníaca, siendo la primera vez que se intentaba legalmente en la corte de EE.UU. El juez desestimó la excusa paranormal pero no pudo evitar que se viviera un frenesí mediático en torno al juicio, colocando a los Warren en el centro de la noticia con entrevistas y hasta la publicación de un libro.
Juicio al diablo nos hace testigos del testimonio de David y Arne, de imágenes de archivo de los Warren y las grabaciones reales de las supuestas posesiones. (Para quien crea en este tipo de casos advierto que podría ser una experiencia terrorífica que, tal vez, sería mejor ver con la luz encendida). Pero también coloca en el centro a Carl Glatzel, el hermano mayor de David que defiende que toda la historia fue una farsa. No solo eso, acusa a los Warren de manipular a su familia y aprovecharse para sacar beneficio económico. "Eran buenos estafadores", asegura.
De esta manera, Carl Glatzel se convierte en el eslabón que derrumba la historia que retrata El Conjuro 3, poniendo en entredicho la imagen legendaria que la saga crea en torno a los Warren. Tenía 15 años cuando ocurrió la supuesta posesión de su hermano, explicando que estaba presente cuando Ed y Lorraine Warren advirtieron a toda la familia, con los niños presentes, que David comenzaría a hacer gruñidos y decir malas palabras estando poseído. Poco después, David lo repetía como parte de su supuesta posesión.
"Se convirtió en un show. En lugar de ayudar a David lo grababan", sentencia. Además, añade que Arne era "posesivo" con su hermana y que había rumores que hablaban de un posible romance entre Debbie y su jefe, como sugiriendo el motivo detrás del crimen.
Ni corto ni perezoso, Carl señala a los Warren de haberse aprovechado, pagando a la familia $4.500 por el libro que escribieron sobre el caso, cuando la pareja se llevó $81.000.
Sin embargo, para poder crear una película de terror, El Conjuro 3 plasmaba algo completamente diferente, convirtiendo a Ed y Lorraine en figuras detectivescas que buscaban pruebas que demostraran la posesión y así ayudar a Arne en el juicio. En la ficción se comprometían hasta el punto de involucrarse en otro caso que desembocaba en una maldición satánica. Sinceramente, la historia no tenía ni pies ni cabeza. Empezaba sentenciando que estaba basada en una historia real pero, al final, no tenía nada que ver con el caso de Arne Cheyenne Johnson.
No obstante, lo que más me impactó entonces, y más ahora tras ver Juicio al diablo, fue el intento de ensalzar a Ed y Lorraine sin contar detalles esenciales.
Por un lado, cuando termina el primer acto, la película mostraba a la abogada de Arne presentando al juez la declaración de “no culpable por posesión demoniaca” y, a continuación, comenzaba la trama de investigación. Y como el resto de la película se centra en la búsqueda de pruebas de los Warren que corroboren que estaba poseído, la cinta da a entender que paralelamente se vive el juicio mientras ellos buscan evidencia.
Nada más lejos de la realidad. El juez Robert Callahan desestimó enseguida el alegato de defensa asegurando que ese tipo de argumento no tenía lugar dentro de la ley debido a la falta de evidencia, y porque permitir el testimonio sería “irrelevante y no científico”. Al final, la defensa cambió a la táctica a defensa propia.
Y segundo, la película concluye con una imagen de los Warren satisfechos en el juicio mientras Arne recibe sentencia. La cinta explica en rótulos que el joven fue declarado culpable de homicidio en primer grado y que cumplió 5 años de condena, como si quisieran dar a entender que en cierto modo la defensa funcionó y tuvo una condena corta. Pero no fue así. La sentencia fue de entre 10 y 20 años de cárcel, solo que Arne salió de prisión al quinto año por buena conducta (AP News, 1986).
Es cierto que los Warren ayudaron e intentaron recabar evidencia para que el juez aceptara la defensa, y hasta habían acumulado testimonios de sacerdotes y testigos visuales. Es más, durante el resto de sus vidas siguieron defendiendo la inocencia de Arne calificándolo como un hombre “atento” que nunca hubiera cometido un asesinato de no haber estado poseído. No obstante, David Glatzel terminó demandando a los autores y editorial del libro que Gerald Brittle y Lorraine Warren escribieron sobre el caso en 2006, The devil in Connecticut, por “violar el derecho a la privacidad” e “intencionalmente provocar malestar emocional”. Carl, por su parte, mantiene que todo fue una farsa publicitaria mientras Arne repite que no recuerda nada de lo sucedido.
El Conjuro 3: el diablo me obligó a hacerlo me decepcionó en su momento por no estar a la altura de la originalidad y dosis de terror de sus antecesoras, utilizando la historia para convertirla más en un homenaje al amor de la pareja que al caso real. Pero, sobre todo, por seguir mitificando la imagen de Ed y Lorraine, dando a entender una resolución heroica cuando el resultado jurídico fue diferente. Y si bien podemos defender las decisiones creativas al tratarse de una película de ficción, la inclusión de un rótulo adviertiendo que estaba basada en una historia real, la coloca en un plano engañoso. Que, ahora, Juicio al diablo expande dejando que cada uno saque sus propias conclusiones.
Para quien quiera hacer comparaciones, Juicio al diablo ya está disponible en Netflix, mientras pueden encontrar El conjuro 3: el diablo me obligó a hacerlo en Amazon Prime Video y HBO Max.
Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.
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