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“Cantar rancheras es como besar al chico que te gusta: quieres más de eso”

La cantante española Olga Basanta ha desarrollado buena parte de su carrera en México, país por al que profesa un amor profundo.

Olga Basanta ha convertido sus redes sociales en un atril desde el que homenajear a México, país que la acogió y ha impulsado su carrera. Foto: Cortesía.
Olga Basanta ha convertido sus redes sociales en un atril desde donde devolverle todo el cariño recibido a México, país que la acogió y ha impulsado su carrera. Foto: Cortesía.

Olga Basanta se presenta: “con B de buena y S de sabrosa”, dice entre risas. Habla y ríe, se le sale una carcajada y ríe otra vez, como si tuviera un tic del que no puede desprenderse ni quiere y ojalá más personas en el mundo desplegaran esta agitación involuntaria. Se le sale el risueño por los cuatro costados, gesticula muchísimo, tiene un carisma desbordado y unos ojos verde cristalino que te sumergen en su personalidad cautivadora. Es bellísima. No puede esconder que es artista, de formación, de nacimiento (viene de familia de músicos) y de presencia. A sus 35 años, tiene un currículum extensísimo: es cantante, compositora, profesora de canto (coach, lo llaman ahora), de piano, productora, es violista, que no violinista, una gesta que subraya enfática. Es evidente que lleva años corrigiendo a sus interlocutores. “La viola es un instrumento poco reconocido. Cuando tocas en una orquesta, te das cuenta de las personalidades de los instrumentos y la viola es super importante, pero la gente no lo sabe”, cuenta.

La española ha desarrollado buena parte de su carrera musical en México y México se le metió bien adentro a la española. Abre la boca y se le sale el “no mames güey” y el “chingón” a diestro y siniestro, entre otros coloquialismos patrios. En su antebrazo lleva una catrina con motivos aztecas tatuada. Tuvo un flechazo instantáneo y el país le ha devuelto con creces el amor profesado. Allí se marchó un día para hacer una gira de tres semanas y ya no quiso devolverse. Ha compartido escenario con Julieta Venegas, Camila, Jesse y Joy, Carlos Rivera. Ha cantando con la Sonora Santanera en el Teatro Metropolitán y en el Auditorio Nacional. Acaba de recibir el premio del Festival Internacional de Nueva York a la mejor canción original por ‘Volver a casa’, tema principal de la película De vuelta a casa, del director mexicano Darius Wilhere, que verá la luz este año.

Solo una pandemia pudo sacarla de su México lindo casi cinco años después de llegar. La paralización de la vida cultural, de la vida y punto, hizo imposible continuar con su proyecto y se vio obligada a regresar a España, donde su red de apoyo era más fuerte y podían tirar de ella. Ahora, inmersa en la creación de su próximo disco de estudio, Himnos para corazones rotos y descosidos, sueña con volver al país que la “apapachó” desde el minuto uno y sellar lo que ella describe como “un pacto de amor” entre ella y México.

¿Qué te pasa con México? Tus redes son un auténtico homenaje al país...

Mi historia de amor con México es la relación más larga que he tenido. Hace unos cuantos años tuve la suerte de tocar en la gira española de un grupo mexicano, Camila. Desde que me subí al escenario vi una pasión y una entrega del público mexicano que no había experimentado nunca. Esa era la sensación que llevaba buscando toda la vida, sienten la música de otra manera. Cuando le pones intención a algo, la vida se encarga de ponértelo delante. Por ejemplo, iba en el autobús y se me ponía al lado una persona de México y empezábamos a hablar. Y así con todo. De repente surgió la oportunidad de irme de gira por el país y me fui. Mi plan era estar tres semanas, pero, cuando llegué allí, me dije “de aquí soy”. Se me abrieron todas las puertas y los brazos. ¿Sabes lo que es que te digan esta es tu casa, quédate que te queremos? Al final, tienes que estar donde te sientas bien y donde sientas que lo que haces tiene un propósito. Se me acercaban muchas personas y me decían “muchas gracias por tu música, me inspiras o me ayuda a seguir adelante”. Esa es mi historia con México. Y desde entonces lo llevo en la piel.

Es inevitable preguntarte como extranjera por la realidad de violencia en México que, muchas veces, es lo único que nos llega del país a los que vivimos fuera. ¿Cómo lo valoras tú?

Yo tengo que hablar desde mi experiencia y mi experiencia ha sido muy buena. Nunca he tenido ningún problema, excepto dos circunstancias que sí me costó gestionar. La primera, probablemente, tiene su origen en el hecho de ser mujer, porque me podría haber sucedido en cualquier lugar. Fue un intento de abuso con una persona de poder en la industria de la música y no sé cómo lo hice, pero conseguí salir. En otra, estaba sola en un establecimiento alejado de Playa del Carmen, donde había ido a trabajar, y entraron cinco policías que venían a buscar su mordida. Empezaron a mirarme y susurrar. Escribí a un amigo mexicano y me dijo: “Si echan el cierre, tú desapareces”, así que salí de ahí corriendo. Conozco a gente a la que le han pasado cosas, pero mi experiencia ha sido muy positiva. Cuando eres extranjero, todos te dicen “no te metas en ese lugar, no te metas ahí”. Pero yo me metía ahí y nunca he tenido ningún problema.

Olga Basanta en el videoclip 'Sal a volar'.
Olga Basanta en el videoclip 'Sal a volar'.

¿Nadie es profeta en su tierra, como le sucedió a Rocío Durcal?

No sabes las veces que me han dicho “me recuerdas un montón a Rocío Dúrcal” y, claro, a mí que me comparen con ella es increíble. Como la Dúrcal, he tenido la suerte de cantar con mariachi y eso es algo que como músico no entiendes hasta que te sucede, menos si no te has criado escuchando rancheras. Cuando te pones a cantar una ranchera todo tu cuerpo tiene una reacción química, como cuando te besa el chico que te gusta. Una sensación de: quiero más de esto. En España pasa que nos acordamos de la gente o la valoramos cuando se muere o recibe un premio, cuando vemos que está haciendo algo significativo, entonces queremos que vuelva. Yo como española en Madrid soy Olga Basanta, la que canta y toca la viola. En México soy una española que canta y toca la viola. Juegas con el valor añadido de ser diferente a lo que están acostumbrados. En México a los españoles nos adoran, les gusta mucho como hablamos. Me acuerdo una vez en Monterrey, estaba comprando algo, y de repente me dice una muchacha “ay, hablas como mi GPS” (se ríe fuerte). Yo creo que ya es momento de darle al público mexicano el lugar que se merece porque es maravilloso. Como país, la gente es lo más amoroso que he visto en mi vida.

¿A qué le cantas? ¿En qué te inspiras para componer?

Las últimas canciones que he sacado hablan del renacer. Ese momento en el que eres consciente de que estás en un lugar, en una relación o en una pareja en la que no quieres estar y, no tienes ni idea de hacia dónde, pero lo único que quieres es salir corriendo. Hablo de no limitarse, de dejar ser y dejarse ser, de permitir a cada uno hacer su búsqueda, eso me inspira. Le canto al amor propio, a alentar los sueños de los que nos rodean y dejar a las personas ser libres. Guerrera ha sido la última canción que he sacado. Es un himno para todas las mujeres porque, a veces, necesitamos una canción que nos diga “Eh, despierta”. Hay un montón de posibilidades ahí fuera que te están esperando y debes salir a por ellas para ser feliz, que debería ser nuestro propósito máximo en la vida.

Hablando de guerreras, en tus redes tienes un discurso muy potente sobre la diversidad de los cuerpos y el romper con los estereotipos de belleza. ¿Por qué?

Creo que es muy importante tener referentes femeninos que rompan con lo establecido. Yo antes tocaba en un grupo y nos llegó un productor que nos quería hacer famosos. Me dijo que yo estaba gorda y que tenía que perder 20 kilos en dos meses. Me metí en una dieta terrorífica. Me dije que si el grupo no salía adelante, que no fuera porque yo no había adelgazado. Perdí los 20 kilos y todo el mundo me decía que estaba guapísima, pero yo me miraba al espejo y no me reconocía. Me veía horrible, pero por una cuestión estética, nadie me veía por dentro: tenía una depresión de caballo. A mí esa dieta me destrozó la tiroides y el estómago. El proyecto no salió adelante porque no había nada real ahí. Cuando yo inicié mi proyecto en solitario, me dije "esta soy yo". Y yo soy poderosa, soy sexy, soy guerrera y amo mis curvas, tengo mi culo y mis caderas. Justo en ese momento salió una campaña de la marca Levi’s con Carla Morrison que lucía sus caderas increíbles. Y fue como ¡guau! Entonces me di cuenta de que a medida que iba conectando más con mi cuerpo y mostrándolo de una forma más natural en mis redes sociales, la gente me iba abrazando más y más. Las mujeres no podemos seguir permitiendo que se nos juzgue por nuestro cuerpo. Valemos más que nuestro cuerpo. Y eso es lo que yo quiero dejar en el mundo: el mensaje de que vales muchísimo, eres muy muy valiosa y si nadie te lo ha dicho, ya te lo digo yo.

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¿Vas a volver a México?

Desde que me fui he vuelto un par de veces, pero todavía tengo que cerrar asuntos aquí en España. Estas últimas semanas me he dado cuenta que traigo un miedo: ¿qué pasa si vuelvo a México y no encuentro mi lugar? ¿Si ya no es el México que yo conocía? El otro día hablando con un amigo, me decía: “Olga vas a encontrar otro México porque tú eres otra Olga. Vas a tener que volver a buscar tu lugar y, a lo mejor, no lo encuentras, pero no te puedes anclar a un miedo”. En México dicen que si es para ti, aunque te quites, y si no es para ti, aunque te pongas. Y yo nunca me he caracterizado por anclarme a un miedo. Tengo clarísimo que mi regreso es inminente porque allí está mi público. Allí está la gente con la que trabajo. Toda mi vida está en México. Ahí están mis escenarios.

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