‘Oppenheimer’ esconde una victoria en la batalla contra ‘Barbie’ (aunque las cifras digan lo contrario)

Cillian Murphy es J. Robert Oppenheimer en 'Oppenheimer', escrita, producida y digirida por Christopher Nolan. © Universal Pictures. All Rights Reserved.
Cillian Murphy es J. Robert Oppenheimer en 'Oppenheimer', escrita, producida y digirida por Christopher Nolan. © Universal Pictures. All Rights Reserved.

La taquilla del fin de semana nos dice que el frenesí por Barbie no solo se vivió en tu cine más cercano –donde seguramente viste el despliegue de vestuario rosa más amplio de tu vida– sino que el fenómeno provocado por una campaña de marketing brutal consiguió conquistar al mundo entero (menos Vietnam). La película protagonizada por Margot Robbie amasó $337 millones a nivel global mientras su gran rival, Oppenheimer, se hizo con la mitad: $174 millones. Sin embargo, que las cifras no los engañen. Porque en esta batalla de titanes, la película de Christopher Nolan esconde un logro que la convierte en ganadora.

El furor cinematográfico que giró en torno al estreno simultáneo de ambas producciones –bautizado como ’Barbenheimer’– hizo efecto con una asistencia masiva, logrando la cuarta mejor recaudación de un fin de semana en la historia. Un dato impresionante cuando tenemos en cuenta que solo le superan sagas arraigadas como fenómeno cultural como fueron Avengers: Endgame, Avengers: Infinity War y Star War: El despertar de la fuerza. Cuando tenemos en cuenta que ni Barbie ni Oppenheimer forman parte de una saga, sino que son historias originales y extremadamente opuestas, entonces el logro cobra más relevancia histórica. Sobre todo cuando Tom Cruise y Harrison Ford siguen colgados por los pelos y sin hacer las cifras estratosféricas necesarias para ser rentables.

Era evidente que Barbie iba a acaparar la atención. No solo porque se vendió como una comedia familiar dirigida al público femenino –cuando ese tipo de ofertas escasean en cartelera– y con una protagonista que apela al arraigo nostálgico de la gran mayoría de mujeres del mundo, sino porque el fenómeno rosa nos rodeó a diestro y siniestro con una campaña bestial donde todo tipo de marcas quisieron colgarse del bombazo (dice Variety que la película costó $145 millones y la campaña otros $150 millones). Por ese motivo, no me extrañó en lo más mínimo ver decenas de grupos de amigas adultas en las proyecciones de Barbie durante las horas que pasé en el cine este fin de semana (yo también caí en la tentación de la doble sesión), convirtiendo la experiencia de ir al cine en una salida personal, divertida y compartible. Como solía ser años atrás, antes de que el streaming nos individualizara más todavía.

No obstante, aunque Oppenheimer se tenga que conformar con el segundo lugar, en esta producción encontramos una victoria alentadora.

Era evidente que Barbie iba a acaparar la atención. No solo porque se vendió como una comedia familiar dirigida al público femenino -cuando ese tipo de ofertas escasean en cartelera- y con una protagonista que apela al arraigo nostálgico de la gran mayoría de mujeres del mundo, sino porque el fenómeno rosa nos rodeó a diestro y siniestro con una campaña bestial donde todo tipo de marcas quisieron colgarse del bombazo (dice Variety que la película costó $145 millones y la campaña otros $150 millones). Por ese motivo, no me extrañó en lo más mínimo ver decenas de grupos de amigas adultas en las proyecciones de Barbie durante las horas que pasé en el cine este fin de semana (yo también caí en la tentación de la doble sesión), convirtiendo la experiencia de ir al cine en una salida personal, divertida y compartible. Como solía ser años atrás, antes de que el streaming nos individualizara más todavía.

No obstante, aunque Oppenheimer se tenga que conformar con el segundo lugar, en esta producción encontramos una victoria alentadora.

Veamos, lo de Barbie es un logro innegable. No solo pintó al mundo de color rosa sino que consiguió un debut que ni Rápidos y furiosos X, Indiana jones o Misión Imposible lograron en 2023 a pesar de ser franquicias que mantienen una estrecha relación con el público. Sin embargo, Barbie siempre estuvo destinada a funcionar. Después de todo se trata de la muñeca más famosa del siglo XX y de una producción que, gracias a la confianza que genera su equipo, el público sabía de antemano que podría esperarse algo más que un intento barato ‘a lo Pitufos’. Es decir, que una directora ganadora del Oscar como Greta Gerwig estuviera implicada, conocida por su compromiso emocional a la hora de construir personajes femeninos (Lady Bird, Mujercitas), que su pareja Noah Baumbach fuera el coguionista (Historia de un matrimonio) y que dos estrellas solicitadas y respetadas por el público como Margot Robbie y Ryan Gosling se lanzaran a la pileta del carnaval rosa, generaba suficiente confianza como para seguirles la conga. Sobre todo cuando tenemos en cuenta que la campaña promocional se encargó de promover que no estábamos ante una película del montón, sino de una visión ‘Gerwigana’. Es decir, si parte del público no sabía quién era esta directora o su tipo de cine, la campaña se encargó de despertarles la curiosidad.

Por todo esto, el éxito de Barbie no sorprende. La alianza entre la muñeca y el equipo creativo creó una película destinada a ser blockbuster. Un producto ligero y para las masas que ni cambiará el cine ni su consumo. Será el fenómeno de 2023 pero no aporta nada que no sepamos: que cuando un producto se vende como una película que esconde sorpresas, con personajes conocidos y arraigados a la cultura global, el público responde. Igual que pasó con Top Gun: Maverick, cada reinicio de Spider-Man o Mario Bros. Pero lo de Oppenheimer es otro cantar.

Matt Damon es Leslie Groves y Cillian Murphy es J. Robert Oppenheimer en 'Oppenheimer', escrita, producida y dirigida por Christopher Nolan. © Universal Pictures. All Rights Reserved.
Matt Damon es Leslie Groves y Cillian Murphy es J. Robert Oppenheimer en 'Oppenheimer', escrita, producida y dirigida por Christopher Nolan. © Universal Pictures. All Rights Reserved.

El estreno simultáneo con Barbie fue, sin dudas, obra del destino divino. Porque hacía tiempo que los amantes del cine no vivíamos este nivel de expectación entre dos películas tan diferentes, que apelan a un target demográfico distinto. Una colorida, la otra oscura. Una superficial, la otra con un profundo mensaje sobre los horrores de la humanidad. Un tándem literalmente explosivo.

Que Oppenheimer consiguiera un debut de $174 millones en su primer fin de semana nos habla de deseo y confianza: deseo del público por ver grandes producciones que se salgan de la fórmula y confianza en el nombre de Christopher Nolan.

Y es que el triunfo de esta biografía sobre el creador de la bomba atómica nos afirma que una película donde los diálogos no cesan, se impone el ritmo meditativo y la acción brilla por su ausencia a lo largo de tres horas, el público responde tan hambriento como lo hacía hace varias décadas. No solo abarrotando las salas de cine convencionales, sino arrasando con la opción IMAX donde una entrada puede costar cuatro veces el precio de un cine tradicional.

Nolan es un director con una legión de fans. Y no solo por la trilogía de Batman. El público conoce su nombre pero, sobre todo, lo que representa: una experiencia cinematográfica envolvente. Cuando vas al cine a ver una de sus películas, sabes de antemano que intentará sorprendente con historias cerebrales y espectáculos de calibres tecnológicos nunca vistos. Nolan es un gran defensor del formato IMAX, insistiendo en rodar sus películas con esta tecnología aun cuando no existen suficientes salas en el mundo que permitan que todos podamos verlas como fueron intencionadas.

Con Oppenheimer fue más lejos. Porque Christopher Nolan la rodó haciendo que su mejor experiencia la encontremos en las proyecciones de IMAX de 70mm. Una opción casi inalcanzable para la mayoría de espectadores (según Digital Trends, existen menos de 50 cines en todo el mundo). En Londres, por ejemplo, solo dos cines la proyectan de esa manera: el Instituto De Cine Británico y el Museo de Ciencia. Las sesiones no solo están completamente vendidas –hasta los asientos de la primera fila– sino que están ‘sold out’ desde hace semanas. Incluso las proyecciones a las 4 de la madrugada. Lo mismo sucede en otros cines verificados, como el Teatro Chino de Hollywood, el Museo de Descubrimiento y Ciencia de Fort Lauderdale, etc.

Esto nos habla de un interés cinematográfico que va más allá de la evasión ligera que ofrece Barbie. Nos habla de un logro puramente cinematográfico, en donde el público quiere vivir la experiencia, no solo la historia. En eso Oppenheimer sienta un precedente que Hollywood no debería pasar por alto: y es que cuando la industria apuesta por la experiencia impulsada por la creatividad intelectual, el público responde. Incluso cuando son películas con carga dramática altamente cerebral o donde pasan 3 horas hablando sin parar. El mundo quiere cine, quiere experiencias que vayan más allá que el último desafío extremo de Tom Cruise.

'Oppenheimer', escrita y dirgida por Christopher Nolan. © Universal Pictures
'Oppenheimer', escrita y dirgida por Christopher Nolan. © Universal Pictures

El color rosa habrá ganado en cifras pero, como producto, no deja grandes lecciones a tener en cuenta. Ya sabemos que cuando Hollywood apuesta por un producto reconocible, como Transformers, Mario Bros o ahora la muñeca Barbie, bañando a la apuesta con atractivo comercial, el mundo responde. Al menos en primera instancia, cuando la curiosidad y expectación juegan a favor. En cambio, Oppenheimer consigue que la experiencia cinematográfica, esa que te envuelve y te llevas a casa, se imponga con cifras que hace tiempo no veíamos en producciones tan meditativas, enseñándole a Hollywood que no debe dar al espectador tan por sentado.

Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.

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