El multiverso es real: los Oscars se rinden ante el brillo indiscutible de los sueños

Ke Huy Quan, Michelle Yeoh, Brendan Fraser, y Jamie Lee Curtis, posan con sus Oscars. (Photo by Rodin Eckenroth/Getty Images)
Ke Huy Quan, Michelle Yeoh, Brendan Fraser, y Jamie Lee Curtis, posan con sus Oscars. (Photo by Rodin Eckenroth/Getty Images)

El multiverso es real y lo vivimos en la 95 ceremonia de los premios Óscar. Y no me refiero a la victoria arrolladora de Todo en todas partes al mismo tiempo con 7 estatuillas, incluyendo Mejor Director y Mejor Película, sino al denominador común que une de manera invisible a los ganadores más destacados de la noche. Porque si por algo recordaremos a esta ceremonia no será por el glamur distante de las estrellas de Hollywood o los grandes nombres del negocio celebrados por la gran fiesta del cine, sino porque la Academia logró rendirse ante algo tan tangible y representativo como es el brillo indiscutible de los sueños cumplidos.

Hollywood tenía ganas de fiesta y quedó claro a través de los gritos, aplausos, silbidos y jolgorio que retumbaba cada vez que nombraban a un ganador. Sobre todo cuando tenía que ver con Todo en todas partes al mismo tiempo. Evidentemente, después de vivir las últimas ceremonias afectados por la pandemia y tras la debacle de Will Smith y su bofetada a Chris Rock el año pasado, la industria quería celebrar su regreso triunfal tirando la casa por la ventana. Y aunque los salvadores del año no estuvieron presentes -ni Tom Cruise ni James Cameron aparecieron por allí- el corazón de la Academia terminó latiendo al unísono con la audiencia, embelesados con la magia inspiracional que transmiten sus ganadores más soñadores.

Como Michelle Yeoh. La actriz malasia de 60 años logró el Óscar a Mejor Actriz por su trabajo en la película de ciencia ficción de los Daniels, superando a otra clara favorita como era Cate Blanchett (TÁR). Sin embargo, la carrera entre las dos comenzó a cerrarse en las últimas semanas ante la aprobación escandalosamente unánime que se percibía hacia Todo en todas partes al mismo tiempo en otras ceremonias. Aunque lo más importante de su victoria no es haberle ganado a Cate, sino la historia de superación y resiliencia que esconde en sus adentros.

Porque la victoria de Yeoh no solo convierte a su película en la tercera producción de la historia que gana tres de los cuatro principales premios de actuación -la anterior fue Poder que mata de Sidney Lumet y Un tranvía llamado deseo de Elia Kazan- sino que, además, supone la primera vez que una actriz asiática gana el premio a la Mejor Actriz. Su victoria es algo histórico tras décadas de estereotipos y falta de reconocimiento al talento asiático por parte de la industria. Porque si bien Parásitos formó parte del cambio en 2020 cuando ganó el Óscar principal y fue alabada a diestro y siniestro, ninguno de sus actores estuvo nominado.

Para todos los niños y niñas pequeños que se parecen a mí viendo esta noche, este es un faro de esperanza y posibilidades, dijo Michelle Yeoh en su discurso de aceptación después de una carrera de casi 40 años en el mundo del cine, esperando pacientemente pero luchando sin cesar contra los estereotipos. “Esta es la prueba de que los sueños se hacen realidad” sentenció alzando el Óscar ante las cámaras.

Mientras sellaba su mensaje con un consejo final a las mujeres del mundo: “Y señoras… nunca dejen que nadie les diga que ya pasaron su mejor momento”, haciendo referencia al edadismo en Hollywood.

Sabes qué, lo hice. Esperé mucho tiempo por esto, y por suerte llegó. Algunas personas esperan toda su vida y es posible que la oportunidad nunca llegue. fui paciente Yo era resistente. Nunca dejé de aprender. Así que estaba listo cuando se presentó la oportunidad” dijo a The Independent durante el estreno de la película.

Pero no fue la única que representó la humildad de los sueños cumplidos. Brendan Fraser también lo hizo con otro de sus emotivos discursos. El actor protagonista del comeback más comentado y celebrado del año, consiguió poner el broche de oro a su periplo profesional junto a La Ballena completando su vitrina personal con el Óscar a Mejor Actor. No solo se trata de su primera estatuilla, sino que supone la aceptación definitiva y rotunda de la industria para un actor que había desaparecido y tocado fondo.

"Comencé en este negocio hace 30 años, y las cosas no me resultaron fáciles, pero había una facilidad que no aprecié en ese momento, hasta que se detuvo” dijo en su discurso de agradecimiento haciendo referencia a la fama vivida en los 90s con películas como La Momia. Una fama que, de repente, se esfumó como la espuma cuando decidió alejarse de los focos una temporada.

"Ha sido como si hubiera estado en una expedición de buceo al fondo del océano y el aire en la línea [proviene de] algunas personas en mi vida” añadió para entonces agradecer a sus hijos, manager y esposa. "Gracias de nuevo, a todos y cada uno. Les estoy muy agradecido” sentenció.

Y es que el caso de Brendan Fraser es uno de los más especiales del año, al tratarse de un actor aupado en la humildad de haber desnudado sus emociones y experiencias ante el mundo. Porque mucho antes de la primera ovación en el Festival de Venecia, ya había compartido su historia y los motivos que lo llevaron a elegir el olvido.

En su caso fue un cumulo de situaciones, como las diferentes cirugías a las que tuvo que someterse a raíz de las lesiones físicas vividas a través de las secuencias de acción. Entró y salió de hospitales durante años y terminó con un reemplazo parcial de rodilla, una laminectomía y una cirugía de cuerdas vocales. A esto se sumó el divorcio, la muerte de su madre y el presunto acoso sexual que dijo haber sufrido por parte de un expresidente de la organización que gestiona los Globos de Oro, Philip Berk. Al final, cayó en una depresión que lo hizo optar por el lado de las sombras. Por eso, que Brendan Fraser recuerde su lucha en los premios Óscar sirve para celebrar su historia de resiliencia y superación, de esfuerzo y sueños cumplidos tras pasar años alejado de los brillos que tanto le alumbran ahora.

Lo mismo representa Ke Huy Quan, el flamante ganador del Óscar a Mejor Actor Secundario por Todo en todas partes al mismo tiempo. "Gracias. Gracias. Mi mamá tiene 84 años y está en casa mirando. Mamá, ¡acabo de ganar un Óscar!” gritaba emocionado con la estatuilla en la mano mientras toda la industria lo celebraba.

Mi viaje comenzó en un bote. Pasé un año en un campo de refugiados. Y de alguna manera, terminé aquí, en el escenario más grande de Hollywood explicaba para recordar al mundo sus orígenes inmigrantes y una historia personal que comenzó mucho antes de su aparición en Los Goonies e Indiana Jones y el templo de la perdición.

Dicen que historias como estas solo pasan en las películas. No puedo creer que me esté pasando a mí. Esto... esto es el sueño americano […] Muchas gracias a la Academia por este honor único en la vida. Gracias a mi mamá por los sacrificios que hizo para traerme aquí” añadía para entonces agradecer a todos los seres importantes de su vida.

Los sueños son algo en lo que hay que creer. Casi abandoné el mío. A todos ustedes, por favor mantengan vivos sus sueños. Gracias, muchas gracias por darme la bienvenida de nuevo. Los amo. Gracias, gracias, gracias" concluía, usando sus palabras como reflejo de un actor que se vio olvidado y relegado después de convertirse en estrella infantil.

Quan nació en Vietnam pero creció en California después de que su familia emigrara a tierras americanas. Alcanzó la popularidad siendo preadolescente en los años 80s, pero en la década siguiente comenzó a sufrir la escasez de oportunidades. Dejó de lado su carrera como actor y estudió un título de cine en la Universidad de Southern California, pasando a trabajar detrás de cámaras como asistente de dirección y coordinador de escenas de acción. Hasta que a los 51 años volvió a lo más alto y nada menos que de la mano de su compañero de Los Goonies, Jeff Cohen, quien fue su abogado durante la negociación del contrato con Todo en todas partes al mismo tiempo.

Los tres transitaron caminos diferentes para llegar hasta los Óscar pero representan en conjunto la imagen de estrellas tangibles. De seres humanos reales, luchadores y resilientes que a pesar de los golpes de la vida no se dieron por vencidos. De soñadores que no dejaron de ilusionarse, demostrando que la edad no importa porque nunca es tarde para seguir soñando.

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