La otra realidad de un éxito de Netflix queda al descubierto en plena huelga de actores

Taylor Schilling y Kimiko Glenn en 'Orange Is the New Black' (Jessica Miglio/Netflix)
Taylor Schilling y Kimiko Glenn en 'Orange Is the New Black' (Jessica Miglio/Netflix)

Hollywood está que trina. Desde que Fran Drescher (sí, la actriz de La Niñera) diera el pistoletazo de salida a la huelga de actores con un discurso que no dejaba bien parados a los jefes de estudios, la industria interpretativa aparcó sus proyectos y salió a las calles pancartas en mano. Desde entonces, varios actores comenzaron a compartir sus propias historias de terror tras verse afectados por la “avaricia” de los grandes estudios contra la que Fran Drescher fue contundente.

Es el caso de Mara Wilson (la niña de Matilda) que dijo que, a pesar de haber prestado su voz a una serie exitosa de Disney, nunca ganó lo suficiente como para acceder al seguro médico del sindicato “gracias al streaming”. O John Cusack que expuso cómo Fox no le pagó extras contractuales de taquilla asegurándole que habían perdido $44 millones con Digan lo que quieran. “Hacer la película costó alrededor de 13 millones, y el dinero gastado para estrenarla fue mínimo en ese momento, 30 años después, ¡esa película perdió millones cada año! Un buen truco de contabilidad, ¿no creen?”, escribió en Twitter. Sin embargo, la historia que nos permite comprender una de las peticiones más importantes de la huelga la encontramos en la otra cara de la moneda que, aparentemente, se esconde tras una serie de éxito mundial como Orange is the New Black.

La responsable de destapar el avispero fue Kimiko Glenn, una actriz a quien muchos reconocemos por su papel de prisionera bromista Brook Soso. Llegó a la serie a partir de la segunda temporada y se mantuvo hasta la quinta, apareciendo en 44 episodios entre 2014 y 2019. Es decir, en casi las cuatro temporadas completas. Sin embargo, a pesar del éxito de la serie y su disponibilidad global a través de Netflix, aseguró en un video viral de Tik Tok que solo cobró $27,30 por los residuales de 2020 (regalías que reciben por las retransmisiones).

Recordemos que este problema es precisamente una de las claves de la huelga. El SAG-AFTRA (Sindicato de Actores de Cine-Federación Estadounidense de Artistas de Radio y Televisión) pide al AMPTP (Alianza de Productores de Cine y Televisión) que se lleguen a nuevas regulaciones que protejan a los actores del uso del IA (Inteligencia Artificial), un aumento del salario básico y mejores condiciones en torno a los residuales por sus trabajos emitidos en streaming. Y es que, si bien existen estrellas que siguieron inflando sus cuentas bancarias a través de los residuales anuales que cobran por las remisiones televisivas (como los actores de Friends que llegaron a cobrar $20 millones anuales cada uno en 2015), no pasa lo mismo con las plataformas a raíz de la falta de transparencia en la métrica de las visualizaciones.

La actriz de 34 años reveló su “pasmosa” verdad con el mismo vídeo de TikTok en 2020, mostrando la facturación enviada por el SAG-AFTRA, listando todos los episodios de Orange is the New Black que contaron con su presencia y el total que le debían. En su momento, recibió comentarios que criticaban su queja diciendo que, al final, ya había cobrado por su trabajo en su momento. No obstante, a raíz del inicio de la huelga, volvió a publicarlo alcanzado cuotas virales (acumula 4.6 millones de visualizaciones) y recibiendo miles de comentarios por parte de usuarios que ahora, y bajo la nueva luz que aporta la huelga, no comprenden que le pagaran tan poco.

A continuación, viendo la popularidad de su historia, Glenn respondió con otro vídeo. “Antes que nada, nos pagaran en su momento o no, mis pechos viven en perpetuidad. Merezco que me paguen por cada maldito visionado que esa m*erda reciba”, explicaba señalando los desnudos frontales que hizo en la serie.

“Segundo, no nos pagaron muy bien”, añadía para entonces señalar que personas del reparto “todavía eran camareros, la gente seguía teniendo un segundo trabajo”.

“Eran malditamente famosos, internacionalmente famosos, no podían salir a la calle, pero no podían permitirse dejar sus segundos trabajos”.

Kimiko Glenn desveló más detalles en un reportaje publicado por The New Yorker, que revela la otra realidad que muchos actores habrían vivido, cobrando salarios bajos o necesitando segundos trabajos a pesar del éxito de la serie producida por Lionsgate (Netflix paga la licencia para distribuirla). Contó que cuando se sumó a la historia, vivía en una vivienda subvencionada y como la producción no le pagaba el traslado hasta el set, a menos que su convocatoria fuera antes de las 6 a. m., tenía que tomar el metro o pagarse un taxi de su bolsillo. “Los viajes en taxi no habrían sido tan importantes si nos hubieran pagado lo suficiente como para no sentir que gastábamos nuestros cheques en eso”, aseguró.

Emma Myles, quien pasó seis temporadas interpretando a la ex adicta a la metanfetamina Leanne Taylor, explica que cobró el mínimo pactado por el sindicato ($900 al día) y su contrato estaba estipulado bajo los acuerdos cerrados por el SAG-AFTRA con la industria en el 2012 New Media Agreement, cuando los servicios streaming no eran una amenaza para la televisión y cine tradicional. En dicho acuerdo, se estipulaba que los actores recibirían regalías después de las primeras 52 semanas que la serie estaba en la plataforma y el porcentaje se calcularía sobre la cuota que Netflix pagaba a Lionsgate para distribuir la serie. Y si bien durante un tiempo los residuales habrían sido “sustanciosos”, como asegura The New Yorker, gracias a los acuerdos de venta que había cerrado Lionsgate con canales de televisión fuera de EE.UU., los ingresos se secaron cuando Netflix se abrió al mundo.

Creo que todos los que llevamos suscriptos a Netflix desde hace 10 años, sabemos que la plataforma tiene mucho que agradecerle a Orange is the New Black. La serie sobre prisioneras de todos los colores, tamaños y razas se estrenó meses después de House of Cards, y enseguida se convirtieron en herramientas de atracción infalible para cambiar la posición de la plataforma en el negocio. En el caso de Orange, fue un verdadero fenómeno de masas que se afianzó entre el público a través del boca a boca.

Desde entonces ha pasado mucho contenido por nuestras retinas y el mercado ha cambiado de forma radical. Sin embargo, no podemos olvidar que fueron las primeras series de éxito para una compañía que, hasta el momento, era un servicio de alquiler por correo (básicamente hacías tu pedido y el DVD te llegaba a tu casa). Sin embargo, mientras Netflix ascendía de la mano de las prisioneras del overol naranja, algunos actores se habrían tenido que conformar con cheques bajos, haciendo otros trabajos para llegar a fin de mes y mientras experimentaban un vuelco en sus vidas, pasando de ser anónimos a reconocidos en todo el mundo. 

En The New Yorker cuentan que la gente los reconocía por las calles o mientras cumplían sus labores en sus segundos trabajos, pero que ni sus salarios o regalías iban a la par. Glenn incluso desvelaba que desarrolló “pánico” ante la desestabilización de la fama con fans pidiéndole fotos a la salida de una clase de yoga o agarrándola en el metro.

En resumen, todo esto desvela una realidad que, al final, aporta más contexto a la hora de comprender las mejoras que están exigiendo en los acuerdos de residuales a través del streaming.

Yael Stone y Kimiko Glenn en 'Orange Is the New Black' (Jessica Miglio/Netflix)
Yael Stone y Kimiko Glenn en 'Orange Is the New Black' (Jessica Miglio/Netflix)

Básicamente porque algunas series de éxito que el mundo sigue consumiendo o redescubriendo, pueden servir como imán de atracción para usuarios que pagan las suscripciones de Netflix. Y si bien en algunos casos, como Orange is the New Black, la plataforma paga una licencia por la emisión y sería la casa productora (Lionsgate) la que se encarga de pagar los residuales, la métrica de las plataformas no permite conocer el éxito exacto para realizar un cálculo similar al que los actores reciben por las emisiones en canales de televisión. Cuando, al final, el trabajo es el mismo. La diferencia es que los hábitos de consumo han cambiado, con las plataformas acaparando la atención de los espectadores del mundo.

Sean Gunn, que interpretó uno de los personajes secundarios más constantes de Gilmore Girls, lo explicó clarito a través de Twitter, revelando que si bien es cierto que Netflix paga una licencia a Warner Bros. y que el estudio les paga los residuales basándose en la cuota de la licencia, “es un monto muy pequeño, particularmente para una serie que lleva mucho tiempo sin emitirse en el aire”.

“Pero cuando el show es un gran éxito y genera millones de dólares en ganancias para Netflix, no compartimos nada de eso, en parte porque no hay transparencia con sus números”. Y efectivamente, recuerdo que cuando Gilmore Girls volvió con el reboot de cuatro episodios en 2016, la serie original me aparecía entre lo más popular de la plataforma. Sin embargo, según las palabras de Sean Gunn, los actores no vieron nada que igualara ese éxito en sus cuentas bancarias. “Sólo queremos asegurarnos de que tenemos un trato justo. Si una serie es un éxito, debemos participar en ello. Suena totalmente razonable”, sentenciaba el hermano del director James Gunn.

Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.

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