La nueva película de Joaquin Phoenix avanza el peligro de la Inteligencia Artificial en Hollywood

Joaquin Phoenix y Armen Nahapetian en el póster de 'Beau tiene miedo' (Foto: A24)
Joaquin Phoenix y Armen Nahapetian en el póster de 'Beau tiene miedo' (Foto: A24)

El avance de la tecnología permite a Hollywood experimentar nuevas técnicas con las que impresionar al espectador y agilizar sus procesos de producción. Es notorio en el ámbito de los efectos digitales, donde la proliferación de la tecnología y la inteligencia artificial está permitiendo cosas como rejuvenecer actores, como el reparto El Irlandes de Martin Scorsese o Harrison Ford en Indiana Jones y el dial del destino; e incluso “revivirlos” digitalmente, como Paul Walker en Rápidos y furiosos 7. Pero con el paso del tiempo y el perfeccionamiento de estas técnicas la industria se empieza a acercar a un límite peligroso. Y no hay más que ver lo que ha ocurrido con Beau tiene miedo, la última película de Ari Aster protagonizada por Joaquin Phoenix.

Beau tiene miedo nos introduce en la mente de su protagonista. A lo largo de casi tres horas de metraje, nos va conduciendo por lugares oscuros y traumáticos de su vida en un viaje que implica a diferentes versiones del personaje. Esto se puede comprobar desde el cartel de la película, donde vemos a varios Joaquin Phoenix caracterizados en diferentes rangos de edad, cada cual más envejecido y extraño. Es especialmente llamativa la versión joven, que, de primeras, en estos tiempos donde proliferan las creaciones por inteligencia artificial, puede parecer un trabajo digital con el que han recreado minuciosamente el rostro rejuvenecido del actor. Pero no es el caso.

Aunque el parecido con Joaquin Phoenix es impactante, detrás de la versión joven de Beau está el actor Armen Nahapetian, que debuta en su primer gran proyecto cinematográfico tras dejarse ver en series como Here and Now de HBO o películas menores como A Typycal Wednesday. Pero que su rostro se parezca tanto al del oscarizado intérprete de Joker no le está facilitando las cosas, porque allá donde va la gente se sorprende de su mera existencia al pensar que su trabajo en la película de Ari Aster era fruto de inteligencia artificial. “Fui al cine hace unas semanas, y uno de los empleados estaba señalando el cartel y decía: '¡Oh, Dios mío, eres real!'”, recuerda Nahapetian en una entrevista con Variety.

De hecho, indagando en redes sociales, se puede ver que muchos usuarios quedaron estupefactos al verle en las fotografías de la premiere. Hasta el propio Nahapetian se ha sentido obligado a realizar publicaciones en TikTok aclarando el asunto, que aunque prefiere tomárselo a broma realmente siente preocupación porque tanta gente dudara de su existencia humana. Incluso se ha cambiado su biografía en Instagram para evitar dudas. "No soy una Inteligencia Artificial", se lee ahora en su perfil.

Este suceso, aunque pueda parecer anecdótico, nos lleva a una reflexión algo preocupante, y es que estamos tan inmersos en creaciones realizadas por inteligencia artificial que empezamos a dudar de la realidad. Y no solo hablamos de trabajos de profesionales, porque hoy en día las herramientas de IA están tan extendidas y al alcance de todos que cada vez es más difícil creer en la veracidad de fotografías, vídeos u creaciones artísticas. Todas ellas de una calidad cada vez más real. Además, llevado al mundo de Hollywood, esto también crea un dilema muy preocupante para la industria audiovisual. Y no solo en los departamentos artísticos y digitales donde se llevaría por delante puestos laborales.

Si un trabajo lo puede hacer cualquiera gracias a la IA este terminaría careciendo de valor, por tanto, si el trabajo de un actor lo puede recrear exactamente igual una máquina, su mera existencia sería irrelevante. Incluso se podría seguir usando su imagen una vez fallecido para explotarla sin ningún tipo de control, lo que deja el factor humano y la ética en un punto preocupante y terrorífico.

Además, esto deja en entredicho el papel de la estrella de cine, que pasaría a ser una mera imagen digital y no una persona, lo que, en estos tiempos donde prolifera la producción en masa en base a datos y algoritmos, alejaría al cine aún más del arte, la calidad y el glamour para convertirse en un proceso industrial mecánico sin valor. Todo suena a ciencia-ficción, pero como bien demuestra el caso de Armen Nahapetian es más real de lo que pensamos. Y desde luego, es escalofriante pensar en el camino que esto podría seguir en el futuro.

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