La anécdota por la que 'Pollitos en fuga' cambió la historia de los Oscar para siempre
El cine de animación empezó a ser más reconocido en Hollywood gracias a una campaña de este clásico del 2000
El cine de animación ha sido históricamente ignorado en los Premios Oscar. A pesar de la lucha de directores como Guillermo del Toro por defender que se trata de una técnica y no de un género cinematográfico ligado a lo familiar e infantil, la Academia de Hollywood pocas veces lo ha tenido en consideración para sus categorías principales.
En toda la historia del cine, solo La bella y la bestia, Up: Una aventura de altura y Toy Story 3 han optado a la estatuilla a la Mejor Película, por no hablar de que antes de la creación de la categoría de Mejor Película de Animación en 2001 este cintas tenían pocas posibilidades de destacar en premios. Afortunadamente, un film como Pollitos en fuga, el aclamado clásico del 2000 a cargo de los creadores de Wallace y Gromit, marcó un hito que permitió al cine animado marcar el paso en estos galardones.
Todo se remonta al éxito que cosechó en su estreno. Gracias a su original propuesta, con la que través de una inocente historia de gallinas parodiaba las películas carcelarias o incluso abordaba el capitalismo o el holocausto, conquistó a la crítica y se erigió como la película de animación en stop-motion más taquillera de la historia con 224,8 millones de dólares recaudos en todo el mundo, un título que sigue manteniendo a día de hoy.
Con este furor a su alrededor, Aardman Animations y Dreamworks, los estudios tras el film, decidieron poner toda la carne en el asador para que Pollitos en fuga se abriera paso en los Oscar hasta la categoría principal. El precedente de la nominación de La bella y la bestia y la sensación de injusticia que hubo el año anterior con el casi ninguneo a Toy Story 2, que solo optó a la estatuilla a la Mejor Canción Original, les hizo confiar en que era un momento idóneo para lograrlo.
En consecuencia, tejieron una campaña realmente ambiciosa para atraer la atención de los académicos. Además de recalcar el fenómeno en torno al film y la calidad excepcional que habían logrado, trataron de hacer ver que el cine de animación está a la altura del cine de acción real. Aprovechando que la película se rodó con muñecos de plastilina, en decorados reales y con utensilios de todo tipo, se atrevieron a proponerla hasta en categorías impensables para cintas animadas, como la de Mejor Vestuario.
De hecho, como bien reflejan medios como EW, no es raro ver Pollitos en fuga en los listados a las promociones más extravagantes para los Oscar. Eso sí, la estrategia funcionó y los académicos se quedaron con la impresión de que esta producción en stop-motion merecía la nominación. No obstante, a la hora de la verdad no sirvió de nada, porque Gladiador, Chocolate, Erin Brockovich: Una mujer audaz, El tigre y el dragón y Traffic fueron las nominadas a las Mejor Película ese año y este título de Aardman y Dreamworks ni siquiera logró colarse en alguna otra categoría.
Los Oscar decidieron poner remedio
Ante la sensación de que se había cometido una injusticia, la Academia de Hollywood, motivada también por las muchas presiones que recibieron a lo largo de los años, no se anduvo con rodeos y aceptó crear, por fin, la categoría a la Mejor Película de Animación, la que inauguraron un año más tarde con la victoria de Shrek.
Los Oscar nunca lo han confirmado oficialmente, pero las noticias de la época informaban de cómo la presión para la creación de este premio aumentó a raíz de la campaña de Pollitos en fuga. Por ejemplo, la BBC destacaba declaraciones de Aardman sobre cómo a finales de los 90 trabajaron desde las sombras para lograr la creación de este galardón al cine animado, mencionando tanto su película como otras injusticias que resonaron en el sector de la animación por aquello años, como el caso de la secuela de Toy Story. "Es algo por lo que hemos estado haciendo campaña silenciosamente durante los últimos tres o cuatro años", señalaban. "Es una tragedia que Toy Story 2 no ganara un Oscar".
En el mismo artículo, un portavoz de la Academia de Hollywood recalcaba esta influencia, aunque sin señalar a ningún estudio o película concreta. "Los animadores han estado presionando para obtener un Oscar para películas animadas durante unos tres años", dijo a BBC John Pavlik, portavoz de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas en aquel momento. "Después de mucha discusión y cierta preocupación inicial sobre lo grande que sería este campo para una carrera de fondo, se hizo obvio que hay vida para los dibujos", agregaba.
Pese a no haber confirmación, la certeza que se fraguó en torno este hecho hizo que el logro de Pollitos en fuga quedara grabado en la historia de los Oscar. Solo hay que ver que medios como Variety o The Hollywood Reporter, cuando el pasado 2023 la secuela llegó a Netflix y se abordaron noticias, reseñas o análisis de sus posibilidades de ser nominada a las estatuillas doradas, recalcaron sin miramientos este mérito. “Después de que Pollitos en fuga de Aardman no lograra una nominación a mejor película en 2000, la Academia se inspiró para crear la categoría de largometraje animado. Veintitrés años después, la secuela parece una apuesta segura para una nominación”, escribían desde Variety.
Desde luego, valorando todo lo que aconteció en la animación en los 90, con Pixar irrumpiendo a pasos agigantados, Disney viviendo una de sus mejores épocas o la histórica nominación a Mejor Película de La Bella y la Bestia, la creación del Oscar al mejor film animado apunta a una suma de muchos factores. Sin embargo, parece claro que Pollitos en fuga, su sobresaliente acogida, su original campaña o las presiones de su estudio, dieron el golpe definitivo.
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