Raquel Welch sentía su esencia latina aunque su padre le negara sus raíces
Mito erótico, icono en bikini, sex-symbol o ‘El cuerpo’. Son algunos de los sinónimos que definieron el legado de Raquel Welch durante más de setenta años. Palabras someras que hablan de belleza externa y el efecto que tuvo sobre las masas a través de la sensualidad que irradiaba su figura y presencia, pero que no representan una parte importante de su existencia. Porque la actriz fallecida el pasado 15 de febrero a los 82 años fue mucho más que una foto en bikini colgada en habitaciones de medio mundo: también fue una mujer que sentía su esencia latina en sus adentros, a pesar de no hablar ni una palabra de español.
Su nombre real era Jo Raquel Tejada. Nació en Chicago el 5 de septiembre de 1940, siendo la hija mayor de Josephine Sarah Hall de ascendencia inglesa y el ingeniero aeronáutico boliviano Armando Carlos Tejada Urquizo. Su padre había nacido en La Paz y emigrado a EE. UU. para estudiar en la Universidad de Illinois (donde conoció a su esposa), dándole a su primogénita el nombre de su propia madre: Raquel. Sin embargo, a pesar de la sangre hispana que había pasado a su hija, Armando se negaba a transmitirle su cultura y raíces. Temía que sus hijos sufrieran prejuicios y tuvieran menos oportunidades en el futuro si desarrollaban acento hispano, así que decidió que no hablaría nada de español en casa ni tampoco mencionaría muchos detalles de sus raíces.
"Quería evitarnos algunas de las dificultades y, en su opinión, los prejuicios contra las personas que hablan con acento", reveló Raquel Welch a Associated Press (vía Fox News) en 2016. A su vez, añadía que le hubiera encantado recibir su herencia latina a través de la palabras. “Realmente deseaba que hubiera hablado en español en casa para que pudiera tenerlo como segunda naturaleza".
Sin embargo, en su caso, su motivación para ser actriz estuvo estrechamente relacionada con esta ausencia de identidad, al sentirse desconectada de sus orígenes más internos. “Creo que una de las razones por las que terminé siendo actriz fue porque no sabía quién era. Era mucho más fácil salir de la realidad y jugar a actuar, pretender y meterme en otras identidades que lidiar con la realidad, porque realmente no supe nada de mis raíces durante muchos años” explicó hace décadas a Lifetime.
En cierto modo, Armando se salió con la suya y Raquel desarrolló acento estadounidense, entrando a la industria del entretenimiento como una americana de hermosura singular, a través de concursos de belleza y presentando el tiempo en un canal de televisión, hasta que se catapultó al estrellato definitivo. Corrían los años 1960s, estaba casada con su primer amor -James Welch- y tenía dos hijos. Había comenzado a buscar oportunidades como actriz y su agente, Patrick Curtis -quien sería su segundo esposo-, la convenció de que usara el apellido de su marido como nombre artístico, y así evitar el encasillamiento profesional como ‘latina’ (Fuente: ABC). Enseguida comenzó a llamar la atención de la industria con pequeños papeles junto a Elvis Presley (Roustabout, 1964), en televisión y con una foto histórica en la revista Life, hasta que llegó el contrato que la convertiría en estrella con 20th Century Fox. Pero nada de esto definió su esencia latina.
Es decir, se habrá visto forzada a seguir las reglas del juego de los prejuicios y estereotipos manteniendo el apellido de su primer marido, pero no cambiaba que ella era, hasta en lo más profundo, simplemente Raquel.
Por eso, cuando los ejecutivos del estudio sugirieron que se cambiara de nombre, proponiéndole que artísticamente se llamara ‘Debbie’, ella se negó rotundamente. “A la gente no le gustaba mi nombre y decían que era demasiado étnico, muy difícil de pronunciar, demasiado exótico” explicó en la mencionada entrevista a AP. “Querían cambiarlo y no estaba contenta. Yo me sentía Raquel” sentenció. Y así lo hizo. Era Raquel, por dentro y por fuera. Ya se las arreglarían quienes tuvieran que pronunciarlo.
Y así comenzó a dejar huella en una industria que explotó su belleza al máximo. El mítico bikini de piel que llevó en la cinta prehistórica Un millón de años a.C. la convirtió en fantasía eterna para generaciones, y a través de una fotografía que tuvo más éxito que la película misma. Trabajó con Marcello Mastroianni, Frank Sinatra, Robert Wagner, Dean Martin, Burt Reynolds y Peter Sellers, entre muchas leyendas del cine. Ganó el Globo de Oro en 1974 por Los tres mosqueteros, y se reinventó todas las veces que hizo falta: en televisión, como personaje del fitness, la cosmética y estrella de Broadway. Sobre todo después de enfrentarse a la propia industria demandando a MGM por terminar su contrato sin previo aviso, ganando 10.8 millones de dólares de indemnización pero siendo desterrada del cine durante una larga temporada.
Pero, a espaldas del mundo, siempre se sintió latina. No hablaba español, no conocía sus raíces a fondo, pero sentía su esencia. "Creo que el idioma es muy importante para tu identidad y no tener eso... A veces me siento aislada de esa parte de mí", dijo Welch a Associated Press (vía ABC). Y tenía razón. Como dijo Watkins, "nuestros ancestros, en un sentido cultural real, son nuestros ancestros lingüísticos". Raquel Welch se sentía latina pero no tenía ese medio tan natural e identificativo para expresarlo, como es el idioma.
Como apunta un especialista en Administración de la Cultura en la web de 'Educrea', "El lenguaje es un factor de identidad, que nos une al pasado y proyecta al futuro". Pero, a pesar de todo, ella palpitaba sus orígenes. "Sin embargo, todavía me siento muy, muy hispana. La esencia de lo que soy es una latina" sentenció.
Era el sex-symbol del cine estadounidense. Una mujer definida por su belleza y figura hasta el punto de ser encumbrada popularmente como ‘El cuerpo’, pero nadie pudo quitarle esa esencia que sentía. "Creo que si tienes antecedentes anglosajones y eres de ascendencia latina, el lado latino gana. Es algo en tu temperamento y tu esencia", dijo como recoge Fox News. "Sentía que era más sensual que muchas de las jóvenes con las que iba a la escuela. No pensaba que fuera nada especial, pero podía ver que tenía estas cosas en mis cromosomas, así que me sentía mucho la hija de mi padre".
Fue recién en 2001, a los 60 años, que Raquel Welch comenzó a explorar esas raíces que sentía en sus adentros delante de la pantalla. Lo hizo a través de la serie de televisión American Family, donde, durante una temporada, interpretó a la tía Dora, una mujer latina de los pies a la cabeza. Y en la película Tortilla Soup dando vida a Hortensia, una comedia ligera sobre una familia mexicoamericana. “Él [su padre] dudaba mucho a la hora de hablar del lado latino de nuestras raíces y me hacía sentir un poco incómoda” explicaba a Lifetime, aplaudiendo que el director de American Family le abriera “las puertas de un nuevo capítulo” que le permitió jugar con esos orígenes que tanto desconocía, dejarlos florecer y que fueran libres. “Volví a mis comienzos y redescubrí ese lado latino de mi naturaleza”.
A lo largo de 60 años de carrera Raquel Welch exploró todo tipo de facetas y roles en su vida: desde cargar con éxito la etiqueta de sex-symbol a una larga trayectoria como actriz, triunfando en cine, teatro y televisión. Y aunque fuera en su última etapa profesional, tuvo la oportunidad de explorar esa esencia hispana que su padre tanto le negó y le hubiera encantado conocer a fondo. Porque, a pesar de no hablar español, se sentía latina en lo más profundo de su ser.
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