Salma Hayek hizo magia derribando prejuicios en Hollywood más de lo que imaginábamos
Si alguien sabe de estereotipos en Hollywood, esa es Salma Hayek. A lo largo de su carrera tuvo que demostrar que era mucho más que curvas y un sex-symbol latino a través de diferentes películas y personajes, frenando las ridiculeces machistas de Harvey Weinstein y poniendo todo su talento y carisma a la orden del cine. A base de trabajo y consistencia logró una nominación al Óscar y algo casi imposible para muchos artistas: jugar a dos bandas, siendo tanto un reclamo de taquilla como figura esporádica del cine independiente. Y aun así, habiendo alcanzado la cima y repartido su magia por diferentes películas, todavía siguió viéndose las caras con los prejuicios de un negocio que la definió por una cosa: ser sexy.
Salma Hayek nunca tuvo pelos en la lengua para decir lo que piensa, ni para compartir los trapos sucios que se viven en Hollywood. Porque a esa mujer que dio sus primeros pasos en el cine estadounidense con un ataque de llanto ante el pudor que sintió al rodar su primera escena sexual (con Antonio Banderas), no le tiembla el pulso a la hora de dejar al negocio en ridículo a favor del cambio. Y así como dijo que desde hace varios años está “acostumbrada a que le ofrezcan el papel de extra o vieja prostituta” debido a su edad pasados los 50, o que perdió "muchos" papeles por ser latina como dijo a The Guardian en 2021, ahora revela que el negocio la veía “tan sexy” que no le daban oportunidades en un género que se le da de maravilla.
Durante una entrevista con la revista GQ en su versión británica por el estreno inminente de Magic Mike’s Last Dance, la estrella de 56 años compartió que Hollywood la bloqueó de participar en comedias durante casi dos décadas y por algo tan superficial, prejuicioso y machista como que la veían demasiado sexy para causar gracia. No fue hasta que su amigo Adam Sandler le dio una oportunidad, cuando ya había cumplido los 40, que pudo demostrar que tenía dotes para el género.
“Fui encasillada durante mucho tiempo”, dijo Hayek. “Toda mi vida quise hacer comedia y la gente no me las daba. No pude conseguir un papel hasta que conocí a Adam Sandler, quien me puso en una comedia [Niños grandes de 2010], ¡pero yo tenía cuarenta y tantos años!”
“Me decían ‘Eres sexy, así que no puedes tener sentido del humor’. Así que no solo no podías ser inteligente, sino que tampoco podías ser graciosa en los años 90” reveló.
Si bien Salma Hayek había participado en comedias románticas como Solo los tontos se enamoran (1997) con Matthew Perry y Breaking Up (1997) con Russell Crowe, no fueron películas que le brindaron una plataforma para demostrar su gracia cómica al estar teñidas por los clichés del romanticismo cinematográfico. Sin embargo, semejante estereotipo llama la atención porque Salma siempre demostró su carisma y buen sentido del humor a través de entrevistas. Viéndola en sus apariciones ante la prensa durante los 90s y 2000s me parece evidente que se trataba de una actriz divertida, cómica y extremadamente graciosa, por lo que el prejuicio se antoja más profundo. Por ejemplo, podemos recordar una de sus primeras entrevistas en un late show estadounidense, como la que concedió a Conan O’Brien en 1998:
Lamentablemente, el estereotipo de la mujer atractiva sin cerebro suficiente como para ser inteligente o cómica circula en la sociedad desde hace siglos. No hay más que recordar los concursos de belleza y las preguntas superficiales que debían contestar las aspirantes, o las bromas sociales que encontramos en películas como Miss agente especial de Sandra Bullock o Una rubia muy legal con Reese Witherspoon, donde precisamente se trataba el estereotipo cerebral contra la belleza femenina. No obstante, Salma Hayek lo terminó viviendo por partida doble, con una industria que no la dejó ser graciosa debido a su aspecto.
“Estaba triste en ese momento”, añadió la coatzacoalqueña al recordar aquellos años de ostracismo cómico. “Pero aquí estoy ahora haciendo todos los géneros, en un momento de mi vida en el que me dijeron que habría expirado, que los últimos 20 años habría estado fuera del negocio. Así que no estoy triste, no estoy enojada. Me estoy riendo”. Claro Salma. El que ríe el último, ríe mejor.
Porque esta mujer a la que hicieron sentir caducada por llegar a los 40, a la que bloquearon de un género por ser atractiva y sexy, lleva una larga temporada demostrando el error de los estereotipos y prejuicios. A comienzos de siglo ya había comenzado a impartir lecciones en Hollywood, como la vez que se enfrentó a Harvey Weinstein en la época de gran poder del infame productor.
El choque sucedió durante el rodaje de Frida, el biopic de Frida Kahlo que le valió su primera y única nominación al Óscar. Era su gran oportunidad en Hollywood para ser tomada en serio y estaba dispuesta a cumplir su misión. No solo puso freno a los avances de Weinstein y su acoso con amenazas de quitarle el proyecto si no accedía a sus peticiones sexuales (como escribió ella misma en The New York Times en 2017), sino que también lo ridiculizó imponiendo su inteligencia. Tal y como reveló a The Guardian hace unos años, Weinstein la convocó un día, furioso al ver que llevaba una monoceja y bigote en el rodade de la película. “¡No te he contratado para que parezcas fea!” le dijo Harvey Weinstein. Es decir, al productor no le hacía gracia que una película que financiaba tuviera a una actriz protagonista que no siguiera los cánones de belleza. Ejemplo de misoginia básico. A lo que Salma le contestó: “¿Pero has mirado siquiera una foto de Frida Kahlo? Si un hombre diera vida a Cyrano de Bergerac, no diría: ¿A qué viene esa nariz?”
Cuando Adam Sandler finalmente le brindó la oportunidad de demostrar su valía como actriz cómica en Niños grandes (2010), ella aceptó encantada. No solo rompió con la etiqueta estereotipada sino que dio a Hollywood una lección imprescindible poniendo sobre la mesa el talento que se habían estado perdiendo. Desde entonces no dejó de divertirse en el cine, y divertirnos con ella. Volvió para la secuela, luego hizo El tour de los Muppets (2014) o How to be a latin lover (2017) mientras que en muchos otros proyectos pudo usar su comicidad a la orden de la historia. Como en El otro guardaespaldas y su secuela, o Socias y enemigas (2020). Es cierto que estas películas no se ganaron el favor de la crítica, pero no fue precisamente su culpa, sino más bien de tratarse de historias poco consistentes. Ella, por su parte, logró romper una barrera más y salir airosa en el intento.
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