El reality de 'El juego del calamar' se pasa de la raya exprimiendo la tensión estomacal
El concurso basado en la exitosa serie de Netflix deja huella con una escena desagradable
Mientras seguimos esperando por la segunda temporada de El juego del calamar (según medios japoneses las grabaciones habrían comenzado el pasado agosto), los espectadores ya pueden adentrarse en el parche pasajero que ha diseñado Netflix a través de El juego del calamar: el desafío. Un reality que transforma al fenómeno de 2021 en una especie de Gran Hermano recurriendo a la misma premisa de juegos infantiles coreanos, los mismos decorados y vestuario, y donde 456 concursantes se enfrentan por un premio final de $4.56 millones (pero sin el desenlace mortal para los perdedores).
Sin embargo, mientras la serie forjaba una narrativa dramática en torno a la supervivencia y necesidad de cada personaje, este reality se pasa de la raya con una secuencia que apela al sensacionalismo para dejar huella.
Netflix estrenó los primeros cinco episodios el miércoles 22 de noviembre (los siguientes cuatro llegarán el 29 y el último el 6 de diciembre), introduciéndonos a un concurso que no tarda en destilar superficialidad. Desde el principio los concursantes ponen sus estrategias y cartas sobre la mesa, como buscando ocupar roles que los diferencien del resto (villano, amigo, salvador, etc.) y los hagan destacar. Despues de todo son cientos de concursantes y si algunos buscan fama, minutos de pantalla o hacerse notar, tienen que hacerlo de algún modo. Tampoco me sorprende. El tráiler ya transpiraba este detalle desde el principio, haciéndonos ver que además del premio en efectivo también habría búsqueda de protagonismo. Es un reality después de todo.
Lo curioso es que a pesar de contar con varios concursantes dispuestos a todo con tal de llamar la atención, el programa termina dejando huella por exprimir una situación tan desagradable que solo recordaremos por habernos dejado el estómago revuelto. Es, sin dudas, la escena que más destaca de este arranque de temporada.
El juego del calamar: el desafío recupera la base de la serie surcoreana a través de juegos como Luz roja, luz verde (el de la famosa muñeca), Ddakji o Dalgona, aquel juego intenso donde los concursantes deben recortar una figura sobre una galleta de azúcar con una aguja y sin que se rompa. Y es precisamente durante esta competencia que tiene lugar el momento desagradable a través del concursante número 299.
El momento tiene lugar en el segundo capítulo titulado El hombre del paraguas, donde 299 (o Spencer) tiene la mala suerte de ser el líder de su equipo y le toca negociar qué figura recortarán. Aquellos que vieron la serie recordarán que existen cuatro formas: un círculo, un triángulo, una estrella y, el mas difícil, un paraguas. Sin embargo, Spencer se presenta como “un niñito de mamá” que “mojaba la cama”, “introvertido” y “crédulo”, que rompe a llorar de los nervios antes de salir al juego. En otras palabras, deja claro que negociar no será su fuerte.
Y, como era de esperar, termina sucumbiendo en la negociación de figuras hasta quedarse con la peor de todas. Pero lo que sucede a continuación es un verdadero baile de tensión estomacal.
299 o Spencer sufre tanto los nervios de la situación, la responsabilidad de saber que muchos de sus compañeros se quedarán en el camino por su mala negociación, que empieza a sufrir arcadas. No una, dos o tres veces. Sino varias. Es constante. Tanto que los productores de la serie no tuvieron reparos en exprimirlo al máximo y poner su rostro aguantando el vómito y con arcadas en primer plano. Muchas. Muchas veces y con sonido incluido para darle más intensidad gráfica al asunto.
Se trata de una secuencia que pierde toda la conectividad con el juego o la serie original, porque la tensión del momento termina centrándose en la situación que está pasando Spencer, dándole el protagonismo visual y gráfico hasta provocarnos asco. Yo vi el capítulo hace un día y todavía sigo sintiendo el revoltijo.
Fíjense si se trata de la secuencia que más destaca que Spencer ya está dando entrevistas a medios estadounidenses. Por ejemplo, habló con EW y reveló que se apuntó al concurso porque después de recuperarse de cáncer “hace unos años”, comenzó a prestar más atención a las cosas que quiere en la vida como “las conexiones humanas profundas y experiencias únicas”. Y creyó que el show le daría la oportunidad de “conocer gente nueva y ser capaz de ganar de dinero para poder ayudar a la gente que me importa”.
Sin embargo, cuando vio las caras de sus compañeros al entrar al juego, dolidos por la realidad de la difícil tarea que tenían por delante, Spencer se derrumbó. “Las dificultades para mí, eso es algo que puedo manejar. Pero cuando se habla de dificultades para los demás, esa es mi responsabilidad. Ese es un peso que realmente no desaparece. Fue como ver amigos que están sufriendo, porque así es como finalmente veía a todos los demás allí, como amigos. Me sentí físicamente enfermo”.
Puestos a analizar el sensacionalismo que destila la escena, y después de haber visto los cinco capítulos, ese momento contagia la sensación de que el programa no habría tenido muchos argumentos con los que generar conversación. El tercer episodio ilustra un juego naval que se hace aburrido y eterno, mientras los dramas competitivos entre personajes se antojan repetitivos, derivando en la aparente explotación de una situación que provoca al espectador desde las propias vísceras dejando huella a través del asco y no por el reality en sí mismo.
Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.
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