Cuando Tom Cruise transformó una película mala en un clásico sin retorno

NUEVA YORK, NUEVA YORK - 10 DE JULIO: Tom Cruise asiste al estreno en Nueva York de
NUEVA YORK, NUEVA YORK - 10 DE JULIO: Tom Cruise asiste al estreno en Nueva York de "Misión: Imposible - Dead Reckoning Part One" en Rose Theatre, Jazz at Lincoln Center el 10 de julio de 2023 en la ciudad de Nueva York. (Foto de Theo Wargo/Getty Images)

Por Teresa Aranguez.- Si metemos en un coctelera a Tom Cruise, una historia de amor imposible, algo de traición, adicción y las playas de Jamaica, el resultado, así de primeras, tendría que ser explosivo. Pero no lo fue, al menos de manera oficial. Cocktail (1988), la famosa cinta de los '80 que pretendía arrasar en cines resultó ser despreciada por los críticos y una de las ganadoras de los Premios Razzie a peor película y guion. Sin embargo, a ojos del público, la cosa fue bien distinta. Porque mientras los expertos la catalogaban en los niveles más bajos, la audiencia caía rendida y la encumbraba entre sus favoritas. ¿Por qué? Se los cuento.

Hoy en día, podemos confirmar que Cocktail es todo un clásico juvenil de esa década. Es indiscutible, le pese a quien le pese. Entre ese grupo de jóvenes que plasmó la sonrisa encantadora de Tom en su carpeta de la escuela, estaba yo. Lo admito, caí en la trampa de su director Roger Donaldson y quienes hicieron esta cinta, cuyo objetivo, entre otros, era enternecer a las masas con una historia muy de tú a tú, facilonga y con final feliz. El gancho era su protagonista, un héroe moderno, sin capa ni superpoderes que, sin embargo, tenía carisma y una mucha cara dura (además de bonita).

El actor estadounidense Tom Cruise interpretando el papel de un barman en la película Cocktail. 1988 (Foto de Mondadori Portfolio a través de Getty Images)
El actor estadounidense Tom Cruise interpretando el papel de un barman en la película Cocktail. 1988 (Foto de Mondadori Portfolio a través de Getty Images)

Creo que podemos estar de acuerdo en que el guion no descubre la pólvora: chica se enamora de un pobre desgraciado que, encima, tiene miedo al compromiso. No le echaron demasiada imaginación al asunto. Por eso fue considerada del montón. Las conversaciones entre sus protagonistas tampoco eran la octava maravilla, como no lo fueron la escenografía ni los saltos en el tiempo. A veces algo confusos. Tampoco las interpretaciones fueron de Oscar, ni muy malas, ni para volverse locos. Average, como dicen los americanos. Lo único rescatable, en términos cinematográficos, fue la banda sonora, con los Beach Boys a la cabeza y su incomparable tema Kokomo o el Don't worry, be happy, de Bob Marley, que le daba vida a un asunto muy previsible.

Antes de escribir este artículo quise volver a ver Cocktail. Necesitaba avivar los recuerdos de aquella película de mi adolescencia para poder escribir con más conocimiento de causa. Y el experimento resultó ser muy interesante.

Si te animas a verla en la actualidad (está disponible en Star+), te aviso de algo, te darás cuenta más que nunca de los errores cometidos de los que en su momento no fuimos tan conscientes. También de la simpleza de su historia y, en ocasiones, la banalidad de algunos temas. Por eso, prefiero quedarme con la ternura que me despertó a través de la nostalgia. Porque ahí está la respuesta a la gran pregunta del millón.

Eran los 80, éramos más jóvenes, menos exigentes y con menos recursos tecnológicos e información al alcance de la mano. Puedo entender que, desde el punto de vista más técnico y analítico, resultara ser una decepción para cierto sector, pero creo que cumplió lo más importante: conectar con la gente.

Los resultados así lo demostraron. Pese a los malos pronósticos, Cocktail tuvo un recibimiento estupendo con una recaudación de $171 millones, siendo la octava pelicula más taquillera del mundo en 1988. Nada mal para recibir palos de la crítica que, en la actualidad, se reflejan en el desaprobado del 9% en RottenTomatoes.

Elisabeth Shue visita a Tom Cruise como camarero en una escena de la película 'Cocktail', 1988. (Foto de Touchstone Pictures/Getty Images)
Elisabeth Shue visita a Tom Cruise como camarero en una escena de la película 'Cocktail', 1988. (Foto de Touchstone Pictures/Getty Images)

En otras palabras, convenció a la generación del momento a pesar de la opinión de los especialistas y fue, como otras muchas de esa década, una película bien recibida en la sala de casa cuando el canal de turno la pasaba por televisión. ¿Por qué gustó sin ser nada del otro mundo? Tal vez por eso mismo, por ir directo al grano y no hacernos pensar demasiado. Por ser un producto de entretenimiento pasajero protagonizado por un Tom Cruise que estaba en la cresta de la ola hollywoodense. Y es que a veces no hace falta perfección para que una historia convenza al público. Llega y punto.

No es la primera película ni será la última que ha resultado estar entre las favoritas del público. Y si no, echemos un vistazo a Crepúsculo, Cincuenta sombras de Grey o El Código Da Vinci. La expectación, el boca a boca y el morbo creado, las convirtieron en algunas de las películas más taquilleras sin ser nada del otro mundo.

En el caso de Cocktail, el azar también jugó un papel importante. Que los astros se alinearan para que Tom Cruise y Elisabeth Shue coincidieran y vivieran un intenso romance, fue un acierto total. La química era evidente delante de las cámaras, y, aunque sus diálogos estaban repletos de frases cursis y predecibles, era justo lo que necesitábamos escuchar. Como le dijo Dorothy a Jerry Maguire en la famosa escena de la cinta también protagonizada por Cruise, nos tenían con un simple 'hola'. Añádele las tórridas escenas de besos bajo una cascada en Jamaica y a orillas del mar, y tenemos curiosidad asegurada.

Los actores estadounidenses Tom Cruise y Elisabeth Shue posan a bordo de un medio de transporte en la película Cocktail. 1988 (Foto de Mondadori a través de Getty Images)
Los actores estadounidenses Tom Cruise y Elisabeth Shue posan a bordo de un medio de transporte en la película Cocktail. 1988 (Foto de Mondadori a través de Getty Images)

Pero tampoco restemos importancia a nuestro amigo Tom. Porque si alguien cargó con el peso de un guion vacío y transformó la película en un disfrute visual, fue precisamente él con su cara de pícaro, sus malabares con la coctelera y la conexión que ya había creado con la audiencia a través de Negocios riesgosos (1983), El color del dinero (1986) y Top Gun (1986). Sospecho que Cocktail habría pasado desapercibida en el poblado universo del drama romántica si no hubiera contado con su presencia.

Al final, a veces una historia pobre puede ser rescatada por la fuerza de sus intérpretes, y creo que este sería el caso. Elisabeth Shue también supo estar a la altura, y la suma de ambos hizo a la fórmula ganadora. Nos los creímos.

Conclusión: el cine no solo son planos perfectos, escenarios ideales y diálogos de alto nivel. También son escenas más toscas, silencios, simplicidad e incluso errores con gracia. Lo malo para unos, es muy bueno para otros. Y este es un claro ejemplo de ello. Sin ser lo que muchos esperaban dentro del celuloide, terminó encontrando su lugar. Casi 35 años después, cuando te pones a verla, eres más consciente de los errores, pero predomina el sentimiento de nostalgia y cariño por todo lo que nos hizo sentir por aquel entonces.

Si buscamos en Cocktail los estándares que se exigen a las historias que ganan un Oscar, no los encontraremos jamás. Es cierto. No es la película del siglo, ni tampoco será recordada por su impacto social. Pero sí por hacernos pasar un buen rato, por alejarnos de nuestra a veces complicada cotidianeidad y, sobre todo, por entretenernos. Eso, a veces, es más que suficiente, ¿no creen?

Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.

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