'Viernes negro' recupera la grandeza de Freddy Krueger o Jason Voorhees con un ingrediente para hacer historia

Revitalizar un subgénero como el slasher, que entre los años 70 y 80 desató una fiebre en el cine de terror y nos dio sagas como La matanza de Texas, Halloween, Viernes 13 o Pesadilla en la calle del infierno que todavía siguen siendo imitadas y resucitadas, es una tarea titánica. Los esquemas siempre son los mismos y sin una buena idea con los que darles la vuelta y romper expectativas es muy difícil sorprender. Por suerte, hay películas interesadas en lograrlo, y un estreno como Viernes negro, el nuevo trabajo de Eli Roth tras cintas tan extremas como Hostal o La cabaña sangrienta, llega para demostrar que todavía hay mucho espacio para ideas frescas.

De primeras, la película no inventa nada. Su premisa parte de un falso tráiler que dirigió Roth para Grindhouse -el proyecto que Quentin Tarantino y Robert Rodríguez estrenaron en 2007 con la sesión doble de Death Proof y Planet Terror- que fue acompañado de avances de películas falsas a cargo de cineastas reconocidos de cine de género. En dicha pieza, se presentaba a un asesino en serie que sembraba el caos en medio de la festividad de Acción de Gracias, una idea que en pantalla lucía vistosa pero que, sin embargo, se veía llena de lugares comunes del género.

Viernes negro recupera prácticamente todas las ideas vistas en ese tráiler, pero, por muy básica que pueda lucir, consigue ir un paso más allá de lo que podríamos esperar. Mayormente, lo logra gracias a la buena mano de Eli Roth tras las cámaras, que, como bien sabrán los seguidores de su cine, nunca se limita a la hora de sobrepasar límites. No obstante, tal vez lo más reivindicable tiene que ver con su iconografía, por cómo usa una ambientación hasta ahora no tan usual en el slasher para crear un asesino para el recuerdo. Un ingrediente que puede hacerla pasar a la historia del cine de terror.

Empezando por el trabajo de Roth, el director no se ha conformado con alargar su trabajo para Grindhouse. Desde los primeros minutos de película, se empeña en buscar ideas pasadas de rosca con las que descolocarnos y llevar la diversión sangrienta al nivel más extremo. Ejemplo de ello es la forma en la que presenta la motivación del asesino con un punto de partida ausente en el material original: una estampida sádica en un supermercado durante los descuentos del viernes negro (o Black Friday) por la que se lanza a vengarse de sus responsables.

Es cierto que dentro del slasher, donde los antagonistas suelen cobrar venganza por un hecho oscuro como, por ejemplo, el ahogamiento de Jason Voorhees en Viernes 13 o la quema de Freddie Krueger en Pesadilla en la calle del infierno, se ve como un tópico, pero es tal el nivel de ideas macabras y hay tanto empeño en conseguir una secuencia que descoloque que la película entera podría limitarse a este instante y funcionar a las mil maravillas.

De hecho, es tan salvajemente divertida y reúne con tal magnitud el espíritu de divertimiento terrorífico del slasher que te hace pensar que va a ser imposible que mantenga el ritmo durante su más de hora y media de metraje. Pero, sorprendentemente, lo logra, y creo que aquí entra en juego ese ingrediente que comentaba, que tiene que ver con esta ambientación festiva en el Black Friday y en Acción de Gracias.

Son muchas las películas de terror que se han nutrido de festividades icónicas como Halloween o Navidad, pero hasta ahora apenas habíamos visto alguna que aprovechara el Día de Acción de Gracias como este nuevo trabajo de Eli Roth. La iconografía de estas fechas, con ese ambiente otoñal, desfiles y cenas exuberantes, se usa milimétricamente en la construcción de su atmósfera terrorífica, el aspecto de su villano y en la ejecución de cada una de sus acciones. Como resultado, asistimos a momentos tan visualmente hipnóticos y tan conceptualmente exquisitos que es difícil que cualquier amante del género no salga del cine con estas secuencias grabadas en su retina.

Me remito a algunos momentos del tráiler, como el horneado de personas vivas que se sirven en bandeja sobre la mesa, el que considero que supone el momento de más puro horror del film; o el sanguinario desfile con muertes y decapitaciones donde los trajes de peregrino, las máscaras, los disfraces de pavo, el humo o las masas de gente, que construye una secuencia tensa y estéticamente deliciosa que es imposible apartar la vista de la pantalla, aunque sepas que vas a llevarte un buen susto de por medio.

Básicamente, se siente como estar disfrutando de un clásico de terror festivo de culto como Halloween o Navidad sangrienta por primera vez. Se apoya tanto en esquemas clásicos del slasher, hay tanta voluntad por buscar ideas refrescantes y sangrientas y, sobre todo, aprovecha tan bien su ambientación festiva que doy por hecho que acabará convertida en un imprescindible para ver en estas fechas otoñales de Acción de Gracias. Además, su trama y el misterio sobre la identidad del asesino, que entre su brutalidad y estética poco tiene que envidiar a iconos como Cara de Cuero, Jason Voorhes o Freddie Krueger, es llevada con buen esmero. O al menos reconozco que la resolución me tomó por sorpresa.

En definitiva, una película extrema, retorcida y endiabladamente divertida con los elementos necesarios para pasar a la historia del slasher, sobre todo por un concepto estético tan cautivador que hará que a partir de ahora no volvamos a ver las compras del Black Friday o las cenas y desfiles de Acción de Gracias con los mismos ojos y que volverá a despertar nuestra nostalgia y pasión por este género sanguinario.

Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.

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