Voracidad amorosa, la peligrosa necesidad desmedida de amar a la pareja

La voracidad amorosa es un estado de apasionamiento tan intenso que es exagerado, su trasfondo es la dependencia emocional. (Getty Creative)
La voracidad amorosa es un estado de apasionamiento tan intenso que es exagerado, su trasfondo es la dependencia emocional. (Getty Creative)

Nada en exceso es bueno. Nada. Ni siquiera el amor, el sentimiento que según dictan religiones, canciones, y leyendas, todo lo puede. Y en este caso, puede tanto que hasta desespera, ahoga, angustia, tanto a quien lo recibe como a quien lo da. Se trata de la voracidad amorosa, un estado de enamoramiento que es difícil de controlar y termina por asfixiar la relación.

Imaginemos que empezamos una relación; la etapa de las maripositas en el estómago fluye de maravilla, los encuentros son apasionados, el compromiso comienza a fortalecerse, a tomar una forma. Nos vamos complementando cada vez más y descubriendo que tenemos cosas en común y descubrimos nuevas que nos encantan. Todo va muy bien, pero al cabo de unos meses, las manifestaciones físicas de amor son inagotables, las llamadas tan seguidas como en los primeros días, las atenciones comienzan a ser exageradas y nos sentimos asfixiados. Entendemos que no es normal.

Este es un cuento corto de cómo una relación puede tornarse rara y transformarse en algo incontrolable. Es como si la persona te quiere tanto, que no te deja respirar, ser, pensar, porque todo lo que hay a tu alrededor es su afán por darte amor, que ya no parece placentero, sino sufrido porque nunca se ve satisfecho.

Quien siente la voracidad amorosa no tiene control ni capacidad para reducir la intensidad de sus manifestaciones desmedidas, al no ser correspondido de la misma manera, sufre. (Getty Creative)
Quien siente la voracidad amorosa no tiene control ni capacidad para reducir la intensidad de sus manifestaciones desmedidas, al no ser correspondido de la misma manera, sufre. (Getty Creative)

El psicólogo Sergio De Dios González, confirma en un artículo de La Mente es Maravillosa, que la voracidad amorosa es un estado de apasionamiento tan intenso que es exagerado que se padece, no hay control ni capacidad para quien lo emite de reducir su intensidad e incluso no es consciente de lo incómodo que puede ser.

Además, irremediablemente se combinan el placer con el sufrimiento. Cuando la pareja responde, aunque sea un poco, a las intensas demandas amorosas hay cierto disfrute, pero al al ver que no es posible poseer absolutamente al objeto del amor, se sufre. Hay ansiedad, hay angustia, pero sobre todo hay una necesidad desesperada por hacer todo, cualquier sacrificio por la pareja, estar disponible incondicionalmente y todo el tiempo para atenerle como prioridad absoluta. El problema mayor llega cuando se espera ser retribuido de la misma manera y cuando esto no ocurre, la voracidad amorosa se incrementa.

Este estado surge de la dependencia emocional, cuya demanda “es exclusiva de afecto, atención y valoración, y va dirigida exclusivamente a la pareja del dependiente”, explica el psicólogo y filósofo Marcelo Aguirre, de Psyciencia; y define al dependiente emocional como alguien con una profunda falta de autoestima, que cree que no vale lo suficiente, que teme estar solo y que busca en la pareja, apoyo y seguridad, trata de someterle, pero también le manipula para no ser abandonado.

El deseo que experimentan los dependientes emocionales es como una necesidad incontrolable de estar con la persona perennemente, mantener su atención a como de lugar, y según agrega el experto, y es por eso que esto puede considerarse como una adicción a la pareja, e incluso de esto podría depender un posible tratamiento.

¿Por qué ocurre?

Según aprueba González, esta obsesión por aferrarse a la pareja busca que esta llene los vacíos del voraz amoroso, quien no pudo llevar a cabo con eficiencia su proceso de individualización durante su desarrollo emocional. Esta persona, realmente quisiera que ella y su pareja fuesen uno solo, como lo fue con su madre durante la gestación.

Quien tiene esta profunda dependencia emocional, realmente quisiera que ella y su pareja fuesen uno solo. (Getty Creative)
Quien tiene esta profunda dependencia emocional, realmente quisiera que ella y su pareja fuesen uno solo. (Getty Creative)

Si ese proceso de maduración, de individualización, no se dio apropiadamente, es posible que sea un adulto incapaz de afrontar la soledad, lleno de inseguridades y que al avocarse a la pareja, evita rechaza verse a sí mismo como individuo y afrontar las responsabilidades que implica crecer, e incluso, quisiera obtener de su pareja, lo que le llena y anularla como persona porque solo quiere satisfacer estas necesidades profundas.

De hecho, Aguirre menciona que estos comportamientos suelen surgir por traumas causados por experiencias de la infancia con sus padres y su círculo primario, que hicieron al individuo propenso a generar en la adultez patrones de dependencia que pueden llegar a ser insoportables tanto para él como para su pareja.

Lamentablemente, para esta situación no hay una solución práctica. Una pareja puede ser para toda la vida, comprobado científicamente, pero en ninguna circunstancia con estas bases que generan angustia, asfixia, dolor.

El camino no sería un tratamiento de terapia de pareja, sino la búsqueda del camino individual con ayuda profesional. Esto supone trabajo terapéutico profundo y lento que, según los expertos, puede incluir medicamentos y debe enfocarse en el fortalecimiento de la autoestima, la autonomía, el autocuidado y la preservación de la propia salud emocional.

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