Mi hijo dice malas palabras, ¿qué hago?
Texto: Mariana Israel
De la noche a la mañana, tu “pequeño angelito” se transformó en “Daniel el travieso” y empezó a escupir malas palabras. Ni siquiera sabe lo que significan, pero a ti se te paran los pelos cada vez que las dice. En cambio, para el resto de la familia, tu hijo se convirtió en el nuevo capo cómico. ¿Cómo manejar la situación?
Por qué lo hacen
El primer paso para resolver cualquier problema es comprender su origen. Alrededor de los 3 años, los chicos empiezan a hablar y están ávidos de palabras nuevas. ¿No llegan todos los días del colegio con alguna frase que levantaron de sus compañeritos? Tampoco es cuestión de echarle toda la culpa a la escuela por las malas palabras, porque copian a los personajes de la televisión, imitan a la gente que ven en la calle… Imagínate que son esponjas dispuestas a absorber el vocabulario que se abre delante de ellos, con lo bueno y lo malo.
Aparte, en esta época empiezan a notar que lo que dicen provoca un efecto. Así, se dan cuenta del poder de una mala palabra y saben perfectamente que te agitas ante ellas.
Maritchu Seitún, licenciada en psicología y especialista en niños, afirma en el sitio del programa Tv Crecer, que una de las preocupaciones más comunes de las mamás es que sus hijos actúen de manera violenta. Explica que es normal –e inevitable– que a los 3 años aparezcan las “palabras-acciones”, como los insultos: “Van en camino de encontrar la palabra para comunicar su mundo interno”. Confiesa que las mamás se asustan “porque creen que son hábitos que van a perdurar”.
¿Cómo reaccionar? Ni tanto, ni tan poco
Es clave no sobredimensionar las malas palabras. Si les das trascendencia, las agigantas a los ojos de tu hijo, que va a disfrutar de lo prohibido. Evita el “no” tajante, porque volverás la infracción todavía más atractiva.
Tampoco te rías –esconde la sonrisa– y pídele lo mismo al resto de tu familia. Si todos le festejan la “gracia”, es poco probable que tu hijo abandone el juego.
La clave está en explicarle tranquilamente que las malas palabras pueden ofender a otras personas y que, por eso, es preferible que no las diga. Si ves que lo hace para llamar la atención, ¡ignóralo! No le des lugar al juego. Por último, recuerda el valor del ejemplo: sé coherente con lo que estás enseñando y no digas malas palabras en frente de los chicos.
La Lic. Seitún enfatiza en Tv Crecer que hay que tener paciencia: “Los padres que hablan de sus propias emociones, que empatizan con sus hijos y los ayudan a entender lo que sienten, que impiden la acción sin enojarse, que tienen confianza y paciencia para esperar que la etapa se termine, verán cómo se van cumpliendo las etapas y el problema desaparece”.
Fuentes consultadas: Planeta Mamá (planetamama.com.ar), Materna (materna.com.ar), Tv Crecer (Tvcrecer.com)
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