Lo que la música nos enseña

La relación entre los sentidos, el aprendizaje y la memoria es un tema apasionante. Dos semanas atrás publiqué un post sobre los aromas y el mecanismo de los recuerdos, y esta vez quiero compartirles algo sobre la música, la mente y la memoria que me pareció simplemente hermoso. Hace unos días, en la convención de la Asociation for Psychological Science, se presentó un grupo de destacados científicos que hablaron sobre las investigaciones que han hecho sobre la música y el comportamiento humano. Los testimonios fueron publicados por el Observer en la página de la APS. Después de leerlos, mi amor por la música se quintuplicó. Y también mi asombro por la capacidad de aprendizaje del ser humano.

Aprender a tocar un instrumento es como aprender a hablar - iStockphoto
Aprender a tocar un instrumento es como aprender a hablar - iStockphoto

Aniruddh D. Patel, del Instituto de Neurociencia, señaló que la música ha estado en nuestra historia desde hace más de 35 mil años, pero no fue sino hasta la década pasada que se comenzó a investigar a fondo. El estudio de Patel ha revelado que el simple proceso de seguir el ritmo es un proceso cognitivo muy complejo. Los ritmos involucran una región del cerebro relacionada con las funciones motoras; sincronizarse con la música requiere tres capacidades que muy pocas veces se encuentran combinadas en los animales: aprendizaje vocal, imitación visual y movimiento coordinado con una pareja (¡Y yo que me burlaba de mi hermano por ser arrítmico!)

Patel piensa que el ser humano desarrolló esta habilidad como una necesidad de generar vínculos sociales. Muchas investigaciones recientes sobre el comportamiento afirman que sincronizarse con un ritmo promueve interacción social positiva, aun cuando la música se haya detenido. "De alguna forma, moverse al mismo tiempo y al mismo ritmo con otra persona borra la línea entre el yo y el otro, y los hace más propensos a cooperar en tareas sociales", afirma Patel. A lo que yo añadiría una teoría: el desempeño de una pareja en la pista de baile es un indicador de su performance sexual —pero eso es tema para otro post.

Por su parte, la investigadora Carol L. Krumhansl, de la Universidad de Cornell, ha hecho numerosos estudios en los que ha quedado clara nuestra habilidad para recordar las canciones que escuchamos, aunque solo suenen un par de segundos. Recientemente, Krumhansl exploró una nueva línea de investigación transgeneracional: hizo que un grupo de chicos escucharan varios hits musicales que iban de la década de 1955 a 2012. Lo que le sorprendió no fue que los chicos prefirieran canciones recientes, sino que expresaran gran afinidad por ciertas canciones de la década de 1960 y de inicios de los 80. En esos periodos, sus abuelos y padres tendrían 17 años respectivamente, una edad crucial para formar los gustos musicales. Con este descubrimiento, la investigadora ha lanzado la hipótesis de que el ser humano es capaz de transmitir y conservar gustos musicales por varias generaciones.

¿Se nace o se aprende?

Daniel J.Levitin, de la Universidad de McGill en Canadá, mostró dos teorías sobre cómo los músicos se convierten en músicos de talla mundial. La primera sostiene que los músicos nacen con un talento superlativo, la segunda dice que alcanzar el grado de experto toma aproximadamente 10,000 horas de práctica cuidadosa (lo que equivaldría a 8 horas continuas de práctica durante 1250 días). Aunque las teorías se excluyen, Levitin ha encontrado que la práctica, sin duda, juega un rol crucial en el desarrollo musical. Y hasta el famoso Mozart, que podría parecer una excepción a la regla, tuvo que alcanzar sus 10,000 horas de práctica para convertirse en genio musical.

Levitin ha viajado por el mundo estudiando el trabajo de músicos de talla mundial, como Paul Simon, Eric Clapton, y Stevie Wonder, entre otros. Todos mencionan que para lograr un sonido personal han tenido que trabajar muy duro; ensayar no basta, también implica desarrollar una práctica dirigida a transformarse en creatividad. "La motivación también es importante", dice Levitin, "los grandes maestros de la música ven el fracaso como algo menos negativo que el resto de los músicos".

Una de las observaciones de Levitin me dejó la cabeza dando vueltas. El investigador ha mostrado que no es la práctica por sí misma la que lleva a un músico a la perfección. "Los estudiantes de música que no avanzan son los que repasan una y otra vez la misma lección. Los que eventualmente se convierten en profesionales están tratando de alcanzar algo que está más allá de sus posibilidades", señala el experto. Esta idea se conecta con lo que el músico Victor Wooten dijo como músico invitado al congreso. Wooten ha ganado cinco veces el Grammy y toca con Béla Fleck and the Flecktones. Siendo el más pequeño de cinco hermanos, aprendió a tocar el bajo a muy temprana edad porque su familia necesitaba completar la banda. Y a esa edad ya era telonero de Curtis Mayfield.

Wooten comparó su inmersión a la música con un proceso similar al que viven los niños cuando aprenden el lenguaje de sus padres: "Los mayores no se sientan y les enseñan a hablar, el lenguaje no se practica sino que se usa; incluso los padres adoptan algunas palabras de sus hijos que les parecen curiosas, aunque no sean correctas. Básicamente, desde el inicio de nuestro 'entrenamiento' lingüístico nos dejan improvisar con los profesionales", cuenta el bajista. A los nuevos músicos, en cambio, les dicen que son principiantes desde la primera lección. "Eso es como si los padres le dijeran a un niño que no puede hablar hasta que lo haga de manera fluida o 'correcta' y los enviaran a aprender a hablar con un grupo de bebés. No hacemos eso con el lenguaje, lo aprendimos libre y naturalmente, y ese es el tipo de aprendizaje más rápido y completo", concluye Wooten.

Estos descubrimientos nos recuerdan por qué a veces el poder de conexión de la música es más grande que el de las palabras. La música (como los aromas) es un vehículo privilegiado que nos transporta en el tiempo y en el espacio y nos reúne simbólicamente con otras realidades. Para mí, tocar un instrumento, bailar o simplemente dejarme llevar por la música es, como decía Aniruddh D. Patel, borrar los límites y abrirme a nuevos aprendizajes.

¿A ti qué te ha enseñado la música?

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