Mujeres adultas y los trastornos de alimentación
Hay una tendencia reciente en las revistas de farándula: exhibir mujeres entre los 30 y los 50 años con la piel seca, pálidas, el pelo quebradizo, la mirada triste, extremadamente delgadas y en permanente conflicto con su cuerpo. Actrices, cantantes, presentadoras, mujeres de la realeza atrapan nuestra mirada, pero pocas veces nos atrevemos a hacer preguntas que trasciendan el morbo. Lo cierto es que esas imágenes, más allá de cualquier juicio simplista, hacen visible un problema social muy complejo, incómodo y doloroso.
Uno piensa que los adolescentes son quienes más padecen desórdenes alimenticios. Pero si uno hace a un lado ese prejuicio, observa las revistas y contrasta esas imágenes con las estadísticas, se percata de una realidad muy distinta. En los últimos años han aumentado las consultas por desórdenes alimenticios entre las mujeres de 30 y hasta 50 años: si antes era una adulta por cada diez adolescentes, hoy la cifra asciende a tres o cuatro por cada diez. De acuerdo con la National Eating Disorders Association de los Estados Unidos, los trastornos de la alimentación en las mujeres de mediana edad aumentaron un 42% entre 2001 y 2010. Durante esa década se recurrió a los mismos tratamientos que se habían desarrollado para tratar adolescentes, sin embargo, la experiencia demostró que el desorden alimenticio en una mujer adulta responde a factores muy distintos. A saber: el rechazo de la pareja, las exigencias de la vida profesional y el síndrome del nido vacío, entre otros. Por lo tanto, requiere un tratamiento diferente.
Desafortunadamente, las mujeres adultas con desórdenes alimenticios están “fuera del radar” del sistema de salud, es decir que la detección y el diagnóstico del problema no es tan sencillo. Esto se debe, en primer lugar, a que la obsesión por el peso y la figura se han convertido en un código de socialización o de afirmación, a tal grado que nos parece “normal” que las mujeres dediquen gran parte de su energía al tema de la dieta, la culpa por comer, la cuenta de calorías, la gordura o la delgadez de otras mujeres, los hábitos y los “trucos” para adelgazar. Por otra parte, es difícil diagnosticarlo porque es una dolencia que se vive en silencio, a veces encubierto por un cuadro depresivo, o bien, porque se le cataloga como un problema de “adolescentes”.
Comportamiento bajo la lupa
En una entrevista que publicó la revista paula.cl, la psicóloga Roxana Brodsky, del Instituto Schilkrut, especializado en trastornos alimenticios, menciona que “hay mujeres que tienen los llamados 'comportamientos anoréxicos'; son extremadamente delgadas, comen muy poco y están excesivamente pendientes de los kilos, pero ante una evaluación médica no han llegado a niveles de pérdida de peso o de autoimagen distorsionada como para ser declaradas anoréxicas. (...) Una anoréxica no es sólo una mujer que está bajo su peso. También tiene otros síntomas: se pone irritable, está deprimida y es capaz de no salir de su casa si la balanza acusa un alza de algunos gramos”.
He conocido a muchas mujeres en esa situación. Si bien no son anoréxicas o bulímicas, consideran “normal” y hasta “sano” hacer dietas agresivas, excederse en el gimnasio, abusar de fármacos o recurrir a purgas con laxantes y diuréticos. Casi todas comparten un patrón de comportamiento: han dedicado toda su vida a cumplir las expectativas de los demás y no a seguir sus propios deseos o intereses; son autoexigentes, severas autocríticas, tienen baja autoestima y una sensación permanente de insuficiencia, es decir que no se sienten suficientemente bonitas, flacas, inteligentes, buenas madres, exitosas profesionistas. Entiendo que esa percepción pasa por asumir que la mirada del otro es la que determina su valor como personas o como mujeres, y ese otro puede ser la pareja, la familia, el grupo de amigos, el ambiente laboral, etc.
A lo anterior hay que añadir la presión social que en los últimos años ha caído sobre las mujeres adultas: en un ambiente profesional donde la imagen corporal se ve como una “herramienta” de prestigio o de legitimación, envejecer o aumentar de peso se vive como una amenaza, un miedo a ser “desechadas”, aun cuando están en el mejor momento de su carrera. Ante este panorama, muchas mujeres sienten que la comida y su figura son las únicas cosas que realmente pueden controlar.
Hay quienes arrastran estos desórdenes desde la adolescencia, de manera latente o expresa, y hay quienes se enfrentan a ello por primera vez en la vida adulta. En cualquier caso, el trastorno afecta su vida profesional, les trae enfermedades que mantienen en secreto, destruye su vida íntima y en mujeres solteras o separadas entre los 30 y los 40 años, se transforma en un impedimento para formar una pareja o convertirse en madres.
Abrir la caja fuerte
Más allá de tratar de combatir o desaparecer el trastorno, es necesario reconocerlo como una expresión del cuerpo y la psique. De acuerdo con la psicoterapeuta Joanna Poppink, si uno sospecha que tiene un desorden alimenticio, lo más probable es que lo tenga. Lejos de asustarse o vivirlo como una tragedia, una puede reconocer que está en un momento crucial para tomar consciencia de sí y hacer un cambio profundo en su vida. Dice Poppink que los trastornos alimenticios son la manifestación de un cúmulo de cualidades que necesitan salir y expresarse, una seria de tesoros, talentos, ideas, curiosidad, intuiciones y percepciones que una persona ha mentenido encerrados en una bóveda fría, en una caja fuerte (metáfora del trastorno alimenticio).
Según la psicoterapeuta, las mujeres han perferido guardar esos tesoros porque intuyen que al sacarlos, van a provocar una transformación muy fuerte en su vida. “Es como un fantasma que se acerca y da mucho miedo”, dice Poppink, “pero hay que atreverse a abrir poco a poco esa bóveda y empezar a desmantelarla”, lo que va a salir es toda la creatividad guardada durante años, la curiosidad, la realización. Una de las claves para sanar está en reconocer que para mantener un desorden alimenticio se requieren muchas cualidades: inteligencia para planear, creatividad para construir estrategias, determinación para mantenerlas, una fuerza enorme (porque si no se es fuerte no se puede vivir sin comer), y mucha tenacidad. “Todo está ahí”, dice Poppink, pero ha sido utilizado para mantener el desorden alimenticio. Si esas cualidades se usan para vivir, entonces se puede cambiar y lo que va a ocurrir es que la persona va a florecer.
Twitter: @luzaenlinea
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