Boris Karloff, el gran Frankenstein del cine que terminó su carrera haciendo películas de terror en México

La carrera actoral del mítico y legendario Boris Karloff terminó haciendo películas de terror en el cine mexicano. (Photo by Larry Ellis/Daily Express/Hulton Archive/Getty Images)
La carrera actoral del mítico y legendario Boris Karloff terminó haciendo películas de terror en el cine mexicano. (Photo by Larry Ellis/Daily Express/Hulton Archive/Getty Images)

A mediados de los 80’s el público estadounidense que era amante del cine de terror pudo ver por primera vez las últimas películas de Boris Karloff, mítico actor británico que personificó al primer Frankenstein en el cine y toda una leyenda dentro de este género. Gracias al surgimiento del formato VHS pudieron conseguir copias en video para descubrir que sus últimas cuatro apariciones las hizo en cuatro filmes mexicanos: La cámara del terror, Serenata macabra, Isla de los muertos e Invasión siniestra.

Mayor fue su sorpresa al ver que correspondían a los años de 1968 y 1971, es decir, un año antes y un año después de la muerte del actor. Debieron transcurrir casi 15 años para que tuvieran acceso a esos materiales que para entonces eran considerados de culto debido al misterio que envolvió su existencia: de qué trataban, quiénes actuaban y cuáles papeles hizo Karloff.

El morbo, o la intriga, se debió en gran medida a las condiciones de salud que presentaba el actor en esa época. Después de estrenarse Targets (Peter Bogdanovich, 1968) en cines de Estados Unidos -película que fue considerada como un extraordinario thriller de bajo presupuesto-, se supo que Karloff estaba muy enfermo cuando la filmó. En este trabajo figura no más de 15 minutos sumando todas las escenas que hizo y es notorio su deterioro a cuadro.

Contrario a la calidad de Targets, las películas mexicanas de terror con Karloff no fueron precisamente obras de arte. De hecho, lejos estuvieron de serlo. ¡Aparte le doblaron la voz en castellano! No obstante, gracias al antecedente de las estéticas e historias presentadas en películas de luchadores, se valoraron como propuestas surrealistas. Fue una apreciación aceptable si se toma en cuenta que su producción fue un desastre.

Debido a los graves problemas de salud del señor Boris, quien presentaba dificultades para caminar, sus secuencias tuvieron que filmarse en California, su lugar de residencia antes de retornar a Inglaterra para morir en la ciudad de Midhurst en 1969. Actores como Andrés García y Enrique Guzmán, así como la actriz Julissa, viajaron a territorio californiano para sus escenas con él. Esos rodajes corrieron a cargo del director Jack Hill.

Víctima de daño pulmonar por tabaquismo, el señor requirió de lapsos de reposo tanto para descansar la espalda como para utilizar el tanque de oxígeno que empleaba como herramienta de terapia respiratoria.

Filmadas las secuencias con Karloff en Estados Unidos, el resto de las tomas se filmó en México. Sin embargo, no con el mismo director. Juan Ibáñez, realizador del clásico Los caifanes (1967), fue el responsable de culminarlas. Pero se tomó la licencia de reescribir los guiones originales de Hill para adaptarlos a su visión cinematográfica y rodarlos con su estilo. Así, mientras que Hill propuso una cosa, Ibáñez entregó algo completamente diferente a las propuestas iniciales de las historias.

Esa combinación mostró a Boris Karloff como un maligno sacerdote que practica ritos vudú compartiendo créditos con la mismísima Tongolele en Isla de los muertos, como un científico obsesionado con la existencia de vida en el centro de la Tierra y cuya teoría confirmará su hija interpretada por Julissa en La cámara del terror, como un millonario que deja como herencia la muerte a sus familiares en Serenata macabra y como el científico que dispara un rayo al espacio exterior provocando el enojo de alienígenas en Invasión siniestra.

Isla de los muertos e Invasión siniestra se estrenaron dos años después del fallecimiento del actor. Alrededor de esta anécdota gira la versión de un mito: que Karloff ni siquiera pudo cobrar el cheque que le extendieron por “paquetear” las cuatro películas al productor Luis Enrique Vergara.

En México se estrenaron los cuatro títulos, tuvieron exhibición comercial. Posteriormente formaron parte de la programación televisiva de permanencias voluntarias de cine nacional a finales de los 70’s y principios de los 80’s. En cambio, los fans estadounidenses las conocieron en videocassette.

Siguiendo la línea surrealista con que fueron calificadas esas obras de Boris Karloff en el cine nacional, el surrealismo se extiende a la realidad de un hombre que alcanzó la fama con películas clásicas como Frankenstein (1931) y La momia (1932) y culminó su carrera con ocurrencias mexicanas que hoy día son valoradas como “joyas” por lo malas que son.

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