CAE: el oficio que aprendió de su papá que lo salvó en España y los “claritos” que le hacía su abuela para parecerse a Bon Jovi

CAE celebra sus 30 años con la música y en una extensa charla con LA NACION repasa toda su vida
CAE celebra sus 30 años con la música y en una extensa charla con LA NACION repasa toda su vida - Créditos: @Alejandro Guyot

CAE vuelve al escenario del Teatro Opera con Vivatodo, para festejar 30 años con la música. La cita es el 30 de octubre, a las 19, y promete un espectáculo con alfombra roja, invitados, sorpresas, banda en vivo y DJ. En éstos 30 años, Carlos Alfredo Elías se tropezó muchas veces y volvió a levantarse. No se le cayeron los anillos cuando necesitó ganarse la vida como peluquero, oficio que aprendió de su padre y su abuelo. Se reinventó, protagonizó musicales como Rock of Ages y Madagascar, trabajó en la película Casi leyendas, cocinó en Masterchef Celebrity y ahora está preparando un nuevo disco, el cierre de fin de año con muchos shows y gira con Madagascar por cinco países de América Latina.

En diálogo con LA NACION, CAE rememora su infancia y dice que su primer público cautivo fueron los clientes de las peluquerías de su padre y de su abuela. Cuenta cómo se preparó para ganar el Festival de Viña del Mar en el 97 y así poder pagar sus deudas, habla de su experiencia en España y cómo pasó de hacer giras recorriendo ese país a cortar el pelo en Madrid para poder ganar el pan para su familia, luego de una estafa. Conversador y muy simpático, también reflexiona sobre los cambios que se propuso hacer para cumplir el sueño del pibe.

-Llevás 30 años en la música y tirás la casa por la ventana...

-¡Sí! Va a ser un show fabuloso en el que estamos trabajando hace tiempo. Pero si me pongo a pensar, llevo más de 30 años porque empecé a los 6 años y tenía un público cautivo porque me crie entre dos peluquerías, la de mi papá, en Villa del Parque y para caballeros y la de mi abuela y mis tías en Flores, para mujeres. Mi mamá, que era maestra, me dejaba con ellos y crecí en ese ambiente en el que se habla mucho y se escucha mucho también. Además, conocí el pensamiento femenino y el ultra masculino. Hay una gran mezcla en mí. Y en lo de mi viejo caían Maradona, Pappo y varios artistas a cortarse el pelo y yo estaba fascinado. Mi primer público fue obligado, ya tenía vocación de artista y me hacía el payaso y cantaba las canciones de Gaby, Fofo y Miliki, Pipo Pescador, Carlitos Bala. Lo que no sabía era que estaba preparando el hábito de ensayar y proyectar, que después haría de por vida.

Estampa de rocker y una sonrisa siempre a mano
Estampa de rocker y una sonrisa siempre a mano - Créditos: @Alejandro Guyot

-¿Cuándo fuiste consciente de que querías ser artista?

-Durante mi formación. Fui a un colegio de varones y era complejo generar una relación con las mujeres. Quizá eso me haya acercado a mi profesión, para ser sincero (ríe). Yo me daba cuenta que el flaco que sabía tocar tres canciones de Sui Generis, ganaba. Lo hablamos con mis amigos de toda la vida, que empezaron tocando conmigo. Muchas veces me dicen que cuando teníamos 16, yo hablaba igual que ahora y no por adolecer sino por la seguridad y el empuje de hacer las cosas, un poco espartano, remando y con convicción. Mi plan B es insistir con el plan A hasta que se cumpla. No es por insistencia estúpida sino por perseverancia en lo que creo. Cuando todos pensaban en salir, yo ensayaba y quería tocar. Iba a ver a Soda Stereo en un pub, era muy seguidor de Fricción. Trabajaba en una empresa de video tirando cables, en la parte de sonido, porque eso me permitía acceder a muchos recitales y shows. Era la empresa de Daniel Morano que estaba muy relacionado con la Rock and Pop y Daniel Grinbank. Era la única manera en la que podía estar en los escenarios. Y recuerdo el inmenso show que se hizo en la 9 de Julio por los tres días por la democracia, donde vi a Mercedes Sosa, Charly García, el Flaco Spinetta, Soda Stereo. Estaba fascinado. Veía que los artistas populares generaban un vínculo tremendo con la gente.

-¿Fue ahí que empezaste a soñar con estar sobre un escenario?

-Sí, pero sólo con desear las cosas no suceden y hay que sumarle trabajo. Tocaba con amigos que no lo tomaban de la manera profesional que yo pretendía. Mis bandas eran de pop y creo que el momento de quiebre fue ver el material que trajo una novia de entonces que había viajado a los Estados Unidos. Eran bandas de soft metal, glam metal, hard rock que encarnaban Jon Bon Jovi, Poisson, Whitesnake. Mis ídolos eran Gustavo Cerati y Charly García, pero fue una puerta que se abrió, por ser únicos en la especie, y era tan importante saber tocar la viola como el pelo que usabas. Quizá otro músico no podría haberlo hecho porque no tenían una abuela que te hacía los claritos o te teñía de platinado. ¡Las veces que mis tías me salvaron de las cosas que me hice en la cabeza! (ríe).

Cantante, compositor y actor, CAE se reinventó varias veces a lo largo de los 30 años de carrera
Cantante, compositor y actor, CAE se reinventó varias veces a lo largo de los 30 años de carrera - Créditos: @Alejandro Guyot

-¿Ese distintivo te dio el empujón?

-Sí. Había golpeado muchas puertas con el look rock nacional: pelo largo, castaño, tranquilo y no me daban bola. Me di cuenta que necesitábamos un shock de imagen, nos platinamos al estilo rock californiano y entonces empezaron a mirarnos . Fuimos a grabar a lo de Oscar Mediavilla y la esposa de Bernardo Bergeret, Carina Ponieman, preguntó quiénes eran estos chicos que se parecían a los grupos de afuera. Y así nos contrataron e hicimos cinco discos como Bravo. Como Rocket, mi primera banda, tuvimos mucho under, porque gracias a un amigo de mi papá conseguimos tocar en un cabaret internacional, en un subsuelo, donde había shows de tango, de malambo y tipo 3 de la mañana tocábamos nosotros. Mi acuerdo de la primera vez que negociamos el contrato y el dueño nos dijo que había que tocar rock and roll internacional y nacional durante media hora, porque era la transición de lo autóctono a lo más hot del cabaret. Le pedimos 5000 pesos por noche y él nos ofreció el 500 por ciento. “Bueno, listo tocamos”, le dijimos enseguida (ríe). Estábamos fascinados. Después aparecimos en el estudio de Oscar Mediavilla, que fue nuestro primer productor sin quererlo. Y a partir de entonces la historia se sucedió de una manera vertiginosa.

-¿Cómo se dio ese pase del under a la popularidad?

-Fuimos muy conocidos en el under, donde tocaban muchas bandas como la nuestra en Halley, en el Rockódromo. Éramos los más blanditos de la movida del heavy metal. Las cosas pasaron muy rápido y no sabíamos mucho del negocio. El sueño del pibe se me estaba dando. En un momento necesitamos buscar nuestro lugar y autogestionarnos. Con el hard metal nos iba bien con la gente, pero el medio no nos daba bola y, viéndolo en el tiempo, quizá era una bizarreada. Las chicas nos seguían por las baladas y pensamos en inventar una categoría nueva, los rockeros románticos. Teníamos que competir en ese boom latino con Ricky Martin, Chayanne, Cristian Castro, Luis Miguel y era difícil para un artista argentino. Y sin embargo la bancamos.

De su papá y de sus tías aprendió el oficio de peluquero, que lo salvó en varias oportunidades
De su papá y de sus tías aprendió el oficio de peluquero, que lo salvó en varias oportunidades - Créditos: @Alejandro Guyot

-Te caíste muchas veces y resucitaste otras tantas, ¿cómo fue la experiencia de participar en el festival de Viña del Mar y ganar?

-Fue en el 97 y hacía unos años que ya era solista. Tenía deudas como cualquiera, porque estaba tratando de expandirme como empresa. Firmé un contrato con Sony, al tiempo me invitaron a Viña del Mar y dije que sí porque yo debía 20 lucas de tarjeta y el premio era de 25, ponele. Era un festival prestigioso y fue una gran apuesta. Fui con el maestro Gerardo Gardelín. El público chileno no nos daba bola. La primera noche me pusieron después del artista de Chile y me silbaron. Salí vestido de blanco, las chicas empezaron a gritar y yo era el príncipe encantador de Shrek. Fui pasando las diferentes etapas hasta que llegué a la final con una artista italiana y uno mexicano y ellos estaban con sus familias, los gerentes de sus compañías y nosotros estábamos los cuatro solos. Nunca creí en los certámenes, pensaba que todo estaba arreglado, pero canté e hice lo mejor que pude. Fui a ganar a Viña del Mar, no a participar, y sin embargo esa noche tuve dudas. En mi habitación del hotel había pegado un papel que decía: ‘CAE gana en Viña’, a lo Nacha Guevara. Ganamos, pagué la tarjeta y seguí mi vida con ese galardón que abrió muchas puertas pero que mi compañía no supo o no pudo aprovechar. Fue una gran frustración porque esa noche en Viña me fueron a ver todas las discográficas y yo me mantuve fiel a la mía.

-Poco tiempo después tuviste otra caída, cuando te estafaron en España. ¿Cómo diste vuelta la suerte en esa oportunidad?

-En el 2001 me fui a España con mi mujer y mis hijos, que eran muy chiquitos. Fue una salida de escape, nos fuimos sin saber cuándo íbamos a volver. La cosa se puso jodida acá y pasé de tener un montón de shows a tener migajas. Me fui con una propuesta de trabajo muy importante y en un momento me estafaron: un día fui a lo que era mi oficina donde teníamos reuniones creativas y proyectábamos la semana, y no había nada. De hacer giras por toda España y ser el artista latino más vendido, pasé a pedir laburo de peluquero para mantener a mi familia. Eso terminó de formar mi costado resiliente.

-Contás que tenías muchas fans, ¿tu mujer era una de ellas?

-No, y eso fue lo más interesante. Ella era bailarina y profesora nacional de danzas y estaba haciendo una temporada en Mar del Plata en La movida del verano, que conducía Juan Alberto Mateyko. Fui a cantar y en ese entonces éramos ídolos adolescentes, las mujeres querían arrancarme un pedazo de pelo, y entramos en una bola de gente, bien de película. Me choqué con alguien y cuando levanté la mirada me crucé con los ojos de Elizabeth. Nos miramos durante todo el show y le dije a su productor: ‘me parece que acabo de conocer a la madre de mis hijos’. A la semana hice una nota en una revista top de adolescentes en la que decía que cuando conociera a la mujer de mi vida, me casaba. Se la mandé a la casa, después la llamé, la invité al hotel en el que paraba y me dijo de todo, que era un zarpado. Yo no podía creer que una mujer me diera que no. Hablamos durante un mes por teléfono, conociéndonos, hasta que tuvimos la primera cita y el beso no fue para ella sino para una fan que vino a pedirme un autógrafo. Esa vez a Elizabeth le quedó claro cómo iba a ser la cosa y que íbamos a tener muchos terceros en discordia. Pasaron 27 años, seguimos juntos y somos padres de Francisco y Brenda.

"Juego a ser el Zoolander del rock", confiesa CAE
"Juego a ser el Zoolander del rock", confiesa CAE - Créditos: @Alejandro Guyot

-¿De dónde sacás esa fuerza que te hace levantar cada vez que te caés?

-Hay tres cosas fundamentales que tengo presentes siempre: no perder las ganas, la inspiración ni el vínculo. Cuando volvimos de España nos fuimos a vivir durante tres años a Mar del Plata, como una manera de catalizar la tristeza. Me alejé un poco de los medios y la vuelta fue con un espectáculo que tenía un toque importante de humor, porque era sanador. Se llamaba Historia de amor en canciones, en la que contaba anécdotas y tocaba algunos temas. Me fue muy bien, quizá porque no me cuesta hablar: el peluquero necesita tener labia, convencer si te hizo un quilombo en el pelo. He cortado orejas, cuellos y convencía apretando un algodón con agua oxigenada (ríe). Si miro en retrospectiva, mi vida es un cuento y yo me siento el protagonista. Me tengo que creer todos los días que soy Rocky 4, porque trabajo de lunes a jueves para subirme a un escenario viernes, sábados y domingos y juego a ser el Zoolander del rock, el eslabón perdido entre Jon Bon Jovi y el Paz Martínez. Aprendí esa dualidad. Me llamo Carlos Alfredo Elías y con ese nombre tengo que cantarle al amor.