La conexión macabra entre Chucky y la muerte de una adolescente secuestrada y torturada
Un crimen de 1992 colocó a Chucky, el muñeco diábólico, en el centro de la historia
El muñeco diabólico, la película que dio a conocer al terrorífico Chucky, tiene tras de sí una historia real turbia que involucra un asesinato. No es que el título, su argumento o alguien de sus implicados tuviera influencia directa en el suceso, pero una de las frases de su juguete protagonista y parte de su metraje jugaron un papel clave en el secuestro, tortura y muerte de una niña adolescente de apenas 16 años. Un acto ocurrido a principios de los '90 que llevó a que varios medios utilizaran para culpar al cine de terror de inspirar violencia.
Ocurrió en 1992, en Manchester, Inglaterra. La víctima, Suzanne Capper, era una joven que trabajaba cuidando a una mujer llamada Jean Powell, con quien empezó a pasar más tiempo debido al ambiente hostil que vivía en su casa. Su madre y padrastro estaban en pleno proceso de divorcio y las discusiones en su hogar no eran fruto de su agrado, pero el estar junto a Powell acabó siendo una opción mucho más adversa.
Junto a la mujer convivía su amiga Bernadette McNeilly, quien no tardó en hacerse amiga de Capper y presentarle a parte de su círculo de familia y amistades, entre los que se encontraban su novio, de nombre Anthony Dudson; y el exmarido de Powell, conocido como Glyn. Pero ninguno de ellos era trigo limpio, y la joven, que era descrita como una adolescente amable y manipulable, acabó en sus garras y fue sometida a crueles torturas que involucraron el visionado y escucha de fragmentos y audios de Chucky, el muñeco diabólico.
Nunca se llegaron a conocer las razones que motivaron el secuestro, pero, el 7 de diciembre de 1992, Suzanne Capper fue atraída por este grupo de personas a la casa de Jean Powell y no se volvió a saber de ella hasta varios días después, cuando fue dada por muerta y abandonada a su suerte por los captores. La joven, aún con vida, pudo identificar a sus secuestradores y contarle a la policía los detalles de lo ocurrido, aunque acabó falleciendo poco después, el día 18 de diciembre.
Desveló que poco a poco empezaron a intimidarla, usaron la violencia, la ataron a una cama y la inyectaron drogas de forma forzosa, pero también que la obligaron a escuchar en bucle, a través de auriculares y a gran volumen, la voz del muñeco Chucky, en concreto, su mítica frase “Hi, I'm Chucky, Do you wanna play?” ('Hola, soy Chucky, ¿quieres jugar?'). Por otro lado, contó que los secuestradores comenzaron cada sesión de tortura diciendo “Chucky viene a jugar” y que le enseñaban metraje de la película en la televisión.
Para quienes no lo recuerden, Chucky, el muñeco diabólico giraba en torno a un delincuente moribundo que utiliza el vudú para transferir su alma a un juguete, un muñeco llamado Chucky que solo puede recitar tres frases, entre las que se encuentra la usada para torturar a Suzanne Capper. La policía, en base a entrevistas con los acusados, dictaminó que no hubo pruebas que señalasen a que este clásico de terror motivara a realizar tal cruel acto, sino que su papel en el crimen fue algo meramente anecdótico. Sin embargo, la prensa hizo caso omiso a la conclusión policial.
Como bien se puede leer en las publicaciones originales de medios como The Independent, que ya desde el titular “la ficción de terror se hizo realidad” dejaba claro sus intenciones, hubo especial interés de culpar al cine de género de influenciar crímenes reales. A pesar de que artículos como el de esta publicación indican expresamente que “la fiscalía no afirmó que influencias ficticias fueran enteramente responsables de motivar a los cuatro asesinos”, se puede ver que recurrieron a otras fuentes que ni siquiera estaban relacionas con el caso para tratar de relatar lo contrario.
Por ejemplo, plasmaban declaraciones de un abogado anónimo que decía lo siguiente: “Si me preguntaran si este caso es un argumento a favor de la censura, diría que no. Si me preguntaran si el material que había en esas mentes tuvo algún efecto en lo que pasó, diría que sí". Además, establecían otras conexiones que ni la policía dio importancia, como el que encontraran un ejemplar de Misery, un clásico de Stephen King con alta probabilidad de estar en cualquier casa o biblioteca, con que los secuestradores ataran en una cama y drogaran a Suzanne Capper.
Al final, la cobertura mediática del asesinato giró más en torno a Chucky, el Muñeco diabólico, que en ningún momento se dictaminó que indujera a realizar el crimen, que sobre las auténticas razones que motivaron tal cruel asesinato, que como decía nunca se clarificaron y se quedaron en meras conjeturas sobre una mala relación de los agresores, que fueron condenados a prisión, con Suzanne Capper.
Fuentes: Confidentials Manchester, Independent, Manchester Evening News, All thats interesting
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